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jueves, mayo 30, 2019

Este pueblo está casado con la libertad

Con el ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo, hace hoy 58 años, nació la libertad y la democracia en la República Dominicana, dos valores supremos que jamás debemos poner en riesgo o perder.
Los que fueron testigos sufrientes de la dictadura de 31 años conocen a la perfección lo que es vivir en opresión, con miedo, con temor a disentir o protestar y bajo estrictas condiciones de comportamiento, impotentes ante una autoridad avasallante que no toleraba desafíos.
La corajuda decisión tomada por los hombres que finalmente se empantalonaron para quitarle al país el yugo de la dictadura constituye el punto de partida para el surgimiento de un sistema político basado en las esencias de la democracia, la que se sostiene en su pilar más importante y sagrado: la libertad.
Desde entonces, la construcción y fortalecimiento de ese sistema ha sido el norte de esta sociedad, que ya ha puesto a prueba sus mecanismos democráticos con la celebración de elecciones libres para la alternabilidad en el poder, con un cuerpo de leyes para asegurar la institucionalidad de los poderes públicos y con garantías constitucionales para la expresión y difusión del pensamiento y para el ejercicio de una prensa sin restricciones.
Al probar lo bueno que ha sido la vida en democracia y libertad, las generaciones que surgieron después de la caída de Trujillo son incapaces y reluctantes a admitir cualquier retroceso. En pocas palabras, ni quieren ni aceptan una nueva dictadura, sea cual sea el ropaje con el que pretenda revestirse, como las que han emergido bajo engaño y triquiñuelas jurídicas en algunos países latinoamericanos.
La continuidad, sin límites, de un presidente en el poder, por medio de la fuerza o bajo subterfugios legales, ha sido en varios países latinoamericanos una de esas modalidades engañosas que al amparo de antojadizas interpretaciones han conducido a trastocar la democracia y abrirle el camino a la dictadura.
Atrás quedaron las formas usurpadoras de los golpes cívico-militares, la imposición de presidentes patrocinados por fuerzas políticas poderosas del extranjero o los magnicidios. Y en su lugar, han emergido otras modalidades para asfixiar la democracia que, a la larga, terminan asumiendo todas las características de la dictadura de Trujillo.
La más sutil de esas estratagemas engañosas es la de exaltar a los líderes políticos como mesías, redentores, predestinados para la gloria o insustituibles, vendiendo la idea de que sin ellos en el mando se desploma el progreso y el futuro de la patria y hasta el mar puede entrar.
Una falacia monumental.
Así vendieron a Trujillo y a la vista de la historia y de los sobrevivientes y sufrientes de esa dictadura las huellas dejadas no son más que las del estropicio de los más elementales derechos humanos, la corrupción impune y sin castigo, la vida sin libertad y los crímenes de Estado.
Este pueblo se casó con la libertad hace 58 años y nada ni nadie lo hará divorciarse de ella.
Tomado del editorial de
Este pueblo está casado con la libertad
de la fecha ;-
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