Personalmente me pareció una buena persona. Como representante de su país creo que hizo lo mejor que pudo.
Pero, para mí, como diplomático, creo que no cumplió con su mandato
de representar correctamente a su país. De propiciar la armonía y la
buena vecindad.
Se peleó con la iglesia, con políticos, con poderes públicos y
pretendió cambiar nuestro comportamiento moral para imponer culturas
extrañas.
Por eso no comparto el reconocimiento en su más alto nivel otorgado
por el gobierno dominicano atreves de la cancillería al embajador James
W. Brewester.
Nuestro patricio Juan Pablo Duarte fue un hombre nacionalista,
respetuoso de las leyes, respetuoso del derecho de los demás y honrado
hasta la última letra. Su nombre debería ser para honrar a quien reúne
esas cualidades.
Y con el respeto del gobierno dominicano, porque no soy quien para
cuestionar sus disposiciones, en este caso no creo que el embajador
Brewester merezca el honor de tener a Duarte entre los que reconocen su
labor aquí.
Nuestro padre de la patria no hubiese estado de acuerdo con la intromisión de este diplomático en nuestras leyes migratorias.
El trató de obligar a cambiar nuestra constitución para facilitar el
ingreso de haitianos sin ningún control y trató de variar disposiciones
que controlan nuestra zona fronteriza. No creo que Duarte hubiese
aplaudido que un extranjero como Brewster le hubiese quitado el visado a
un funcionario dominicano, solo porque no se acogió a los man- datos de
un poder extranjero.
Dudo mucho que nuestro Juan Pablo Duarte viera con buenos ojos que
entidades locales reciban, como ahora, miles de dólares cada mes, para
impulsar políticas contrarias a los intereses nacionales.
Que me excuse el canciller, el presidente Danilo Medina y todos los
que defienden y justifican este reconocimiento. Bien pudieron darle otro
de menor jerarquía y que no involucre a nuestro nacionalista Juan Pablo
Duarte Y que no me vengan con el cuento de que eso es lo normal cuando
un embajador concluye su misión en un país. Es cierto que se ha
convertido en una costumbre, pero no dice, en ningún parte, según lo que
he buscado, que sea la mayor distinción de forma obligatoria.
Si pasamos revista a todo cuanto hizo este funcionario diplomático,
fuera de lo que era sui misión diplomática, nos encontraremos con
cantidades de actuaciones al margen de su responsabilidad.
Lo más doloroso de todo es que a estas alturas, cuando este señor ya
se marcha, el gobierno no haya sido capaz de reclamarle una aclaración
creíble de porque al poder electoral le fue suspendido el visado. Nos
irrespeta.
Se burla de nosotros. Trata de obligarnos a cambiar nuestra
constitución y a todo esto lo despedimos por lo alto. Qué ironía. Uno de
los nuestros, que se la jugó para que a este país no les fueran
impuestas leyes y disposiciones que atenten contra nuestra soberanía es
ofendido y maltratado por quien el gobierno luego reconoce al marcharse.
Aplaudimos a su verdugo y desconocemos su actitud pro país. Pero… más
temprano que tarde, la actitud de Roberto Rosario y su papel frente a
dotar la nación de leyes migratorias confiables tendrá que ser
reconocida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario