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viernes, abril 06, 2018

Con olor a impunidad

Los crímenes contra periodistas en América Latina han quedado impunes, en la mayoría de los casos. Son contados los procesos que terminan aplicando las sanciones condignas a los autores intelectuales o materiales de esos asesinatos.
¿Por qué quedan impunes?  Esa es la interrogante que necesariamente aflora cuando, teniendo a la mano las evidencias comprometedoras de esas tramas criminales, la justicia se dilata, titubea o sencillamente escurre el bulto de su responsabilidad ante los autores.
Tal vez actúa así porque percibe que fueron obras de la mano siniestra del Estado o, en su defecto, de un poder más letal, el del crimen organizado, que siempre se las arregla para que el brazo de la justicia no castigue sus desmanes.
En República Dominicana no escapamos a este sospechoso patrón. Todavía estamos reclamando justicia por el asesinato de Gregorio García Castro, entonces jefe de Redacción de Ultima Hora, hace 45 años, y de otros periodistas que cayeron víctimas de las balas, los apuñalamientos o las torturas de los sicarios de uno u otro poder.
Para tener una idea de lo sospechoso que han sido algunos procesos judiciales vinculados a casos de crímenes contra periodistas, basta recordar que por el rapto y asesinato del periodista Blas Olivo, ocurrido en abril de 2013, se han celebrado 164 audiencias y en ese lapso han “caído” o desaparecido algunos personajes claves, tanto como testigos, como presuntos comprometidos.
En el de José Silvestre, acaecido en agosto de 2011, el ritmo de los reenvíos se asemeja al de los demás procesos. Se demora tanto hacer justicia que, en el camino, también han “caído” o desaparecido tres personas que tenían que comparecer como testigos o como sospechosos comprometidos.
Por eso es legítima la preocupación que han expresado distintos medios de comunicación del país frente a las amenazas vertidas contra la vida de la periodista Alicia Ortega, de Noticias SIN, tras los crudos reportajes que ha hecho sobre las trapisondas jurídicas que matizan el juicio al acusado de ser el autor intelectual del asesinato de Silvestre.
Con estas marcas de impunidad que han sellado tantos crímenes de periodistas, no es aspaviento ni constituye temor infundado el poner en dudas que la justicia pueda cumplir responsablemente con su deber.
Demasiado hay que ocultar. Demasiado hay que proteger, para que en este, como en otros casos, la impunidad vuelva a enseñorearse y burlarse de esta sociedad.
Tomado del editorial de
Con olor a impunidad
de la fecha
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