ALLÁ, AQUÍ.- La compra de los Tucano vuelve al
centro de la atención pública, pero como siempre no por diligencias
propias, sino ajenas. Para los brasileños y norteamericanos ese será un
caso cerrado, después de haberse establecido la verdad que interesaba a
unos y otros y repartirse las penas. Los dominicanos seguirán mirando y
esperando y quizás nunca llegue un final. Aunque en el caso hay
elementos nuevos. Las indagatorias que se hacen en el país cuentan con
el patrocinio y la asistencia de los norteamericanos.
Si allá pudieron,
aquí también. El embajador James -Wally-- Brewster salió a escena muy
prontamente, pero también dos ministros que tienen asiento en el Palacio
Nacional y que se les considera muy cercanos al presidente Danilo
Medina. José Ramón Peralta y Gustavo Montalvo. Peralta habla de casi
todo, vocero oficial frecuente, pero Montalvo no es muy dado a conversar
con la prensa. El gobierno quiere poner distancia, y la pone de
palabras, pues por el momento no podría hacer más nada. Se le querría
actuando en nuevos escenarios, como sería reclamar dinero a la empresa
que vendió los aviones...
LA REACCION.- El negocio es negocio, y seguirá
siendo negocio, por muchas condenas que se produzcan. La política por
igual seguirá siendo política, aunque las ganancias y las pérdidas no
estarían claras políticamente. No aquí, por lo menos. Cuando se produjo
el escándalo, la reacción fue muy dominicana. No era importante el
delito, ni quien lo cometía, sino a cuál sector del PLD pertenecían los
sospechosos primero y los imputados después. Si eran de Danilo Medina o
de Leonel Fernández. Y de la filiación dependería lo demás. Lo demás
sigue pendiente, pues ninguno de los bandos reivindica como suyo a los
involucrados, pero tampoco el expediente camina con la prisa o hacia su
destino natural. En Brasil fue lento, pero se llegó a un resultado. En
Norteamérica tomó tiempo, pero llenó el cometido. Ahora, nadie habló de
que el soborno era obra de demócratas o republicanos, o que perjudicaba a
Hillary Clinton y beneficiaba a Donald Trump, o que las culpabilidades
serían decisivas en las elecciones de noviembre. Y lo mismo respecto a
los políticos brasileños...
LAS PRUEBAS.- Esa no es la gran diferencia, pero es
una diferencia. Importa más la política que el delito, y entonces las
armas no son el derecho, la justicia y la consecuencia, sino la
delación, el ataque indirecto y el encubrimiento. Todas las sospechas
posibles, sea que se actúe en un sentido o en otro. Así fue en los
primeros capítulos, y podría ser en los siguientes. Aunque la
circunstancia se pinta crucial. Ahora no sería un pleito entre los
seguidores de Leonel Fernández y Danilo Medina, sino entre el jefe del
Estado y el embajador norteamericano, al cual no se le podrá ocultar
nada, puesto que tiene una unidad de investigación trabajando codo a
codo con los adjuntos de la Procuraduría. El presidente Medina pidió
pruebas, y el embajador Brewster le cogió miedo a un demonio con tanta
candela encima. Sin embargo, las pruebas aparecen, vienen de
Norteamérica o de Brasil, y se les pueden solicitar a las autoridades
correspondientes. Voluntad política no hace falta, pero tampoco quedarse
al margen. Únicamente dejar fluir, pues como dice la canción: “ ...El
agua se aclara sola al paso de la corriente ”...
EL MISMO CARRIL.- En lo que agua se aclara sola al paso
de la corriente, la percepción toma su turno. El fardo de la prueba no
será problema, pues los papeles, o vendrán de Brasil, o de Estados
Unidos. Lo oculto tendrá que revelarse, y si el procedimiento aplicado
dio resultado en Norteamérica y Suramérica, ¿por qué aquí no? La
negociación y el arreglo se imponen, pues nadie querrá cargar con culpas
ajenas, y los legos, con perspicacia y suspicacia, adelantan
posibilidades. La conclusión de la calle de que no son todos los que
están, ni están todos los que son. Las colindancias haciendo magia.
Inferencia lógica: demasiado dinero para tan pocas manos. ¿Cómo se
explicará que gente que estaba en el bazar o cerca no vendió nada,
cuando la filosofía al uso es que las oportunidades no desaprovechan?
Ningún temor detuvo, pues ni militar ni legislador pensó que una
operación de ese tipo podría derivar en escándalo internacional, con
investigaciones fuera que aquí no se podrán ignorar. El personaje del
Cabo lo dijo con la gracia del delincuente en El Cartel de los Sapos:
“Al que le toca, le toca”...
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