La vecindad con Haití afecta directamente el porvenir dominicano. La
inmigración clandestina y contratación irresponsable son las causantes
de enfermedades tan deprimentes como la sífilis y la malaria, a las que
se agrega la importación foránea del cólera. El contacto con la práctica
promiscua de sus mujeres es el gran cultivo de la sífilis, enfermedad
que había sido casi eliminada de nuestro medio.
La malaria había sido erradicada, pero hoy la reaparición del
paludismo es otro gran retroceso en la lucha contra uno de nuestros
peores flagelos sociales por la gran población haitiana ambulatoria en
nuestro territorio.
Es propicio citar al Dr. Joaquín Balaguer en su obra
“La Isla al revés”, el gran intelectual zorro de la política dominicana
y universal señaló como solución al problema haitiano que la gran masa
de ese pueblo evolucionara y que su nivel social dejara de descansar,
como hasta ahora, sobre un tipo de economía primitiva con gobiernos
progresistas presididos por negros auténticos y no por cuarterones
interesados en mantener a esa población en un estado de miseria y de
ignorancia propicio a la explotación más vergonzante, sino llevar a este
pueblo por un sendero de transformación en un país de nivel social
aceptable. De ser así, la vecindad de Haití habría dejado de ser una
amenaza para Sto. Dgo. y ambos países, dentro de sus respectivas
fronteras, podrían colaborar fraternalmente como obra de solidaridad
sociopolítica.
El Dr. Balaguer, hombre preclaro, entendía que con la elevación de su
nivel social y político, el pueblo haitiano se liberaría de los
peligros que hoy representan por una fecundidad incontrolada. En
definitiva, una evolución hacia un grupo de familia de tipo cristiano y
la desaparición de costumbres bárbaras que hacen posible la promiscuidad
sexual y las uniones incestuosas, crearían el obstáculo preventivo
necesario para que la población no se desarrollara en proporciones
alarmantes.
Entre todos los países de América, Rep. Dom. es el más interesado en el
progreso de Haití y espera el momento en que estos vecinos salgan de su
economía de tipo primitivo o feudal y de un estado social propio del más
grave deterioro forestal y agrícola. Apoyemos pues a nuestro Presidente
y que todas las fuerzas vivas de la nación marchen juntas en apoyo al
Plan de Regularización Migratoria, para así preservar nuestros índices
económicos de estabilidad y preceptos constitucionales.
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