El opositor PRM se formó legalmente como organización
política dominicana al final del año 2014 al ser aprobado por el pleno
de la Junta Central Electoral el cambio de nombre de la Alianza Social
Dominicana (ASD) a Partido Revolucionario Moderno.
Desde su constitución en partido hasta hace apenas unos meses, ese
grupo de disidentes del PRD focalizaron y pusieron todo su empeño en su
objetivo primordial, denostar a Leonel Fernández Reina quien estaba
supuesto a ser el candidato del PLD. Era el seguro rival a tratar de
vencer en las elecciones del 2016. Invirtieron todo ese tiempo y mucho
dinero a base de una campaña de descrédito para crear ruidos en el
entorno del ex presidente y su equipo para tratar de colocarlo ante la
opinión pública como un adversario con ciertas debilidades.
Por el poco tiempo con que cuentan de campaña los perremeistas y el
hecho de tener de contendor a un candidato fuerte, están forzados a
hacer uso de las herramientas con que mejor se desempeñan, la campaña
sucia.
Es lógico suponer que durante esta campaña electoral, no podíamos
esperar que la contienda tuviera un comportamiento bondadoso, ya que no
son humildes misioneros o simples parroquianos los que quieren arrebatar
el ansiado poder político, tampoco se concibe que busquen desacreditar
al oponente, exagerando los defectos ajenos mientras se ocultan los
propios.
Pero siento la necesidad de explicar que debemos diferenciar una
campaña sucia y por lo tanto inmoral, de la campaña que es negativa pero
que se hace dentro de los límites de la ética política y personal.
La campaña sucia e inmoral que han desarrollado, empezando el torneo
en contra del candidato presidente Medina, busca debilitarlo y
derrotarlo como sea, usando armas como la difamación y la calumnia,
inventando situaciones incorrectas y atribuyéndole actos indebidos que
no ha cometido.
Como adversarios políticos, el PLD está dispuesto a aceptar una
campaña negativa de su contrincante, en la que se les señalen hechos y
acciones que en realidad haya cometido, pero sin recurrir a la
invención, ni a la mentira ni a la calumnia.
Las campañas sucias y negativas, independientemente del efecto que
tengan en términos de destrucción del adversario o de daño a su
reputación y credibilidad, son realmente perversas también para quienes
las promueven. También, hay algo muy importante en lo que no han
reparado todos aquellos que hacen campañas cochinas y es que si bien es
cierto que los ciudadanos necesitan información clara y precisa sobre
los candidatos para tomar la mejor decisión electoral, los electores son
personas conscientes, inteligentes, reales y no una masa amorfa e
idiota como pretenden hacerlos sentir.
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