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viernes, septiembre 25, 2015

Crisis migratoria: inmigrantes favoritos

Numerosos inmigrantes intentan subir a un tren en
la estación de Gevgelija, Macedonia. Miles de
refugiados viajan a través de Macedonia y Serbia
hasta Hungría para poder llegar a Europa.

Por Manolo Pichardo ;-
Los conflictos armados en Siria, Afganistán e Irak, han desatado olas migratorias que, a decir de algunos, son solo comparables con las que se produjeron durante las dos conflagraciones mundiales que tuvieron como escenario a Europa, y a Alemania como centro de los confl ictos que lanzaba a los ciudadanos del viejo continente fuera de sus países para sobrevivir a la guerra.
Hoy salen de Asia, usando un corredor que incluye a Turquía, Grecia, Bulgaria, Rumanía, Ucrania, Polonia, Hungría y los mares Mediterráneo y Rojo, con el propósito de llegar al país más próspero de Europa, en razón de que las políticas de empleo y reunificación de las familias asumidas por Berlín, son más atractivas que en el resto de los 28 países de la UE.
Estos inmigrantes son considerados por algunos países de la Unión como “refugiados de guerra”, y por lo tanto, “por razones humanitarias”, afi rman, son recibidos en calidad de exiliados políticos.
El problema es que la avalancha está desbordando la capacidad de algunas naciones para albergarlos en centros improvisados que cumplan con las mínimas condiciones sanitarias que impidan brotes de enfermedades que puedan afectar, además de a los refugiados, a los ciudadanos del país receptor.
Un policía en Macedonia alinea a varios migrantes antes
de la llegada del tren a la estación en Gevgelija y que
viaja rumbo a Budapest, Hungría.
Ahora bien, la relativa flexibilidad con que se acoge a los “refugiados de guerra” podría responder a la necesidad que tienen países de la Unión de  enfrentar un acelerado decrecimiento demográfico, atribuible al incremento en la esperanza de vida; una consecuencia del estado de bienestar alcanzado tras la Segunda Guerra Mundial, cuestión a la que se le suma una caída en la fertilidad, razones sufi cientes para que escasee la mano de obra que necesita el aparato productivo europeo para continuar generando las riquezas que permita a los ciudadanos disfrutar de la prosperidad alcanzada.
Pero la presión migratoria no solo viene del llamado cercano Oriente, también llega de África, y desde hace más tiempo que el alud asiático.
Salen, básicamente, desde el centro. De Kenia, Ghana, Somalia, Senegal; en fin, han creado una ruta que los lleva a Marruecos, Argelia, Libia y Egipto, países del norte del continente con playas en el Mediterráneo, para desde aquellos lugares desembarcar en España, Italia y Grecia; puertas de entrada a la esperanza.
El Mediterráneo envuelve en sus entrañas a muchos de estos migrantes que huyen del hambre; los que vienen de Asia no solo tienen mejor suerte porque pueden llegar por tierra, sino porque se acogen bajo el amparo de “refugiados de guerra” que deben aceptarse por “razones humanitarias”.
Los africanos son “inmigrantes económicos”, y por tanto para ellos no aplican esos motivos que mueven a la Humanidad hacia la compasión y la solidaridad.
Tras estos argumentos hay algo que no está a simple vista, y tiene que ver con lo racial. Los que llegan de Asia, de fenotipo parecido al europeo, pueden llegar y ser un factor clave para el crecimiento demográfico que necesitan, sin alterar mucho, como lo harían los africanos, el rostro caucásico de Europa.
Esta fue el tipo de política migratoria que aplicó EE.UU durante años, como reveló Samuel Hutington en su libro “¿Quiénes somos? Los desafíos de la identidad nacional”.

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