Acusar no es probar. Hay que repetirlo hasta la
saciedad. Calumniar es fácil, más que buscar pruebas para sustentar la
calumnia. Se puede ser valiente y difamar escudándose en entidades y
detrás de éstas ladrar fieramente. Pero son sólo sonidos que el viento
se lleva sin mordida porque carecen de dientes.
Hay canes que me recuerdan a los chihuahuas: parecen ratas ladradoras.
A
propósito, un amigo me envió el texto de una querella que cursa contra
Leonel Fernández aventada por Miguel Surum Hernández, quien firma
también a nombre de Ramón María Almánzar como dirigentes de la Fundación
Primero Justicia. El tema de la acusación es la compra de los aviones
Super Tucanos.
Los doctores Surum-Almánzar, (y cito al último,
porque aunque no firma el documento es citado como tal), dicen que una
parte del dinero destinado a un soborno por la compra de los aviones fue
entregada al doctor Leonel Fernández. También mencionan a dos militares
por sus nombres pero se reservan el nombre de la persona que sería
clave en la trama. Este es el “famoso e influyente” senador que logró la
compra.
No hay que perder de vista que la decisión de compra no
fue una acción administrativa, tampoco un decreto presidencial sino que
se debatió en el Congreso y allí fue aprobada la adquisición de los
aparatos en un momento en que constantemente naves cargadas de drogas
asolaban el país. Con toda impunidad y descaro aterrizaban en las
carreteras nacionales. Ya eso fue conjurado.
El doctor
Surum-Almánzar, es ventrílocuo de dos manos diestras y parece contar
con ojos satelitales. Afirma sin rubor que el doctor Fernández fue
beneficiario de soborno y que por tanto merece la cárcel. Surum casi
que vio cuando unos dólares más ingresaron en las arcas del pasado
presidente. La imaginación que exhibe merece aplausos.
El sainete
instrumentado hace dos años continua. Florecen las plantas de la envidia
regadas por trasmano. Esta acusación contra Leonel Fernández
proporcionará un poco de esa fama transitoria que tributa el chisme
farandulero. Nada más que eso. Palabras al aire para buscar focos
prestados que alumbren la osadía.
Este tipo de acusaciones se
lanzan contra quienes tienen el brillo del buen nombre. Si Leonel
Fernández estuviera en el fondo de la popularidad la ralea no tendría
razón de existir.
¡Sancho, trae ladridos los vientos de la campiña!
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