Leonel Fernández, a quien le sobran los recursos dialécticos,
estimula a los militantes de su partido con el espíritu de imbatibilidad
para gobernar hasta 2044, y lo hace no como pronóstico, sino como
diagnóstico. Habló claro y alto.
No es gula de poder. No es asunto
de partido único, de dictadura constitucional, el juego es claramente
otro: elevar la presión internacional contra el peledeísmo en todas las
fuentes posibles, para forzar su salida del poder. Hasta se atrevieron a
manipular y desinformar a grupos de presión en Washington, pidiendo lo
inverosímil: perseguir sanciones para el país y el Gobierno. Y la verdad
que el liderazgo político opositor luce incapaz para destruir el
aparato de poder que significa el peledeísmo.
Pero además, ¿quién
es que debe decidir el sendero a seguir?: el pueblo dominicano, que sí
ha comprendido y, como suele suceder cuando los pueblos valoran la obra
de sus gobiernos, ha depositado su confianza en el modelo de dirección
del PLD. Este partido ha venido promoviendo gobiernos que se han
desarrollado con todas las garantías y con plena libertad, pruebas éstas
de que se dirige el país con acierto y que las funciones de Estado se
están haciendo en condiciones insuperables.
En países como el
nuestro está demostrado que los períodos largos de ejercicio
gubernamental los encaminan por el progreso. Se consolidan las políticas
públicas, tan distintas a las gestiones de la oposición perredeísta
cuya conducta es más retórica que fundamento. Aún las dictaduras donde
se pierde toda esperanza de que se establezca el consenso y el sentido
común, marcha el progreso. Por eso, en esta materia de acusar al
peledeísmo de ejercer el gobierno de “partido único”, conviene evitar la
demagogia e ir a los detalles, al fondo de los problemas. Estos deben
ser encarados con responsabilidad: educación, salud, economía,
agropecuaria, etc., y quienes tienen el deber de ocuparse de ellos no se
le toleraría que mirasen para otro lado.
Desde que el PLD
gobierna, se ha dedicado a instalar un Estado moderno en todo su aparato
dirigido a fortalecer la nación, como lo evidencia el crecimiento de
su riqueza, la Constitución, sus institucionesÖ, claro, seguimos
padeciendo serias carencias.
Es innegable que goza del mayor
prestigio la gestión del presidente Medina, que nos revela que el modelo
de alternancia peledeísta no está agotado, que hay innovación. Pienso
que sí hay una rectificación de imagen, pero no una tarea de
reconstrucción, como han pretendido hacer creer desde la caverna
mediática que adversa al partido oficial. Nada ha marcado tanto la
historia agropecuaria al observar al Presidente en sus visitas continuas
al campo, que constituyen el rasgo definitivo del nuevo modelo de
gobierno con medidas pertinentes que tienen el necesario consenso
mayoritario.
Pero bien, lo que no ha sido difícil de admitir es
que las conclusiones de todo el proceso de sustitución del perredeísmo
es que en los cinco últimos procesos electorales efectuados, han podido
plantearse como verdaderas mociones de censura a la falta de conciencia
de Estado, a la disfuncionalidad democráticamente hablando pues las
riñas partidarias y personalistas que abruman a esa organización,
paralizan el Estado haciendo las gestiones desconstructivas. ¿Sería
sensato darnos un cambio de “modelo decente y atinado” por gente que
faena torpedeando el desarrollo real de la nación? No hay que devanarse
los sesos para comprender que el debate electoral ha servido para
diferenciarse a las dos grandes mayorías partidarias.
Todas las
alusiones a la pretensa “eternidad” del peledeísmo en el poder por parte
de los opositores, es un reconocimiento de su debilidad para el combate
electoral. Entonces, el objetivo de querer rendir al peledeísmo antes
del 2044, no es redistribuyendo el poder sin ganárselo, sino
despojándose de la desconfianza que tiene el pueblo de ese conglomerado
de intereses particulares y de medianías conformistas.
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