El senador Félix Bautista se está moviendo por
el mundo en busca de restituir su honra que él entiende que ha sido
afectada por políticos y comunicadores que difaman su persona.
En
la vida moderna del país no conozco una ofensiva similar. Ha colocado
demandas en Perú, Miami y España. Mientras el Senado de la República
realiza una investigación sobre el tema.
En un programa radial le
escuché decir que no haría arreglos. Que no formularía acuerdos. Sólo
entendería la sentencia de los tribunales como fórmula de
apaciguamiento.
En un comentario que recientemente hice, subrayé
que las iniciativas del senador Bautista marcarían un antes y un
después. Tanto si gana o como si pierde. Se está construyendo un
protocolo de acción ante situaciones como la presente, donde se enjuicia
la maledicencia, la calumnia, la infamia o la diatriba.
En mis
pocos años de comunicador social me he planteado que la difamación sea
castigada fuertemente porque el honor de las personas debe ser
respetado. Acusar sin pruebas, pertrechado en un micrófono o un medio
informativo cualquiera, es un acto de cobardía. No obstante, nuestro
deber de exigir el cumplimiento de las leyes y la pulcra actividad del
funcionario público, nos empuja a indagar sobre las conductas. No son
contradictorios. La diferencia es si investigamos o actuamos a la
ligera.
El periodista tiene que ser responsable. Sin miedo pero sin abusos.
En
el caso de Félix Bautista hubo deslices o pronunciamientos macarrónicos
embriagados por la pasión política o imprudentes campañas o creyentes
firmes de sus verdades. Hasta hemos creído que el senador no era el
objetivo, sino Leonel Fernández, tiro al blanco contra quien los
adversarios lanzan epítetos sin medir las consecuencias. La mayor parte
de la supuesta campaña difamatoria contra el senador se ha desarrollado
en un ambiente de campaña presidencial.
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Alfredo Freites |
Eso de que yo creí o yo pensé, tiene en la comunicación pública sus consecuencias.
Las
acciones emprendidas por Bautista serán un nuevo marco legal. Eso es
beneficioso para la salud jurídica del país. Nos hará también más
hábiles para expresarnos. No es que una sentencia amarrará lenguas,
pero sí las convertirá en más inteligentes a la hora de enjuiciar.
El
tema debe mantenerse en el ámbito de la justicia. Para evitar males
mayores hay que mantener a las familias fuera del debate.
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