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lunes, mayo 13, 2019

Visitas Sorpresa y palabra empeñada

No sé cuántos
medios de comunicación y opinantes mediáticos individuales han dado seguimiento más allá de la parafernalia del poder a las obras prometidas en las “Visitas sorpresa” del presidente Danilo Medina.
El Gobierno sí difunde sus datos. Según informa la Dirección de Comunicaciones palaciega, tal estrategia llegó el 28 de abril a 247 visitas, al reunir  150 pequeños productores agropecuarios con una carga familiar de 900 personas en Sabana de Payabo, provincia Monte Plata, 67 kilómetros al nordeste de la capital. Fue el día en que Medina sorprendió con un quepis en su cabeza, aunque no lo informó, fue justo en la conmemoración del 54 aniversario de la invasión de 42 mil marines estadounidenses para impedir el regreso a Palacio del derrocado presidente constitucional Juan Bosch.
El 28 de septiembre de 2018, al llegar a la actividad presidencial 220, el sabichoso senador por Elías Piña, propulsor de una segunda reforma constitucional para rehabilitar la repostulación del presidente, Adriano Sánchez Roa, dijo que el Gobierno ha invertido RD$38,000 millones de una programación de RD$57.6 mil millones en 1,696 proyectos.
Y que eso ha representado 333.6 millones de dólares en exportaciones agropecuarias, equivalentes a 16 mil millones de pesos en exportaciones agropecuarias.
Salvo el estudio de datos oficiales hecho por el Centro de Investigación Económica y Social Padre José Luis Alemán, de la Universidad Católica Madre y Maestra, que cuestiona el impacto positivo en la economía de tales inversiones en el campo, la lluvia cotidiana de críticas mediáticas no está sustentada en la verificación in situ cuando la autoridad no vigila, sino en las pasiones políticas. Así, la graduación de la intensidad de los ataques no depende de la observación y el dato, sino del capricho.
Y eso le quita crédito. Creo, sin embargo, que Medina ha ganado un espacio en las comunidades campesinas visitadas desde 2012. Amén de impacto económico, su credibilidad es buena porque –perciben los comunitarios–  les visita y ha cumplido con su palabra empeñada.
Al menos eso pude comprobar en el primer cuatrienio gubernamental (2012-2016), cuando visité con un fotógrafo los proyectos: chocolateras de Vicentillo, Hato Mayor; productoras de tilapias de la Bombita, Barahona; productores de vegetales chinos, de La Vega; y queseros de Dajabón.
LA CARA DEL HONOR
Si a esos millares de campesinos les preguntan su parecer sobre una segunda reforma de los artículos 124 y vigésimo transitorio de la Constitución para rehabilitar al presidente, responderán sin titubeos: sí. No saben de qué le hablan, ni sobre las implicaciones para la institucionalidad, la gobernabilidad y la paz social, indispensables para ellos mismos producir. Ni les interesa mucho, por razones de subsistencia. Viven el día a día, y el nivel de análisis para temas complejos es nulo. Sí conocen y sienten cercano al Presidente, porque “ha cumplido con su palabra empeñada”,  y eso basta. Palabra empeñada. Esa es la clave.
Es parte de la constitución no escrita del hombre tradicional de trabajo. También del mundo de la mafia; sobre todo, del narcotráfico.
Violarla tiene un costo que puede implicar hasta la muerte.
Aunque muchos oportunistas ahora cantaletean, diferente a Bosch, que en política no hay ética ni moral y todo se vale, el presidente Medina tal vez necesite ponerse anteojeras para evitar la tentación de los ruidos ensordecedores de los grandes beneficiarios de todos los gobiernos, y apelar a algo abstracto, pero más potente que todo el dinero del mundo: cumplir con el compromiso verbal y escrito ante la sociedad de no reformar la Carta Magna para reelegirse.
Porque mañana, cuando siquiera asome la desgracia, los agitadores que se han hecho potentados chupando “la teta del Estado”, actuarán conforme su naturaleza: “tomarán la de Villadiego”, porque la lealtad no existe en su léxico.
Y, ante ese abandono súbito, ya en la soledad del poder, aparecerán sus campesinos. Ésos que no acumulan riqueza, y menos robada, y dicen algo porque lo sienten. Pero él es el Presidente, y, cuando no lo sea, será Danilo con su familia. Él sabe cuál ruta le conviene más. Y la historia le juzgará, si no el presente.
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