Las mafias han sentado sus reales en muchos
campos de la actividad productiva del país, adquiriendo en determinadas
circunstancias más poder que el mismo Estado.
Es tanto el poder, que son capaces de defraudar al fisco con miles
de millones de pesos en contubernio con militares, jueces y personas que
trabajan en entidades del Gobierno, sin mayores consecuencias.
Es el mismo patrón que aplican esas mafias a sus operaciones con los
contrabandos de bebidas, cigarrillos, medicinas adulteradas, drogas y
armas, o para la falsificación de la identidad nacional y de
innumerables productos que los consumidores adquieren sin imaginarse los
riesgos que entrañan para su salud.
La existencia y operaciones activas de estas mafias ha configurado
lo que una vez llamamos la “sociedad del engaño”, en la cual imperan las
más inimaginables formas de estafas, técnicas de evasión y elusión
impositiva, acompañadas, en no pocos casos, de chantajes, secuestros o
asesinatos perpetrados por el sicariato.
Con ese poder acumulado es obvio que cuando el Estado decide
enfrentar sus operaciones de evasión impositiva hagan todo lo posible
por neutralizar la acción fiscalizadora, utilizando todas las artimañas
posibles y valiéndose de las redes de apoyo que les dan funcionarios,
militares y jueces comprados.
La sociedad debe saber esto. Debe estar consciente de la magnitud de
su poder de intimidación y de retaliación. Y de su capacidad hasta para
doblarles el pulso a las autoridades, cuando estas le marchan de frente
para ponerle fin a sus afrentas.
En estos momentos, según sabemos, los principales funcionarios del
sector recaudador de impuestos, comenzando por su director, se
encuentran bajo rigurosa protección militar, ante los temores de que al
cortar un flujo multimillonario de operaciones mafiosas, las represalias
y venganzas no se dejen esperar.
A estos funcionarios y a sus familiares hay que darles el mayor apoyo
para que no se acobarden ni salgan huyendo de los puestos y, en cambio,
continúen ejerciendo su autoridad para desmantelar este entramado de
engaños del crimen organizado, que sangra y debilita al Estado y a la
sociedad misma.
Tomado del editorial de
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