La rebelión popular contra las fuertes alzas de los combustibles en
Haití no es más que el reflejo de un mar de fondo que venía agitando las
bases de la gobernabilidad desde que el régimen del presidente Jovenel
Moise pactó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un programa de
ajustes para encausar una economía en crisis.
Por esa razón, al suprimir los subsidios (que era una condición sine-qua-non) del programa de ajustes del FMI, el estallido no se hizo esperar. Fue la gota que rebosó la copa de la resistencia que el pueblo mantenía frente al acuerdo que, entre otros objetivos, buscaba poner control a las grandes pérdidas derivadas de las operaciones de la empresa pública de electricidad.
Esto explica en gran medida el masivo e imparable éxodo de haitianos, indocumentados o no, hacia nuestro país desde entonces, con todas las imprevisibles consecuencias que esto ha traído en todos los órdenes. Con la crisis actual latente en Haití, esa avalancha se mantendrá, fuera de todo control, de lado y lado.
Tomado del editorial de
de la fecha
En verdad, el descontento estaba instalado ya en el seno del pueblo desde que el gobierno dejó de pagar los salarios de la Policía y otros servidores públicos hace tres meses, desde que aumentó los costos de las matrículas de los vehículos y desde que el contrabando de combustibles hacia la República Dominicana ahondó la sangría que supuso la frenética demanda de dólares para sustentar este jugoso negocio.EN VIDEO | Saqueos, negocios destruidos e incendiados y violencia han dejado las protestas registradas en Haití por tercer día consecutivo contra el intento del gobierno de aumentar los precios de los combustibles. pic.twitter.com/d7zeeI4XdS— Alberto Rodríguez (@AlbertoRodNews) 9 de julio de 2018
Como los precios de la gasolina estaban subsidiados y eran más bajos comparativamente que los de República Dominicana, el consumo se disparó de 14,000 a 20,000 barriles ya que gran parte del combustible fue trasegada, por los especuladores y contrabandistas, hacia este lado de la isla, una realidad que hasta el propio ministro de Economía y Finanzas, Jude Alix Patrick, tuvo que admitir.EN VIDEO | El gobierno se retracta, pero no paran los saqueos en Haití tras las protestas que comenzaron el viernes, cuando se anunció los incrementos en precios de los combustibles como parte de un acuerdo con el FMI para reducir los subsidios a los hidrocarburos. pic.twitter.com/cNXYkr7P3O— Alberto Rodríguez (@AlbertoRodNews) 9 de julio de 2018
Por esa razón, al suprimir los subsidios (que era una condición sine-qua-non) del programa de ajustes del FMI, el estallido no se hizo esperar. Fue la gota que rebosó la copa de la resistencia que el pueblo mantenía frente al acuerdo que, entre otros objetivos, buscaba poner control a las grandes pérdidas derivadas de las operaciones de la empresa pública de electricidad.
Estas pérdidas, según el FMI, eran las responsables de aproximadamente la mitad del déficit presupuestal del Gobierno, lo que contribuyó a menguar la autoridad y la capacidad de maniobra del presidente Moise para reencauzar la economía y, en consecuencia, tener recursos para nuevas inversiones públicas, especialmente las dirigidas a la reconstrucción del aparato productivo, la vivienda, la salud, la educación y otras infraestructuras de servicios públicos deterioradas tras el terremoto del año 2010.Así ardía la que fuera Coca Cola Company sucursal Haití.— Manuel Rojas Rod. (@Manuelrojasrod) 9 de julio de 2018
Se quedaron sin refrescos con este verano ardiente.
Seguridad en la frontera. pic.twitter.com/30BiMqYe6g
Esto explica en gran medida el masivo e imparable éxodo de haitianos, indocumentados o no, hacia nuestro país desde entonces, con todas las imprevisibles consecuencias que esto ha traído en todos los órdenes. Con la crisis actual latente en Haití, esa avalancha se mantendrá, fuera de todo control, de lado y lado.
Tomado del editorial de
de la fecha
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