Este envío del proyecto de Ley de Partidos Políticos a una comisión
de estudio parecería que es un pespunte que une las dos partes
enfrentadas. Así cosen las crispaciones como si fuera un roto o tejidos
disímiles para colcha de retacitos.
Pero en la realidad de la sastrería política los alfilerazos para zombis y los tijeretazos por doquier se pelean fuera de las curules de cortar y las máquinas de contar. Los legisladores colocaron un paño negro delante de la clientela para ocultar el vaivén de las negociaciones en que arribaran a sotto voce. Allí habrá de todo. Ofertas de compra tal como subasta y ascos de resaca mal manejada.
Con un capotazo de telas al aire los líderes pusieron hilos de colores de sus respectivas tendencias para aplacar el ruido del desenfreno. Todas esas máquinas empleadas al unísono convirtieron la Cámara de Diputados en la Torre de Babel y la cosa no era para tanto. Cierto es que el soborno había convertido el predio en un ágora de mala vibra, llegaba el momento de apaciguar los envites. Si nos enfocamos en el telar podría desentrañarse algunos daños notables solo a contraluz. Esos “damages” vienen de origen, están elaborados con hilo de reelección y los maestros puestos a cargo saben que unas telas primarias únicamente sirven para confeccionar ropajes indecorosos. El principal surtidor hizo grandes descuentos en su oferta, pero no convenció a la mayoría. Eso provocó su enojo ya que no se contaba con tal eventualidad. Por eso hay un cierre temporal de la sastrería de confección de leyes. Los diputados recibieron del Senado un paño con hilos dos por tres mal trazados. Todo estaba diseñado con tejidos dos por dos que cogen otra vuelta. Los operadores de la cámara baja tendrá que reinventar otra rueca porque la rueda ya está patentizada. De la comisión de estudio podría salirle al país una nueva moda: un vestido entallado sin mangas primarias ni escote abierto para calmar el rubor público, o bien meter nuevamente el boceto en archivo alegando incompatibilidad de caracteres tipográficos.
Pero en la realidad de la sastrería política los alfilerazos para zombis y los tijeretazos por doquier se pelean fuera de las curules de cortar y las máquinas de contar. Los legisladores colocaron un paño negro delante de la clientela para ocultar el vaivén de las negociaciones en que arribaran a sotto voce. Allí habrá de todo. Ofertas de compra tal como subasta y ascos de resaca mal manejada.
Con un capotazo de telas al aire los líderes pusieron hilos de colores de sus respectivas tendencias para aplacar el ruido del desenfreno. Todas esas máquinas empleadas al unísono convirtieron la Cámara de Diputados en la Torre de Babel y la cosa no era para tanto. Cierto es que el soborno había convertido el predio en un ágora de mala vibra, llegaba el momento de apaciguar los envites. Si nos enfocamos en el telar podría desentrañarse algunos daños notables solo a contraluz. Esos “damages” vienen de origen, están elaborados con hilo de reelección y los maestros puestos a cargo saben que unas telas primarias únicamente sirven para confeccionar ropajes indecorosos. El principal surtidor hizo grandes descuentos en su oferta, pero no convenció a la mayoría. Eso provocó su enojo ya que no se contaba con tal eventualidad. Por eso hay un cierre temporal de la sastrería de confección de leyes. Los diputados recibieron del Senado un paño con hilos dos por tres mal trazados. Todo estaba diseñado con tejidos dos por dos que cogen otra vuelta. Los operadores de la cámara baja tendrá que reinventar otra rueca porque la rueda ya está patentizada. De la comisión de estudio podría salirle al país una nueva moda: un vestido entallado sin mangas primarias ni escote abierto para calmar el rubor público, o bien meter nuevamente el boceto en archivo alegando incompatibilidad de caracteres tipográficos.
Con esta pausa
los sastres oficialistas ganan tiempo para aumentar el precio de compra
de operarios contrarios, o batirse en retirada sin dejar ver que llevan
la camisa rota. No obstante, los operarios en rebeldía no se
vanagloriarán porque quieren un entendimiento futuro.
En la Cámara de Diputados podrían confeccionar un nuevo traje. Vamos a la pasarela.
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