Éramos todos muchachos un día como hoy --hace 45
años--, cuando fue asesinado con la mayor alevosía el inolvidable
maestro y compañero Gregorio García Castro, Goyito Trabajábamos en el
vespertino Última Hora, bajo la dirección de Virgilio Alcántara, que
tenía apenas 28 años. Goyito tenía 36, el mayor del grupo.
Hablo de Aníbal de Castro, Guarionex Rosa, César Rivera, Miguel Franjul, Augusto Obando, Ubi Rivas y César Medina. Mucha responsabilidad para un grupo de muchachos barbados que prácticamente se iniciaban en un periodismo altamente riesgoso por agresivo y en lucha constante contra la represión del régimen, el surgimiento de La Banda y con las calles tinta en sangre.
Ese 28 de marzo había sido un día normal de trabajo en nuestro periódico --un diario tipo tabloide que en poco tiempo le había arrebatado una esquina del pastel a El Nacional en la competencia del diarismo vespertino--, y por eso, si queríamos avanzar de la forma en que avanzábamos, teníamos que ser más agresivos que la competencia, y eso era ya mucho decir.
Porque entonces se discutía entre mofa cuál de esos dos “caribitos” ¡chorreaba más sangre! al momento de exprimirlos a su salida cada tarde. Eran tiempos muy difíciles aquellos, una época en que al salir tempranito de la casa nuestros padres nos encomendaban a todos los santos.
Goyito era el primero en llegar a la Redacción del periódico, entonces ubicado en la 19 de Marzo de la Zona Colonial, frente al Listín Diario que cedía cada tarde sus talleres y facilidades técnicas para hacer posible que saliera Última Hora, también de la familia Pellerano-Ricart.
Era, Goyito, una máquina de producir noticias, ideas, recibir confidencias, distribuir el trabajo de la Redacción, armar, en fin, el periódico de cada día, conjuntamente con Virgilio, el director. Cuando llegaba “la tropa”, como él le llamaba, cada periodista ya tenía su asignación del día, el periódico ya estaba planeado.
Mecánica de trabajo
En el periódico habíamos establecido un horario vespertino para avanzar la edición del día siguiente. Todo material que no perdía actualidad: investigación, notas de prensa, noticias de provincias, caricatura, horóscopo, tiras cómicas, en fin, todo el material que no desactualizaba se despachaba a composición y pegado la tarde anterior. Goyito casi siempre también avanzaba su columna ‘En un Tris’, la de mayor lectoría de la prensa vespertina.
En esos afanes pasábamos tres o cuatro horas de cada tarde y salíamos del periódico regularmente sobre las 7:00 de la noche cuando nos despedíamos hasta el día siguiente. Goyito era el último en salir, siempre con el pelo alborotado, una chaqueta ladeada sobre el hombro derecho, lentes caídos a la punta de la nariz y un extraordinario manojo de llaves en su mano izquierda.
Esa tarde del 28 de marzo de 1973 no ocurrió nada anormal fuera de esa rutina laboral. Hacía apenas menos de tres meses del fusilamiento del coronel Caamaño en Nizaito, San José de Ocoa, y el país no se reponía de su frustración y enojo... Nadie pensó que en ese momento se podía atentar contra la vida de uno de los periodistas más prestigiosos y conocidos.
Goyito, sin embargo, cada día publicaba noticias exclusivas sobre Caamaño y sus conflictos con Los Palmeros, de Amaury Germán Aristy, y era información que le llegaba de fuentes exclusivas en el estamento militar que solo él manejaba en esos niveles de confidencialidad.
El día de su asesinato debimos salir juntos de la Redacción porque regularmente él me dejaba en la ruta de su casa en el ensanche Quisqueya... Caminaba hacia la puerta junto al periodista Augusto Obando para abandonar la Redacción, pero Goyito interrumpió el teclado de su máquina de escribir y me dijo: ¡No he terminado, espérenme donde los griegos de El Conde...!
“Los Griegos del Conde” era una cafetería muy concurrida en esa época situada en El Conde con 19 de Marzo, a una cuadra del periódico. Ahí compartíamos Obando y yo una cerveza cuando escuchamos los disparos... ¡Habían asesinado a Goyito!
Lo mató la Jefatura de la Policía en un típico crimen de Estado... Y eso está documentado.
Hablo de Aníbal de Castro, Guarionex Rosa, César Rivera, Miguel Franjul, Augusto Obando, Ubi Rivas y César Medina. Mucha responsabilidad para un grupo de muchachos barbados que prácticamente se iniciaban en un periodismo altamente riesgoso por agresivo y en lucha constante contra la represión del régimen, el surgimiento de La Banda y con las calles tinta en sangre.
Ese 28 de marzo había sido un día normal de trabajo en nuestro periódico --un diario tipo tabloide que en poco tiempo le había arrebatado una esquina del pastel a El Nacional en la competencia del diarismo vespertino--, y por eso, si queríamos avanzar de la forma en que avanzábamos, teníamos que ser más agresivos que la competencia, y eso era ya mucho decir.
Porque entonces se discutía entre mofa cuál de esos dos “caribitos” ¡chorreaba más sangre! al momento de exprimirlos a su salida cada tarde. Eran tiempos muy difíciles aquellos, una época en que al salir tempranito de la casa nuestros padres nos encomendaban a todos los santos.
Goyito era el primero en llegar a la Redacción del periódico, entonces ubicado en la 19 de Marzo de la Zona Colonial, frente al Listín Diario que cedía cada tarde sus talleres y facilidades técnicas para hacer posible que saliera Última Hora, también de la familia Pellerano-Ricart.
Era, Goyito, una máquina de producir noticias, ideas, recibir confidencias, distribuir el trabajo de la Redacción, armar, en fin, el periódico de cada día, conjuntamente con Virgilio, el director. Cuando llegaba “la tropa”, como él le llamaba, cada periodista ya tenía su asignación del día, el periódico ya estaba planeado.
Mecánica de trabajo
En el periódico habíamos establecido un horario vespertino para avanzar la edición del día siguiente. Todo material que no perdía actualidad: investigación, notas de prensa, noticias de provincias, caricatura, horóscopo, tiras cómicas, en fin, todo el material que no desactualizaba se despachaba a composición y pegado la tarde anterior. Goyito casi siempre también avanzaba su columna ‘En un Tris’, la de mayor lectoría de la prensa vespertina.
En esos afanes pasábamos tres o cuatro horas de cada tarde y salíamos del periódico regularmente sobre las 7:00 de la noche cuando nos despedíamos hasta el día siguiente. Goyito era el último en salir, siempre con el pelo alborotado, una chaqueta ladeada sobre el hombro derecho, lentes caídos a la punta de la nariz y un extraordinario manojo de llaves en su mano izquierda.
Esa tarde del 28 de marzo de 1973 no ocurrió nada anormal fuera de esa rutina laboral. Hacía apenas menos de tres meses del fusilamiento del coronel Caamaño en Nizaito, San José de Ocoa, y el país no se reponía de su frustración y enojo... Nadie pensó que en ese momento se podía atentar contra la vida de uno de los periodistas más prestigiosos y conocidos.
Goyito, sin embargo, cada día publicaba noticias exclusivas sobre Caamaño y sus conflictos con Los Palmeros, de Amaury Germán Aristy, y era información que le llegaba de fuentes exclusivas en el estamento militar que solo él manejaba en esos niveles de confidencialidad.
El día de su asesinato debimos salir juntos de la Redacción porque regularmente él me dejaba en la ruta de su casa en el ensanche Quisqueya... Caminaba hacia la puerta junto al periodista Augusto Obando para abandonar la Redacción, pero Goyito interrumpió el teclado de su máquina de escribir y me dijo: ¡No he terminado, espérenme donde los griegos de El Conde...!
“Los Griegos del Conde” era una cafetería muy concurrida en esa época situada en El Conde con 19 de Marzo, a una cuadra del periódico. Ahí compartíamos Obando y yo una cerveza cuando escuchamos los disparos... ¡Habían asesinado a Goyito!
Lo mató la Jefatura de la Policía en un típico crimen de Estado... Y eso está documentado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario