El movimiento cívico denominado como “marcha
verde” parece no acertar con el papel de organización de rigor cívico
para el reclamo social, y de pura sensatez democrática, que le
corresponde. Solo impera el pensamiento único. Una dama intenta hablar a
favor del Gobierno y le arrebatan el micrófono. Falta de ejemplaridad
democrática. El consenso es unidireccional. En el trayecto recorrido por
estos marchadores ha habido de todo.
De lo sublime a lo ridículo; sarcasmo, irreverencia... Dicen, provocadoramente que someterán a la justicia al presidente Danilo Medina, y al mismo tiempo adjuran de la propia institución del Estado que administra el proceso. Un día dicen una cosa y al otro día también que, por ejemplo, hay que borrar de un plumazo todas las instituciones del Estado forzando a que tengamos que entender que se trata de gente totalmente despistadas, o antisistema y anarquista la que mueve los hilos de la desconexión. Es una actitud de venganza política como debemos interpretar el comportamiento del abajismo rabioso que monta este teatro social ya no con la virulencia epopéyica de otros tiempos próximos pasados. Además del tigrismo político que siempre se ha distinguido por la anarquía y el desorden, han logrado sumar como lugartenientes a grupos de jóvenes y gente adulta que actúan como pobres engañados pertenecientes a una generación de irreverentes, urbanos y digitales.
De lo sublime a lo ridículo; sarcasmo, irreverencia... Dicen, provocadoramente que someterán a la justicia al presidente Danilo Medina, y al mismo tiempo adjuran de la propia institución del Estado que administra el proceso. Un día dicen una cosa y al otro día también que, por ejemplo, hay que borrar de un plumazo todas las instituciones del Estado forzando a que tengamos que entender que se trata de gente totalmente despistadas, o antisistema y anarquista la que mueve los hilos de la desconexión. Es una actitud de venganza política como debemos interpretar el comportamiento del abajismo rabioso que monta este teatro social ya no con la virulencia epopéyica de otros tiempos próximos pasados. Además del tigrismo político que siempre se ha distinguido por la anarquía y el desorden, han logrado sumar como lugartenientes a grupos de jóvenes y gente adulta que actúan como pobres engañados pertenecientes a una generación de irreverentes, urbanos y digitales.
En
el camino se han mezclado colores imposibles: rojo, verde, blanco,
azul, amarilloÖ toda una amalgama dirigida a tratar con mordaz intención
de desacreditar aún más las instituciones. Hace apenas unas semanas,
como dijimos precedentemente, mostraron su desmesura. Para lucir su
extravagante intención y potencia, sus músculos intelectuales plantearon
la voladura total de las instituciones, y como esa locura no ganó más
que un titular de periódico propio de ópera bufa, para probar más su
audacia anunciaron que expedientarían al Presidente de la República a
sabiendas de que lo dicen para que se interprete como mofa, como
denuncia política propia para la risa más que para la corrección.
Presentada la ocurrencia en esos términos sabe uno que ningún juicio
penal prosperará porque solo tiende a interpretarse como una simple
vendetta política. Y lo digo así porque no han ido al fondo de la
cuestión, algo que es específico de nuestro país el denuncismo
tremendista e irresponsable, siendo de su conocimiento el control
holgado de los organismos del Estado (Procuraduría, Congreso, etc.) que
tiene el Presidente y su partido. Así que el maltrecho cuerpo de
titiriteros que dirigen el movimiento de marchadores, y que han
pretendido convertirlo en “marchas del miedo”; también los lanzaron como
manada hambrienta a protestas domiciliarias evidenciando su manera
definitoria de hacer su papel desde la zona oscura del escondite. La
verdad que han ido perdiendo el escenario, no sólo por la postura de
montarlo contra los “corruptos malos” mientras marchan con “corruptos y
corruptores buenos”, sino el mínimo decoro que se exige para sostenerlo.
Han adoptado posiciones típicamente fundamentalistas, y ahí, a su vera
en forma oportunista medran políticos de dudosa conducta cívica. Todos
en una bolsa de odios y fracasos que le conduce a una deslealtad con la
República, pues su agenda no incluye el aluvión migratorio haitiano
donde el Gobierno sí arrastra culpas y faltas de deberes.
Por Manuel Fermín ;-
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