La tecnología ha creado muchas herramientas eficaces para prevenir y
enfrentar la criminalidad en todos sus matices, y en ella debemos
apoyarnos para dar una batalla decisiva a los feminicidios.
Independientemente de los métodos y programas que lleven orientación y
disuasión a los hombres potencialmente agresivos y ayuden a las mujeres
a protegerse de tantos riesgos y amenazas, hay que apelar a
dispositivos modernos como los botones de pánico y los grilletes
electrónicos de geolocalización, como suplementos de auxilio en esta
batalla.
En otros países, el Estado pone a disposición de las mujeres
amenazadas o ya agredidas un teléfono que posee un botón de pánico, que
se pulsa ante un peligro inminente de abuso y que alerta de inmediato a
un centro de control para acudir en auxilio de la mujer sin pérdida de
tiempo.
También existe tecnología para colocar grilletes o brazaletes
electrónicos a los hombres denunciados como abusadores o sospechosos de
agredir y llegar hasta el feminicidio para hacer valer las órdenes
judiciales de alejamiento, lo que generalmente no se cumple.
Con un aparato como este, tan pronto el portador se aproxime al
espacio que le es vedado se disparan las alarmas y las autoridades
pueden rápidamente evitar que se acerque a la mujer.
Además, el solo hecho de violar la orden de alejamiento es comprobable y castigable.
La implantación de estos aparatos de geolocalización permite a los
ciudadanos identificar a quienes se encuentran bajo ese nivel de
coerción, una especie de marca o estigma que visibiliza al potencial
agresor. Una marca así probablemente ayuda a desestimular a los que en
algún momento dejaron entrar en sus mentes la idea de matar a sus
parejas o exparejas.
A nadie le gustaría andar marcado en la sociedad, pero la sociedad
está en el deber de proteger la vida de los ciudadanos y, más que nada,
de las mujeres, que hoy se encuentran en el estado más vulnerable de
inseguridad y desprotección frente a una cultura machista demasiado
enraizada.
Tomado del editoral de
de la fecha
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