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viernes, noviembre 24, 2017

📷 El hombre que murió el 25 de noviembre

Rufino de la Cruz Disla llevó a las Mirabal a ver a sus esposos presos cuando nadie quiso hacerlo. Murió con ellas el fatídico 25 de noviembre de 1960. Su hija, Miledys de la Cruz, nos habla de su valentía y compromiso
Despunta la mañana del sábado 26 de noviembre de 1960. Delisa González sale de su casa. No había dormido en toda la noche, caminando de un lado a otro con el rosario en sus manos, rezando. A los pocos pasos de iniciar su camino un familiar se le acerca. “Delisa, devuélvete. Rufino y las muchachas tuvieron un accidente. Vamos, que no hay vida, vamos a arreglar la casa”.
La angustia guardada durante horas se convirtió en gritos y llanto. Así, apura los pasos a su destino, la casa de Mercedes Reyes (doña Chea), madre de “las muchachas”: Minerva, Patria y María Teresa, que quedaba a pocos metros de su hogar, en Ojo de Agua, Salcedo (en el norte de República Dominicana, hoy provincia Hermanas Mirabal). Ve a poca distancia a Bélgica Adela Mirabal, mejor conocida como Dedé, hija de doña Chea y hermana de las que iban en un jeep junto a su marido.
“¡Miren a Delisa como ésta, también mató a su marido, lo mató!”, grita Dedé, de acuerdo a su propio testimonio recogido en sus memorias “Vivas en su jardín”.
Minerva tenía 34 años y dos hijos. Patria, 36 y tres hijos. María Teresa, 25 y una hija. Rufino de la Cruz tenía 37 años, los había cumplido nueve días antes, el 16 de noviembre. Tenía una hija de 10 años, Miledys, fue agricultor y chofer. El día antes había decidido, contra todas las advertencias, acompañar a las hermanas amenazadas por la sombra del dictador Rafael Leonidas Trujillo, a visitar a sus esposos presos en Puerto Plata.
Y murió con ellas.
Rufino, decisión y compromiso
- “Espera la comida”
- “No, me voy. No quiero llegar tarde a buscar a las muchachas, que las muchachas me esperan”.
Es la última conversación que recuerda Miledys de la Cruz González que sostuvieron sus padres, la mañana de ese viernes, 25 de noviembre de 1960.
También tiene en su memoria, como las referencias de ese día que su madre le compartió después, las consejos que recibió su padre, quien asegura había acompañado a las hermanas en otro viaje a la fortaleza San Felipe de Puerto Plata, donde guardaban prisión Manuel (Manolo) Aurelio Tavares Justo, esposo de Minerva, y José Ramón Leandro Guzmán, esposo de María Teresa, quienes habían sido trasladados allí el 9 de noviembre de ese año desde la cárcel de Salcedo (hoy en la provincia Hermanas Mirabal). Antes habían estado en la cárcel de La Victoria en Santo Domingo –de acuerdo al testimonio de Guzmán durante el juicio a los asesinos de las hermanas Mirabal y De la Cruz, recogido en el libro “El juicio a los asesinos de las hermanas Mirabal”, editado por el historiador Franklin Franco.
Ambos hombres, y de manera intermitente sus esposas y su concuñado Pedro González, esposo de Patria, como decenas de dirigentes del recién formado movimiento 14 de Junio –fundado en enero de 1960 en honor a la expedición contra Trujillo del 14 de junio de 1959, cuyos principales líderes eran Minerva y Manolo, con la misión de luchar contra la tiranía- habían estado presos en las diversas cárceles y centros de torturas de la dictadura desde enero de ese año.
“Mis familiares, mi abuela, se lo advirtieron. Los choferes, sus compañeros, todos los colegas de él, le decían que no fueran. Pero se decidió a ir porque decía que ‘yo no puedo decirle que no a las muchachas, ya les dije que sí’. Muy responsable, porque mi papá era de una sola palabra. Y muy valiente, porque arriesgarse en esa situación no era fácil, pero él no le temió a eso. No le temió”, expresa Miledys.
Y los temores eran reales. Por varias vías se le advirtió a Minerva las intenciones del dictador de matarlas. “Era un secreto a voces”, afirma Rafael (Fafa) Taveras, quien perteneció al movimiento entonces clandestino y recuerda que fue famoso el episodio en el que en una actividad en el municipio de Villa Tapia, en Salcedo, Trujillo habría dicho: “Yo sólo tengo dos problemas que son los curas y las Mirabal”.
Pero Minerva desoyó todas las alarmas.
¿Era del 14 de Junio?
¿Tenía Rufino una razón más allá de la empatía con sus vecinas para serviles de chófer ese aciago 25 de noviembre?
- “Rufino, ten mucho cuidado, porque hay mucho peligro. Ustedes son del 14 de Junio, están en ese movimiento, están contra Trujillo, corren mucho peligro”.
- “No, a nosotros no nos va a pasar nada”.
Miledys asegura que este fue un diálogo que tuvieron sus padres.
- ¿Es de su conocimiento que su padre tenía esas inclinaciones políticas?
- Sí. Porque oí a mi mamá decir que él estaba muy ligado al 14 de Junio, lo que pasa es que en ese tiempo era muy callado. Era antitrujillista totalmente.
En el libro “Vida y heroísmo del mártir dominicano Rufino de la Cruz. 50 años después”, escrito por Luis Fausto Disla, se asegura que perteneció a una célula del movimiento 14 de Junio que le encomendó acompañar a Minerva y a sus hermanas en sus viajes a Puerto Plata. “Excelente conductor que servía de compañía y a la vez de custodia y protector”, se reseña.
Fafa Taveras no tiene confirmación de este papel de Rufino de la Cruz, pero resalta que “lo importante fue su valor al aceptar hacer ese viaje con las Mirabal a pesar de los riesgos”.
En el libro de Luis Fausto Disla se afirma que luego de su servicio militar obligatorio, De la Cruz rechazó la oferta ser miembro del Ejército Nacional porque no quería formar parte de las filas militares bajo las ordenes del dictador.
De acuerdo a Dedé Mirabal en sus memorias, el primer viaje de las hermanas Mirabal a Puerto Plata a ver a sus esposos se produjo el 8 de noviembre, junto a Josefa (Fefita) Justo, madre de Manolo, pero no detalla quién fue el chófer que las acompañó. En esa ocasión les negaron verlos. El segundo viaje a la fortaleza San Felipe, que fue el 18 de noviembre, se trasladaron “... en un carro fletado, manejado por Joaquín Baló; las acompañaba doña Nena de Guzmán (Ana Rodríguez), mamá de Leandro, doña Fefita y Jacqueline, la niña de María Teresa”. En esa ocasión pudieron ver a sus esposos.
William Galván, autor de “Minerva Mirabal. Historia de una Heroína”, reseña en su texto que “durante el primer viaje que hicieron Minerva, María Teresa y Doña Fefita, fueron acompañadas por el chofer Rufino de la Cruz Disla, aprovecharon para resolver problemas de abastecimiento alimenticio de los presos”. Galván no específica la fecha de ese viaje, pero si fue el primero sería el registrado el 8 de noviembre.
En ese libro de Galván se afirma que hubo otra visita, el 22 de noviembre, pero no se ofrecen detalles de esta travesía anterior a la última de sus vidas.
El 25 de noviembre
- “Rufino, nosotras tenemos que volver a ver a nuestros esposo hoy, pero por falta de chofer vamos a tener que dejar el viaje. ¿Tú te atreverías a ir con nosotras”
Esta cita es atribuida a Minerva Mirabal en el libro que narra su biografía, de William Galván. De la Cruz no se negó a la petición. En ese mismo texto se agrega que el ocasional chofer de las Mirabal “era de los moradores de aquellos poblados que habían demostrado su simpatía por la causa antitrujillista, defendida por los implicados en la agrupación política 14 de Junio”.
Continúa Galván, “Rufino no era un simple chófer que ocasionalmente prestaba su servicio a Minerva. No había sido empleado de los Mirabal, ni tampoco estaba unido a ellos con un vínculo sanguíneo alguno; simplemente era un admirador desinteresado de las muchachas, así como de su causa política. Cuando Minerva le propuso que volviera con ellas, le explicó las dificultades que habían tenido con ese viaje, precisamente porque otras personas se habían negado a servir de chófer. De modo que Rufino fue advertido, previa y claramente, de estas particularidades del viaje; al aceptar hacerlo su gesto fue indiscutiblemente abnegado, heroico y valioso”.
La mañana de ese viernes, las tres hermanas y Rufino se dirigieron a Puerto Plata en un jeep propiedad de René Bournigal. Ya en el pueblo, alrededor de las 11:00 de la mañana, las Mirabal se preparan para ver a sus esposos en casa de José Eugenio (Chujo) Pimentel, cercano a la familia de Manolo Tavarez. En las primeras horas de la tarde Minerva, María Teresa y Patria ven a Manolo y a Leandro en la fortaleza. Los hombres, de acuerdo a los testimonios de ambos recogidos en distintos libros y material video gráfico, le expresan los temores por su seguridad. Le piden que no viajen más, que se queden a vivir en Puerto Plata. A su salida de la visita, las hermanas hacen diligencias para buscar una casa de alquiler y evitar el viaje a través de la antigua carretera de Santiago, hoy carretera turística Gregorio Luperón, que atravesaba escarpadas y largos tramos solitarios.
De regreso, entre las 4:30 y las 5:00 de la tarde según testimonios de un chófer y su ayudante –en el juicio contra los asesinos de las hermanas Mirabal y Rufino en 1962- que se trasladaban en un camión de la Caja del Seguro y que transitaban a poca distancia del jeep que manejaba Rufino, un Austin, color azul y blanco, interrumpió el paso cerca del puente Marapicá, a unos tres kilometros de la ciudad de Puerto Plata. En el vehículo estaban Ciriaco de la Rosa Luciano, Manuel Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Ramón Emilio Rojas Lora y Nestor Antonio Pérez Terrero. Todos agentes del temido Servico de Inteligencia Militar (SIM).
“Se tiró una de las muchachas por detrás (Patria, según Dedé por la descripción que se dio de la ropa que llevaba puesta), uno de los peones cogió un palo y se la llevó; ella me dijo; son del servicio de inteligencia, nos van a matar, va de espalda la señora y dije: avisen a las Mirabal, que nos van a matar, las arrastraron y las metieron por la puerta trasera del carro, con De la Rosa se quedó otro y era el chofer del jeep, le dije al peón, tómale la placa al jeep que me da mala espina, nos pasó De la Rosa y me dijo que siguiera”, narró Silvio Nuñez Soto, chofer del camión del Seguro Social que iba a poca distancia del jeep.
El biógrafo de Minerva Mirabal, William Galván, apunta en su libro: “Minutos después se desviaron por una carreterita que conduce a La Cumbre de Guazumal, jurisdicción de Tamboril (provincia de Santiago). Entre cañas y montañas detuvieron el macabro recorrido con las presas amordazadas...”.
Un testimonio de Ciriaco de la Rosa, uno de los ejecutores del crimen y que es reseñado en este texto y otras referencias bibliográficas, aunque no está recogido en el libro editado por el historiador Franklin Franco para la Comisión de Efemérides Patrias sobre el juicio a los asesinos de las Mirabal y Rufino de la Cruz, detalla lo siguiente:
“Las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió a orden en el acto y se llevó a una de ellas, las de las trenzas largas (María Teresa). Alfonso Cruz Valerio eligió a la más alta (Minerva), yo elegí a la más bajita y gordita (Patria) y Malleta al chófer (Rufino). Ordené a cada uno que se internaran en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas. Ordené a Pérez Terrero que permaneciera en la carretera a ver si se acercaba algún vehículo o alguien que pudiera enterarse del caso”.
Según el jornalero Pascual de Jesús Espinal, quien testificó en el juicio al grupo comandado por De la Rosa y que aseguró haber observado parte de ese momento escondido entre la maleza, las hermanas y Rufino también fueron apuñalados.
Los cadáveres fueron trasladados en los dos vehículos. En un punto se detuvieron y los montaron todos en el jeep. “...a tres kilómetros del cruce donde se bifurcan las carreteras que unen a Puerto Plata con Santiago y Tamboril, en un enorme precipicio de varios cientos de metros de profundidad fueron lanzados”, reseña Galván en su libro “Minerva Mirabal. Historia de una Heroína”.
Entre esa noche y la madrugada del 26 de noviembre, fueron rescatados los cuerpos. Trasladados al hospital de Santiago. Allí fue Dedé Mirabal a buscarlos y los llevó de vuelta a Ojo de Agua.
Miledys de la Cruz González recuerda. “Doña Chea le dijo a mi mamá de velarlos juntos, pero mi mamá le dijo ‘doña Chea yo le agradezco’, cuando fue a buscar el cadáver donde doña Chea, porque estaban junto los cuatro...”. Miledys hace una pausa. “Eso a ti te da una cosa...son cosas inolvidables”. Continúa narrando. “Pero le dijo ‘¡Ay, doña Chea, yo lo quiero verla en mi casa, se lo agradezco!’. Siempre recuerdo eso que mamá le decía ‘Chea, le agradezco que quería velarlos juntos’. Así como se fueron juntos y murieron juntos, así ella quería que mamá velará a mi mamá, junto con las muchachas en su casa, pero mamá dijo ‘no, él tiene su casa, yo lo quiero velar en su casa’ y así fue”.
En otra pausa, luego de preguntarle cómo fue el velorio de su papá, Miledys describe la última imagen que tiene de su papá. Cuenta que su mamá, Delisa, le pidió que se despidiera de él, de su cadáver. “Le di un beso en el cara”.
Rufino fue sepultado en el cementerio municipal de Tenares.
Una vida dura
La vida para Miledys y su madre fue dura luego de la muerte de su padre, Rufino de la Cruz. “El pan era mi papá que lo buscaba para nosotras y entonces esa muerte de mi papá pasamos unos tiempos muy difíciles”.
El 8 de noviembre de 1963, por medio del decreto 199-63, el gobierno del Triunvirato –que presidió el Estado luego del golpe de Estado contra Juan Bosch, le otorgó una pensión de 75 pesos a la viuda de Rufino. La señora González recibió la ayuda hasta el momento de su muerte en 1969, aquejada de achaques que su hija asegura padeció desde la muerte de su padre. Miledys tenía 18 años.
Tuvo el sostén de su abuela, Margarita Disla, y de sus tíos. También resalta el apoyo de doña Chea, madre de las hermanas Mirabal. “Me decía ‘ven siempre’, ella quería tener ese acercamiento conmigo, siempre me daba algo en efectivo y yo se lo agradecía, porque uno pobremente, uno solo tenía los brazos y doña Chea fue muy humanitaria conmigo y espero que Dios se lo haya recompensado”.
Miledys no tiene detalles del juicio seguido a los asesinos de su padre y las Mirabal. El 24 de noviembre de 1962, un día antes de cumplirse el segundo aniversario del crimen, Emilio Estada Malleta (cubano), a quien se señala como el asesino directo de Rufino, fue condenado a junto a los demás involucrados. Recibió 30 años de prisión, pero en 1965 se “fugó” junto a los demás con ayuda de militares.
El escritor y poeta Tony Raful, en su libro “Movimiento 14 de Junio: Historia y Documentos”, indica que Estrada Malleta murió en Haití, en 1967, junto a Johnny Abbes García, quien dirigió el SIM, al comprobarse que participaban en un complot para asesinar al dictador François Duvalier.
Años después de la muerte de su madre, Miledys se casó con Francisco Ramón Cruz. Tuvo tres hijos: Maireni, Rufino y Franchesca. Trabajó como secretaria en el distrito escolar de la zona. Enviudó cuando sus hijos eran ya jóvenes. Con pocos recursos, la casa de su padre, donde reside, se caía a pedazos. En 2010 el empresario José Dorín Cabrera reparó la infraestructura de madera. Ahora es una acogedora casa de vivos colores, donde en su interior se observan las fotos familiares, y entre ellas tres pequeñas placas entregadas a Miledys en honor a su padre.
¿Olvidado?
Miledys recuerda a su padre como “un papá único, muy trabajador”. Suspira con satisfacción al referirse a la valentía y compromiso que le costó la vida como a otros muchos durante la dictadura de 31 años de Trujillo. Pero considera a su padre un olvidado en las referencias históricas del 25 de noviembre.
“Claro, muchas personas lo recuerdan, en muchos sitios lo recuerdan, pero no con la mención como, como te digo, como que esté vivo como están las hermanas Mirabal. Porque siempre he dicho que como hubo espacio para las hermanas Mirabal también hay espacio para Rufino de la Cruz, y sí, y siempre lo he dicho que él está en el olvido”. Y agrega, “siempre he dicho que a mi papá lo tienen aparte, pero me siento orgullosa, porque mi papá fue muy valiente, se arriesgó y acompañó a las hermanas Mirabal que era un peligro grandísimo y él no le temió a nada de eso. Ahí es que hay que enfocarse, en la valentía de Rufino de la Cruz”.
A pocos metros, en el Museo de las Hermanas Mirabal, la que era la casa de doña Chea, y luego de un recorrido por la exposición de fotografías, cuadros, títulos, vestidos y muebles que recuerdan a Minerva, Patria y María Teresa hay una ausencia evidente.
- Acabamos de recorrer la exposición, pero no vimos nada de Rufino de la Cruz.
- Las cosas de Rufino están en restauración.
- Pero estaban antes...
- Sí, había una gorra de él, una cajetilla de cigarrillos, un destornillador... pero están en esa habitación, en lo que era el cuarto de servicios de la casa.

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