En
el curso de los últimos cuatro lustros, la crónica negra nacional ha
engrosado sus registros de datos de los sucesos sangrientos que
estremecieron y marcaron un cuadro macabro de las acciones más
abominables de la saña humana.
Entre el tiempo desde que ocurrieron los brutales asesinatos del niño
José Rafael Llenas Aybar, en 1996, y el de la adolescente Emely
Peguero, el mes pasado, corre una distancia de más de 20 años, pero la
repercusión de ambos casos ha sido tan fuerte, por la corta edad de las
víctímas, el sufrimiento a que fueron sometidos y el final de vidas
útiles para el país, que hoy se traban como un sentimiento común que
alienta a la solidaridad y reclama poner freno a la violencia.
Durante los últimos 20 años, los archivos de la crónica negra
dominicana han enriquecido sus registros con sucesos estremecedores que
marcan un cuadro espeluznante de la saña humana, y han mostrado cómo,
entre espacios y tiempo, el crimen se dispara como epidemia y corta
vidas por medio de balas, con su hedor a pólvora, o al corte de
cuchillo, un cordón alrededor del cuello para estrangular, o un rociado
de gasolina que carboniza cuerpos, dejando atrás una espantosa escena de
horror y muerte.
La forma como terminaron la vida muchas víctimas de estos crímenes
fue tan sobrecogedora que centraron la atención pública durante buen
tiempo, y obligó a las autoridades a una investigación a fondo para
desentrañar cada caso.
La mención de algunos de estos sucesos refrescan la memoria de los
escenarios más terribles que pudieron haber vivido aquellos que, sin
salida, más que cruzar la puerta hacia la muerte, cayeron en manos de
matones sin piedad.
Desde hace mucho tiempo, los crímenes han seguido una sucesión
parecida a brotes epidémicos. Aparecen en un área geográfica y se
repiten durante períodos cortos. Luego se aplacan. Y después rebrotan. Y
como fenómeno bastante raro, cuando empiezan por unos segmentos o
grupos sociales, género y edades, se replican durante otro lapso, y
después paran. Se detienen y otra vez repuntan como una plaga. Como está
sucediendo estos días con brutales asesinatos de chicas, muy jóvenes,
bellas, cuyos cuerpos terminaron lanzados a orillas de ríos, matorrales,
o sepultados, horriblemente desfigurados.
Caso del niño Llenar Aybar
El crimen del niño José Rafael Llenas Aybar, ocurrido en 1996, se
convirtió en uno de los más aflictivos sucesos vividos en el país
durante las últimas décadas. Nacido de una familia de clase media/alta,
este pequeño tuvo un final espantoso: Tenía 34 puñaladas en su
cuerpecito, envuelto en cinta adhesiva, con manos y pies atados, entre
las aguas de Arroyo Lebrón, al noroeste de Pedro Brand. Por este hecho
fueron condenados a 30 y 20 años, respectivamente, Mario José Redondo
Llenas, su primo (que ya cumplió su condena), y Juan Manuel Moliné
Rodríguez.
Claudio Naco, el cubano
Tres jóvenes de 18, 19 y 20 años asesinaron el 13 de diciembre de 2013
al presentador de noticias Claudio Nasco, de origen cubano, en un hecho
vinculado a una relación sexual. Estos son: Oscar Pérez (Yandel), de 19
años; Luis Manuel Estévez Ponciano (Macuto o Anderson), de 20 años, y
Joel Rafael Miliano Rodríguez (Pateo), de 18 años, quienes admitieron
haber cometido el crimen. El cadáver de Naco apareció amarrado, con
múltiples heridas de arma blanca, en la habitación número 11, de la
cabaña (motel) Chévere, en la avenida 30 de Mayo, de esta capital.
Micky Bretón
El asesinato del productor de televisión, Micky Bretón, en noviembre de
2009, fue un suceso impactante por la saña en que fue ejecutado. Recibió
13 heridas punzo-cortantes y golpes contundentes en la cabeza.
Vanessa Aybar Ramírez Faña
El asesinato de esta chica, de 18 años de edad, estremeció Santiago. Fue
asesinada en junio de 2006 y en la confesión del crimen sus autores
revelaron que lo hicieron para robarle su celular. Era estudiante de
tercer semestre de medicina, con un índice de 3.5. Estudió Esperanto y
se graduó de francés en la Alianza Francesa.
Amaury Germán Tavárez Peralta, alias Medio Polvo; José Armando de la
Rosa Díaz, y Ángelo Iván Herrera, alias Cloret, fueron acusados del
crimen y condenados a 30, 20 y 5 años de prisión. Ellos dijeron a la
policía que la tarde cuando la mataron habían salido a “dar una vuelta”
por la ciudad, para atracar a varias personas.
Querían drogas...
y mataron a Requena,, Kaysha Patricia Requena Grullón
y mataron a Requena,, Kaysha Patricia Requena Grullón
Esta joven, víctima de un asalto, era gerente de recursos humanos de un
banco privado. Dos delincuentes la mataron en el ensanche El Millón, del
Distrito Nacional. Cuando fueron interrogados confesaron que la mataron
porque buscaban dinero para comprar droga.
“Cara de Beta”, uno de los malhechores actuantes en el crimen,
confesó que el objetivo del asalto era obtener dinero para “meter
drogas”. Kaysha se había graduado con honores de la carrera de
Psicología Industrial en la Universidad Católica de Santo Domingo.
La muerte de una Amet
Otro caso que registró mucha atención y causó mucha indignación ocurrió
el 26 de mayo de 2014. Mercedes del Carmen Torres Báez, una segundo
teniente de la Policía adscrita a la Autoridad Metropolitana de
Transporte (AMET), fue asesinada por dos individuos, para robarle su
arma, mientras dirigía el tránsito a la salida del puente Francisco J.
Peynado, en Villa Mella, próximo al Polvorín.
Este crimen consternó al país. Fue una oficial querida y admirada por sus compañeros de arma y su vecindario.
Del hecho fueron imputados Juan Carlos de la Cruz Adames (Jancarlos),
de 21 años, y el menor Wandy Sánchez. Menos de una semana después,
ambos fueron abatidos por la Policía. Torres Báez apenas tenía un mes
de ingresada en la Autoridad Metropolitana de Transporte, recibió un
disparo en el brazo izquierdo que le penetró en el tórax dañándole
varios órganos. Torres Báez, tenía 41 años.
La muerte de Lohara
San Francisco de Macorís se levantó a gritos tras conocer del asesinato
de la estudiante de arquitectura Lohara Tavárez, raptada y asesinada el 5
de noviembre del 2009. Su cadáver fue abandonado en unos matorrales del
tramo carretero Las Cejas-El Pozo. La autora intelectual de este crimen
es Marizán Flores, que lo ordenó al oponerse a una relación de amistad
entre su hija y Lohara.
Ahora, Marizán Flores cumple una condena de 20 años de cárcel. La ira
de los francomacorisanos se encendió más al revelarse que a Lohara le
aplicaron golpes contundentes y heridas con objetos filosos,
destornilladores y tijeras.
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