La mayoría de estos abusos y las aberraciones que los matizan (algunos terminan en homicidio) quedan ocultos por la vergüenza y humillación que sienten las familias de estas víctimas.
Pero el silencio sólo conduce a la impunidad porque no se denuncian ante las autoridades ni se abren procesos en la justicia que conduzcan a penas ejemplares, ya que de por medio está la figura del padre y del que hace sus veces en una relación con la madre o de otros parientes vecinos o amistades.
Por la frecuencia con que algunos de estos hechos son puestos en evidencia a través de las redes sociales, incluyendo testimonios de las niñas que describen la tropelía sexual, presumimos que son muy frecuentes y, más que eso, que se multiplican cada año.
Por lo general suceden en aquellos hogares de madres que trabajan y tienen que dejar a sus niños sin cuidado de nadie o bajo la atención de los abuelos o porque las menores no han sido educadas para identificar estos peligros.
En otros tiempos, cuando las madres estaban más concentradas en sus hogares y les correspondía hacer las educadoras de esos hijos, prevalecía la regla de prohibir a las niñas que se sentaran en las piernas de sus padres o varones de la familia para evitar las malas tentaciones de la carne.
Esas reglas decayeron y por eso también son frecuentes hoy los embarazos de niñas y adolescentes, que se cuentan por millares, aventando una plaga de inmoralidad que la misma sociedad se niega a ver y condenar.
Esta sociedad tiene que quitarse ya los velos de la ceguera y la indulgencia con que ha esquivado este grave problema durante muchos años.
Está obligado a rediseñar su esquema de valores para poder enfrentar este deterioro, o de lo contrario, seguirá cautiva del proceso de degeneración moral que ha minado demasiado rápido las bases del respeto a los derechos y la dignidad de las personas.
Le hemos dado bastante cabida a una cultura de la muerte y del libertinaje sexual que se ha llevado a la tumba o al trauma permanente a miles de niñas, niños, adolescentes, esposas y exparejas desventuradas.
¡Por Dios! ¡Hagamos algo para salvar lo que queda de bueno en esta sociedad!
Tomado del editorial de
de la fecha
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