Plata que no es plata, oro que no es oro,
medicinas que no son medicinas, arroz que no es arroz, leche que no es
leche, cirujanos que no son cirujanos, abonan hoy el terreno de los
productos y servicios en nuestro país.
La amalgama es amplia.
Hasta azúcar con arenilla se ha diseminado en el mercado, donde también abundan los dólares y carnets de identidad falsos, aparte de un sinnúmero de imitaciones de productos de marca, joyas, carteras y ropas.
Estamos en el reinado de la degradación, donde el consumidor, el usuario o el paciente que busca la salud, más el fi sco, salen perjudicados.
Unos al pagar por un producto en apariencia original y de calidad o efi caz para remediar males de la salud, y por otro lado el erario, subsumido por estas engañifas.
En estos días han salido a la luz muchas de estas realidades. Por ejemplo, medicinas incautadas que no sirven para nada, aunque vengan en envases parecidos a los originales, degradando el mercado farmacéutico.
Lo mismo pasa con las prótesis e implantes aplicados a cirugías ortopédicas, traumatológicas o estéticas de bajísima calidad, sustancias para el cuidado facial o de la piel que no reúnen los componentes reales, pero que se promueven como efi caces.
Combatir estas estafas no resulta fácil, porque los controles de calidad y los procesos de certifi cación o registro han sido sobrepasados por la astucia y los sobornos que despliegan los contrabandistas o negociantes para introducir sus “productos” al mercado.
Suerte que ya contamos con una nueva ley de lavado de activos que categoriza todas estas falsifi caciones y adulteraciones y que les reserva fuertes penalizaciones.
Lo que faltaría es que se cumpla con todo el rigor.
Tomado del editorial de
de la fecha
La amalgama es amplia.
Hasta azúcar con arenilla se ha diseminado en el mercado, donde también abundan los dólares y carnets de identidad falsos, aparte de un sinnúmero de imitaciones de productos de marca, joyas, carteras y ropas.
Estamos en el reinado de la degradación, donde el consumidor, el usuario o el paciente que busca la salud, más el fi sco, salen perjudicados.
Unos al pagar por un producto en apariencia original y de calidad o efi caz para remediar males de la salud, y por otro lado el erario, subsumido por estas engañifas.
En estos días han salido a la luz muchas de estas realidades. Por ejemplo, medicinas incautadas que no sirven para nada, aunque vengan en envases parecidos a los originales, degradando el mercado farmacéutico.
Lo mismo pasa con las prótesis e implantes aplicados a cirugías ortopédicas, traumatológicas o estéticas de bajísima calidad, sustancias para el cuidado facial o de la piel que no reúnen los componentes reales, pero que se promueven como efi caces.
Combatir estas estafas no resulta fácil, porque los controles de calidad y los procesos de certifi cación o registro han sido sobrepasados por la astucia y los sobornos que despliegan los contrabandistas o negociantes para introducir sus “productos” al mercado.
Suerte que ya contamos con una nueva ley de lavado de activos que categoriza todas estas falsifi caciones y adulteraciones y que les reserva fuertes penalizaciones.
Lo que faltaría es que se cumpla con todo el rigor.
Tomado del editorial de
de la fecha
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