El reciente desliz verbal del ministro Carlos Amarante Baret, al aceptar
la falta de privacidad de los ciudadanos en sus conversaciones
telefónicas, solo es comparable - en términos de daños a la imagen y de
costo político para el PLD y para el gobierno que encabeza Danilo
Medina- con las destempladas e innecesarias declaraciones del dirigente
morado Felucho Jiménez hace un tiempo, en el sentido de que “todo el
Comité Político del Partido estaba enterado” de las supuestas
sobrevaluaciones de obras de Odebrecht en el país. Lo de “pinchar”
teléfonos -a generales, a políticos de la oposición, a empresarios, a
comunicadores y a distintas figuras importantes -son de las cosas que,
aunque incorrectas, hacen todos los gobiernos, en todos los tiempos,
pero que no se dicen ni se admiten públicamente.
Y no es cuestión de
hipocresía o de doble moral pública, sino de prácticas y de control
elementales que ni las democracias más acabadas han podido todavía
desterrar o poner a tono con la ley y los derechos del individuo. En el
caso de Jiménez, se piensa que habría incurrido en una incontinencia -o
imprudencia-, calculada o bien pensada, no se sabe con qué fines. Lo del
desliz o traspié de Amarante, que encuentra caldo de cultivo en una
práctica o actitud de muchos funcionarios de preferir para sus
declaraciones los espacios y productores de televisión desafectos o de
críticas más ácidas contra el gobierno y el partido oficial, tiene mucho
que ver con una complacencia o preferencia mal entendida, hasta prueba
en contrario. Hace poco planteamos que había mucha gente “agachada” ante
el fuego cruzado contra Medina, el gobierno y el Partido, y que solo el
ministro Peralta generalmente era quien daba la cara o buscaba sacar
las castañas del fuego. Aquí hay muchos medios con productores amigos
del Presidente y del PLD, que no son “bocinas” -ni pagadas-, sino gente
mesurada y que se respeta, pero a esos no asisten ni corresponden
muchos funcionarios, que prefieren a los que les dan “cajeta” abierta,
creyendo que los van a “neutralizar” o que se van a “congraciar” con
ellos... La experiencia y los resultados, frescos y de siempre, dicen
otra cosa. Que conste que los funcionarios no tienen que ir a
entrevistas “arregladas” o con productores complacientes para que se
puedan proyectar las acciones y realizaciones oficiales. Con
preferencias y exclusiones lo que se hace es perder oportunidades de
promover la mejor imagen. Que conste, también, que hay “bocinas” y
“bocinas”Ö del gobierno y de la oposición. Algunas de las primeras,
pagadas (no todas), pero las otras -verde o no- dan “cajeta”, pero
llenas de anuncios oficiales (¿).
Por Luis Encarnación Pimentel ;-
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