Dos reclamos idénticos y canalizados en paralelo
por maestros de los niveles pre-universitario y universitario, han
malogrado el inicio de la docencia en la Universidad Autónoma de Santo
Domingo (UASD) y en escuelas públicas de diferentes partes del país.
La primera víctima de estas medidas extremas ha sido el alumnado que, en el caso de la UASD, paga para recibir la educación y, en el otro el tiempo previsto del calendario anual, un retraso irreparable.
En ambos casos, la interrupción o la suspensión de las clases obedeció a actos intencionalmente calculados para causar un gran impacto y repercusión y para forzar las negociaciones.
La primera víctima de estas medidas extremas ha sido el alumnado que, en el caso de la UASD, paga para recibir la educación y, en el otro el tiempo previsto del calendario anual, un retraso irreparable.
En ambos casos, la interrupción o la suspensión de las clases obedeció a actos intencionalmente calculados para causar un gran impacto y repercusión y para forzar las negociaciones.
No
los ha precedido ningún tipo de diálogo constructivo o inspirado en el
deseo de echar bases a una negociación, sino el despliegue de una
aparentemente irreductible posición, tal como las que usan los
atracadores ante sus víctimas: la bolsa o la vida.
Mientras echan el pulso, los más perjudicados son millares de
estudiantes que han quedado privados de recibir docencia aunque
compartan de corazón las demandas de sus profesores.
Algunos maestros han sido más sensatos y, sin declinar su apoyo a las
exigencias por un aumento salarial, han decidido abandonar la línea de
presión sindical para cumplir con sus responsabilidades primarias frente
a los estudiantes.
Otros han sido menos consecuentes al atreverse a fi rmar los libros
de presencia en las aulas universitarias, como para que no quede
registro de sus ausencias, pero sin dar clases.
Una pura estafa magisterial.
Los del ámbito pre-universitario, a su vez, han cargado el bulto de
las demandas pidiendo de todo al Ministerio de Educación, a sabiendas de
que no todas pueden cumplirse ipso-facto y pasando por alto que algunas
son desmesuradas.
Más allá de las justifi caciones que los maestros puedan dar a sus
demandas, la realidad es que las víctimas inocentes de sus acciones han
sido los alumnos, que no tienen arte ni parte en este confl icto.
Eso es lo más grave y lo que no se remedia fácil.
Tomado del editorial de
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