Las elecciones del ocho de noviembre en los Estados Unidos quedarán
marcadas como las más atípicas en más de 200 años de historia electoral.
Hillary Clinton óla abanderada del Partido Demócrataó perdió la
Presidencia a pesar de obtener 2.2 millones de “votos populares” más que
su contendor republicano, Donald Trump.
Es probable que los cuestionamientos sobre la necesidad de modificar
el sistema electoral continúen por mucho tiempo, como ocurrió después de
las elecciones del 2000 cuando algo semejante torció el destino
norteamericano con el inesperado triunfo de George W. Bush sobre Al
Gore, en un caso sin precedente decidido cuatro semanas después por la
Corte Suprema de Justicia.
¿Hillary perdió o ganó estas elecciones en los Estados Unidos? Voto a
voto, nadie duda que recibió mayor apoyo que Trump, pero eso no bastó
para obtener los 270 votos electorales necesarios para alcanzar la
victoria como establece al sistema político estadounidense. Ya con
cabeza fría, tres semanas después de los comicios, José Café analiza
este fenómeno desde su apacible retiro de Barcelona...
... Menos Bernie Sanders
Por muchas razones, el mundo y la misma Hillary Clinton se formaron la
idea ciega y cerrada de que le había llegado su turno de ser la primera
presidenta de los Estados Unidos. Todos los presidenciables del Partido
Demócrata, menos Bernie Sanders, se abstuvieron de presentarse o seguir
en las primarias para dejarle el camino libre.
Ese triunfalismo dionisíaco la hizo descuidar al menos dos
mandamientos del decálogo de cualquier campaña política y saltarse
varias señales que conducían al abandono de ese espejismo.
La primera regla es que procede tener un programa económico. Hillary
lo tenía, pero no era el tema principal de su campaña. Su bandera fue el
glorioso discurso optimista y unificador. Esa retórica te traslada a la
dimensión soñada de convivencia colectiva y te pone a creer que todo lo
puedes, pero por ti mismo, no te promete nada.
Por contra, Donald Trump ha estado prometiendo desde el día uno y todavía no ha parado.
En segundo lugar, no salió a buscar los sufragios. Salvo al final,
organizó pocas concentraciones en comparación con su rival. El 69% de
los votantes pensaban que el país estaba mal encaminado, y si ella es
demócrata no podía ser el camino bueno. El 83 % quería un cambio, y ella
representaba lo mismo de lo mismo. En intención de votos, aparte de que
su ventaja era mínima, los partidarios de Trump estaban más inclinados a
votar por él que los suyos por ella.
Ceguera y olvido...
No vio que el efecto de arrastre del fenómeno Trump desbordó los límites
de cualquier campaña y olvidó que el magnate ni era huérfano ni manco
ni desgraciado. El mundo la quería; pero los apoyos del poder
geopolítico eran de Donald Trump. El ciberespacio de entretenimiento le
favorecía con todo tipo de maledicencia contra su oponente; pero la
informática profunda y de espionaje que sustrae y pasa información
irrefutable para atacar al contrario era de Donald Trump.
En el frente local, la élite política, económica y social estaban de
su lado; pero la inmensa mayoría del espacio geográfico, los cuerpos
armados, la seguridad interior y las fuerzas policiales locales eran de
Donald Trump.
Cuando el retiro militar demócrata denunció las supuestas carencias
mentales de Trump para gestionar códigos nucleares, otros 288 generales
pensionados publicaron un manifiesto proclamándolo como el Comandante en
Jefe idóneo.
El FBI reactivó la investigación contra ella por encima de la ley, el
Departamento de Justicia y la cabeza de Obama como diciendo: Esa señora
está bajo escrutinio federal y, por lo tanto, no puede ser la
presidenta de los Estados Unidos de América
Y el ocho de noviembre ella se llevó el voto popular y Donald Trump el voto ganador.
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