Si los que van a matar o cometer algún otro delito pensaran en algún
momento, antes de hacerlo, en lo que les espera en una cárcel
dominicana, tal vez no tendríamos tanta criminalidad en nuestro país.
Pero eso es imposible. La mente humana se nubla fácilmente, en
instantes, y no deja espacio a ninguna refl exión que persuada al
individuo a desistir de actuar bajo esos impulsos.
Sólo cuando se enfrenta a las consecuencias, es decir, a sufrir las
penurias en la cárcel, a sentir el rechazo hasta de sus propios
familiares, y al padecer el golpe de un taladro en su conciencia,
cobrándole su gran falta, es que caen en la cuenta de su error.
A la mayoría de los reclusos de las cárceles dominicanas les pasa
esto. Experimentan hondos confl ictos psicológicos, viven arrepentidos,
añoran la libertad, se prometen no reincidir en el mal.
En muchos casos, sus condenas han venido dadas por confl ictos y
tonterías que pudieron evitarse, por acciones que fueron el resultado de
un desenfreno pasional, una información equivocada, un hecho accidental
o por el efecto de una complicidad indirecta.
Sin embargo, en unos y otros ejemplos ha habido personas que caen
otra vez en el delito, en el mismo, o en otro, algo que resulta
inexcusable, pero también inexplicable.
Las series de reportajes publicadas por el LISTÍN en los últimos
meses, describiendo las difíciles condiciones físicas y ambientales de
recintos penitenciarios, así como los testimonios o confesiones de los
condenados por delitos, bastarían para llenar un catálogo de consejos
útiles que pueden servir como disuasivos para aquellos que andan
maquinando un crimen o una fechoría.
Las consecuencias son duras, reales, pesarosas y traumáticas. Pueden
empujar, inclusive, al suicidio, más allá de lo que representa la muerte
civil o la pena máxima del encierro.
Si esta masa de información valiosa pudiera ser asimilada por los
ciudadanos, de seguro que muchos lo pensarían dos veces antes de ceder
al instinto criminal o a la acción dañina contra el prójimo, que sólo
conducen a la cárcel, vale decir, al mismo infierno.
Tomado del editorial del
de la fecha
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