ERA PREVISIBLE.- El PRM, Luis
Abinader y su equipo de campaña debieron suponer que durante el mes de
abril se publicarían encuestas, y que con las elecciones tan cerca, si
los resultados eran favorables al gobierno, los efectos serían
catastróficos. Lo lógico era adelantarse a esos acontecimientos, de
manera que la opinión pública pudiera tomar y dejar. Hicieron algo, sin
dudas, pero al parecer no fue suficiente. Dijeron que las mediciones de
trabajo colocaban al candidato de oposición casi pegado del oficialista,
pero con tan poco convencimiento que pareció un choteo.
¿Cómo hacer
comparación creíble con Greenberg, Mark Penn y Benenson Group marcando
la ruta? Pero tampoco la reacción ayuda. Decir que la Greenberg no les
merece ninguna consideración, no resuelve el problema. Pues ¿y la Penn, y
la Benenson? La descalificación es un arma de doble filo. Puede
alegarse, como se alega, que en el Palacio Nacional hay una factoría de
encuestas. Puede afirmarse, como se afirma, que existe una mesa de
sondeos. Bien, bien. Ahora, los medios acogen, y por esa vía logran
carta de ciudadanía. Suyo todo el territorio de la República, el
escenario político y el panorama electoral...
ABRIL, EL MES.- El poeta T. S. Eliot escribió en ‘La
Tierra Baldía’ que “Abril es el mes más cruel”, y Joaquín Sabina,
cantante, se preguntaba en una de sus celebradas composiciones “¿Quién
me ha robado el mes de abril?”. Luis Abinader, candidato, tendrá que
decidirse entre crueldad y robo, pero deberá admitir que abril no es el
mejor de sus meses, como si los cielos se empeñaran en fastidiar su
faena. ¿Quedan más encuestas en el tintero? De seguro que sí. Hubo de
aparición fugaz y que nadie espera que asomen de nuevo. Pero faltan
otras que por su frecuencia, o por sus aciertos, se hacen
imprescindibles. ¿Puede una encuesta, constituida en prodigio, cambiar
una percepción tan acentuada, o asentada, como la que se tiene del
resultado de las elecciones del mes de mayo? Lo mejor sería no correr
ese riesgo, pues con las mediciones pueden satisfacerse todos los
caprichos, pero solo al principio. Cuando llega el final, conviene
acertar, o por lo menos aproximarse, pues únicamente con récord o buen
average pueden las firmas posicionarse de cara al futuro...
PRUDENCIA.- Observé desde hace semanas que la
campaña de Danilo Medina se preocupaba de que su patrocinado fuera
prudente, que evitara confrontaciones, se anticipara a las emboscadas.
Que una invitación por aquí, que otra por allí, y el candidato oficial
se hacía el imposible. Prefería la calle a los escenarios cerrados, pues
marchas y caravanas eran situaciones en movimiento, pero los debates
eran más oportunidades de perder que de ganar. El tiempo, el discurrir y
los porcentajes dan --hasta ahora-- más que razón a los estrategas
oficialistas. Si Danilo Medina se hubiera pasado de contento, y acepta
todas las invitaciones, y asiste a todas esas fiestas, de seguro que no
hubiera salido bien librado. Pues una cosa era pista empolvada, con la
que el baile adquiría fluidez y elegancia, y otra pista enjabonada, en
la que la caída era irremediable. El cálculo fue perfecto, y habrá que
ver si esa suerte se mantiene hasta el final, pues las campañas se
parecen mucho a la lotería, y los números tanto salen como se pelan...
NO FUERON CALVAS.- La campaña de oposición tuvo sus
oportunidades, que no buscaba, que eran de circunstancia, pero que no
supo administrar. No era imposible que en la OISOE se produjera un
escándalo, pero sí impensable que fuera a partir del suicidio de uno de
sus contratistas, o que fuera en uno de los baños de sus instalaciones.
Cadena humana por aquí, cadena humana por allí, y sus promotores se
cansaron antes de tiempo, sin aportar un beneficio real a la causa
opositora. Igualmente era impensable que uno de los estrategas del
oficialismo, y por demás extranjero, se viera en serias dificultades,
como ocurrió con Joao Santana y su esposa Mónica. Y sin embargo la
vergüenza no llegó a oprobio ni fue suficiente para salpicar al
candidato Presidente, como se pretendió durante semanas. El resultado no
solo fue fallido, sino que ahora la encuesta Greenberg revela algo
pasmoso. La mitad de la población ni se enteró del suceso. ¿Cómo, pues,
sacar provecho político a lo que la gente casi en su totalidad ignoró?
Difícil, realmente, difícil...
No hay comentarios:
Publicar un comentario