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viernes, febrero 19, 2016

Un enrarecido proceso electoral

Por Manolo Pichardo ;-
Analizar el presente proceso de campaña electoral resulta escabroso, es como tratar de atrapar un erizo a manos desnudas, acción temeraria que llevaría al inevitable pinchazo. Pero no hay otra forma, porque tomarlo con pinzas podría poner en riesgo una o más de sus amenazantes puntas, las que se convierten en imprescindibles al momento de tomar el todo y las partes con el cuidado debido para que arribemos a un análisis de laboratorio sin sesgos que quiten credibilidad al resultado final.
Lo que se ve, de entrada, y sin necesidad de lupas, es un escenario que parece desbordar todo razonamiento lógico, si partimos de que las formaciones políticas nacieron y se desarrollaron con mensajes y acciones que marcaron, desde su nacimiento, sus identidades, sus talantes, aún en un país donde la fraseología ideológica como elemento argumentativo del debate político fue débil y se hizo difusa y aún más difusa en la medida en que se comenzaron a desatar alianzas político partidarias entre derechas e izquierdas, con todos sus matices, bajo presuntos esquemas programáticos que nunca han sido tales.
Los acuerdos de Santiago y de Santo Domingo liderados por el Partido Revolucionario Dominicano, PRD, de “orientación” Socialdemócrata, fueron acercamientos electorales que tenían como fin sacar a Joaquín Balaguer del poder y con ello terminar con la democradura de los doce, primero, y diez años después, para lo que se recurrió a reunir en sendos proyectos a antagonistas del discurso y las balas, a los abanderados de la defensa nacional y a los aliados de los que mancillaron la soberanía.
El Frente Patriótico vendría luego, la centroizquierda marxista, léase Partido de la Liberación Dominicana, PLD, se agenció el apoyo de parte de la izquierda marxista leninista y de la derecha trujillista. ¿El propósito? Por un lado, la izquierda con sus matices procuraba iniciar un proceso de liberación nacional; algo así como una especie de revolución burguesa que diera inicio al desarrollo nacional; y, por otro, la derecha nacionalista, algunos la definen como ultranacionalista, procuraba impedir el triunfo de Peña Gómez con el PRD, bajo el entendido que este candidato representaba una amenaza a la integridad de la nación.
Así comienzan las pinceladas para dibujar el enmarañado cuadro electoral lleno de perplejidades que tenemos hoy, porque aquellas alianzas avanzaron más allá de lo coyuntural, pues al concebirse en un marco de crisis ideológica, en que la izquierda, sobre todo, se quedó sin referente, los acuerdos fueron pasando de a poco a simples pactos para sumar mayorías que permitieran el control del Estado desde todos sus estamentos para el disfrute de éste sin más propósito que su simple goce.
Entonces sin referentes ideológicos se perdieron los códigos éticos, y como consecuencia, los valores morales mutaron pulverizando las ideas, el mérito, la solidaridad y la sensibilidad social, para dar paso a los negocios que permitan alcanzar el poder o retenerlo, porque la privatización de la política, como resultado de todo este proceso degenerativo, cambió el medio por el fin para convertir el ejercicio de ésta en un centro de negocios lleno de oportunistas y delincuentes que cada día ganan más espacio en las cúpulas partidarias. De ahí este enrarecido proceso electoral, de mudanzas, renegados, tránsfugas, sapos y tarántulas.

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