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jueves, febrero 18, 2016

¡El precio de la agresión!

Por César Medina ;-
Lo mejor que tienen las elecciones de mayo es que pasarán en mayo. Después, todo quedará en el olvido: los agravios, las ofensas, las calumnias, las descalificaciones, los insultos, los vejámenes, la rispidez del enfrentamiento incivil, las maledicencias y los argumentos insustanciosos...
... Por lo menos, entre los principales líderes, entre los candidatos, en sus familias, en el respeto que íntimamente prevalece siempre entre ellos.
Hace unos días le planteé al presidente Medina la percepción que tengo sobre las agruras que se perciben en el debate electoral faltando todavía noventa días para los comicios, y me recordó que nunca ha sido distinto en los procesos electorales, a pesar de que esta vez existe una enorme brecha entre las dos candidaturas punteras.
Se entendería que esa condición es un disuasivo para las malas artes políticas si se toma en cuenta que las simpatías mayoritarias están de un solo lado, pero resulta todo lo contrario porque la estrategia opositora se fundamenta en reducir de un tirón la candidatura oficialista.
Desde la óptica de Abinader es razonable montar una campaña agresiva por el corto espacio de aquí al 15 de mayo, aunque es obvio que esa estrategia debilita la institucionalidad y deja un sedimento que enturbia las relaciones primarias de los protagonistas del proceso.
Es reprobable, en consecuencia, el papel ingrato de algunos que se extralimitan en acusaciones desconsideradas y que una vez pasada la barahúnda electoral quedan evidenciados como instigadores de malquerencias, de acusaciones falsas y de intrigas personales...
“... La madre del play”
En la medida en las campañas electorales van entrando en calor --y en esto no existen excepciones--, las tensiones aumentan y el discurso se torna más agresivo y asoma la violencia verbal y física en las calles, en los barrios, en los pueblos, en las provincias...
El mensaje que se envía desde arriba llega amplificado a la base social y en esa misma medida se exacerban los ánimos y se encrespan las actitudes de los militantes y fervorosos partidarios. Luego, resulta difícil contener las alteraciones emocionales que instiga el liderazgo. De ahí hay un paso a las agresiones físicas.
Entre los dirigentes políticos los insultos son siempre como “la madre del play”, no cuentan por agria que sea la controversia y altisonantes las palabras. Pero en el barrio la reacción de los activistas partidarios obedece siempre al mensaje que se envía desde arriba.
Es en esa circunstancia que la responsabilidad del liderazgo debe entrar en juego... Porque siempre se ha dicho --y así ha ocurrido--, que los muertos de campaña no se pagan y se quedan sin dolientes el día después de las elecciones...
Los “segundones”...
El liderazgo siempre resuelve arriba sus problemas; después de las elecciones viene el luto de los que pierden, pero al poco tiempo regresan a su rutina y restablecen contactos --por vías casi siempre de intermediarios--, con sus contrarios electorales que ganaron el poder.
Los jefes de partidos o de proyectos presidenciales se las apañan siempre para protegerse de eventuales retaliaciones, y siempre son los primeros en agenciarse acercamientos con el poder. Pero los “segundones” que provocan enfrentamientos no tienen la misma suerte...
ÖY como en el barrio todo el mundo se conoce, los dirigentes más agresivos y dispuestos a emprender acciones en contra de los adversarios políticos terminan pagando el precio de su agresividad... ¡que a veces suele ser muy alto!

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