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martes, junio 30, 2015

En el Día del Maestro

Uno de los actores de la sociedad que tiene el mayor reto en este siglo de conocimientos y tecnologías, es el Maestro. El concepto de la educación ha evolucionado. El maestro tiene que cambiar y convertirse en un facilitador y un referente de valores para la sociedad.  
Los datos económicos demuestran que lo que las empresas e industrias requieren hoy en día no sólo se aprende en la escuela. La irrupción tecnológica en nuestras vidas confirma que la educación tradicional no es suficiente; que nuestros maestros enfrentan estudiantes cada vez más informados y con acceso a un océano de información; la vida en las grandes ciudades aleja a los padres de los hijos, lo que causa que cada vez menos se involucren en la enseñanza y que busquen ‘tercerizar’ la crianza.
El asunto no termina ahí. La constante transformación de los mercados productivos demanda de la educación superior cambios y adecuaciones casi al instante. Para el 2025 se estima habrá 400 millones de estudiantes de educación superior, con perfiles muy diversos, lo que demandará una diversificación de las modalidades y ofertas académicas.
Sin dudas, la educación ha cambiado. La presión que ejerce el momento actual sobre nuestros maestros requiere, no tan solo de inversiones económicas, también de que nos dediquemos a forjar el perfil del maestro y la maestra que exigen los tiempos actuales.
¿Qué se exige a los maestros de esta época? En primer lugar, adaptación a la época presente, donde el profesor ha dejado de ser el depositario del conocimiento. La inmediatez con la cual podemos acceder a información a través de Internet, facilita el intercambio de conocimientos, lo que exige de los maestros adquirir habilidades en el uso de las TIC para la enseñanza. Hoy más que nunca se confirma la máxima de Paulo Freire, el gran experto de la educación, cuando decía que “enseñar exige respeto a los saberes de los educandos”.
En segundo lugar, se requiere de creatividad. Los estudiantes se distraen con facilidad en un mundo lleno de estímulos. Como ejemplo podemos citar el aumento constante del déficit de atención en los Estados Unidos, medido por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de ese país. Situaciones como esta, y otras más, que suceden en el salón de clases, exigen de los maestros recorrer el largo camino de la creatividad en el proceso de aprendizaje; al igual que la introducción de medios audiovisuales para facilitar el aprendizaje.
En tercer lugar, la diversidad de los grupos escolares demanda del profesor una gestión eficaz del talento que tiene en sus manos. El proceso de aprendizaje ha dejado de ser lineal, constante y jerárquico; convirtiéndose en un proceso dinámico, interrelacionado y en constante evolución.
Margarita Cedeño De Fernández 
La Revolución educativa que está en marcha en nuestro país, en una siguiente fase, debe centrarse aún más en el desarrollo del magisterio. Aquellas zonas donde se han implementado proyectos de capacitación magisterial y de gestión innovadora de la educación, han resultado en cambios sustanciales en las calificaciones y habilidades adquiridas por el estudiantado y en avances en el desarrollo humano.
Allí donde los maestros se han ocupado por su constante crecimiento profesional; donde han centrado la enseñanza en el desarrollo físico, emocional, intelectual, ético y espiritual del estudiante; donde se ha puesto especial énfasis en el aprendizaje basado en valores, con la integración del núcleo familiar; allí donde el salón de clases es un espacio para la investigación y la innovación; ha quedado demostrado que el resultado en los años de escolaridad y en el resultado futuro del estudiante, son altamente satisfactorios.
En este siglo tan complicado, lo más importante es que los maestros contemplen un código de valores éticos, morales e intelectuales, que sean de provecho para la sociedad y que puedan impregnar en los alumnos.
“La educación no cambia el mundo; cambia a las personas que van a cambiar el mundo”, afirmaba Freire. Lo que demanda la época actual es de maestros que sirvan de guía e impulso a ciudadanos ejemplares; innovadores, cultos y debidamente preparados, que funjan como entes de cambios positivos a la sociedad a la que sirven.
Por Margarita Cedeño De Fernández ;-

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