El historial político de Danilo Medina y de
Leonel Fernández registra que, unidos, han sido como nadie más en la
organización fundada por Bosch, sinónimos y cultores del crecimiento y
los grandes éxitos alcanzados por el PLD, desde llevarlo al poder hasta
mantenerlo por tiempo indefinido. Mucho más que antes, en la actual
coyuntura de excepción y de gran riesgo de que la pasión y el interés de
seguidores ciegos de las partes quebranten el nivel de prudencia y de
razonamiento necesario para que la unidad y la vocación de poder sigan
siendo el norte, en la inteligencia y capacidad de entendimiento de los
dos grandes líderes morados descansa la suerte y el destino del partido
de gobierno de cara al 2016.
Si Leonel, sin impedimento y
apareciendo primero en todas las encuestas, está firmemente decidido a
ir como candidato, y Medina, con impedimento legal, pero con una gran
impronta de gobierno, y muy popular, son los dos líderes, solo ellos
dos, y muy alejados de los Judas y descalificadores inconsecuentes que,
en el fondo, quisieran verlos distanciados o enfrentados para que en la
debilidad se cuele otro, los que tienen que juntarse, ponerse de acuerdo
y resolver el gran dilema. Aunque haya en algún momento que “tragar en
seco”, pero Fernández y Medina, sin que sea un asunto de medir fuerza,
sino de poner a prueba de nuevo la inteligencia política y peso
especifico de ambos como líderes y garantes de una unidad que es lo que
permite la continuidad, tienen que llegar a un entendimiento personal
antes del 19 de este mes, antes de que el tema de modificación
constitucional para una eventual reelección, que es materia del
Congreso, se trate en escenarios abiertos y sesgados como el Comité
Político o el Central del PLD, que sería habría una caja de pandora (¿).
El
acuerdo-negociación a que lleguen Medina y Fernández, que deberá ser
serio, sincero y práctico, deberá partir (además del tema de las
candidaturas a la Vice, al Congreso y los ayuntamientos en la
distribución de las cuotas de poder) del criterio personal que tengan
los dos líderes sobre los aspectos institucionales por delante, y de los
riesgos y consecuencias políticas, para Danilo, para el PLD y para el
país, de forzarse las cosas y embarcarse en un proyecto, no viable a la
vista, de reelección presidencial.
En tal circunstancia, en la de
que entre los que “se pongan en primera fila”, el que menos estaría
“tranquilo” sería Danilo, el tiro fatal que pudiera salir del invento de
la figura de una ruleta rusa con varios proyectiles y un solo espacio
dejado a la suerte, no haría blanco ni la mella que algunos retorcedores
de la realidad plantean en el liderazgo y persona del expresidente
Fernández, sino en la unidad, en el destino y en la cabeza misma del
PLD, como un todo (¿).
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