El mercado binacional, en la frontera con Pedernales no funcionó el
pasado viernes. Los militares haitianos destruyeron las mercancías
adquiridas por los pocos comerciantes haitianos que cruzaron a este lado
de la frontera.
El consulado dominicano en Anse-a-Pitre no ha vuelto a funcionar con
mormalidad, desde que ciudadanos haitianos “secuestraron” por varias
horas al personal dominicano en territorio haitiano.
El consulado dominicano en Juana Méndez fue semidestruido durante una
agresión sin sentido ni justificación, por parte de decenas de haitianos
enardecidos.
Un autobús cargado de empleados dominicanos de una empresa ubicada del
otro lado de la frontera, donde también laboran decenas de haitianos,
fue agredido este fin de semana e incluso se intentó incendiarlo sin
ningún motivo. Desde hace meses choferes dominicanos que transportan
mercancías a Haití son víctimas de ataques, secuestros y atropellos por
parte de autoridades y ciudadanos haitianos. De aquel lado se quiere
cambiar la regla del juego obligando a los dominicanos a llevar
productos sólo hasta la frontera.
Todo eso y muchas otras cosas suceden sin que las autoridades
dominicanas asuman ningúna posición, ningún cuestionamiento. Las
autoridades dominicanas ni reclaman respeto para los dominicanos, ni
defienden sus consulados, ni protegen a sus ciudadanos. ¿Qué está
pasando? La única respuesta que he escuchado es que “esas cosas son
normales” entre países fronterizos.
Sin embargo, cuando un ciudadano haitiano, por una u otra razón es
detenido en este lado, sin importar el delito cometido, inmediatamente
las autoridades haitianas, los organismos internacionales, los voceros
pagados en el país, levantan su voz condenando sin miramiento a
República Dominicana.
Esa situación nos preocupa. Ese mal se está expandiendo de forma
peligrosa, sin que sintamos ningun tipo de apoyo. Es tiempo de que los
dominicanos sean defendidos como merecen. Que no se permita mancillar su
dignidad.
No bastan los simples “todo está normal” como respuesta a cada agresión.
No es suficiente el silencio por escándalos como el de la Dican o casos
de corrupción que cambian el ritmo y el comportamiento ciudadano. Es
tiempo de que haya más respeto por nuestra dignidad y nuestra soberanía.
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