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domingo, enero 18, 2015

El caso Dican: la peor afrenta

Carlos Valerio Fernández,
ex-director de la DICAN
Desde que la opinión pública del país se horrorizó cuando se supo de una matanza de trafi cantes de drogas, hecho ocurrido en agosto del 2008 en Paya, Baní, nada ha sido tan impresionante, abusivo y descarado como el descubrimiento del robo de drogas confi scada por la Policía.
Ha resultado no solo chocante y aberrante este hecho, sino especialmente preocupante dado que quienes han cometido el horrible delito han sido las personas designadas para perseguirlo, lo que se supone que llevaban sobre sus hombros sacar las drogas de las calles.
Con razón el semanario “Camino”, de la Iglesia Católica, ha dicho que “pusieron los ratones a cuidar el queso”. Nada más gráfi co e inexplicable por estas razones: ¿Acaso no son ofi ciales de larga data en las academias policiales en donde se les entrenó precisamente para perseguir el delito más odioso de los tiempos modernos?.
¿Acaso no son hombres escogidos por su historial en la institución de Orden Público para resguardar a la sociedad de los maleantes de tráfi co de estupefacientes?.
¿Acaso pensaban estos señores que ninguna autoridad los supervisaría y que descubrirían una práctica tan deleznable? ¿Acaso no estaban conscientes esos magros ofi ciales, con rango hasta de coroneles que existe una ofi cina de Control de Drogas de los Estados Unidos que da asistencia al país precisamente para el control del mercadeo de drogas? ¿Acaso ignoraban esos engreídos señores que la inteligencia norteamericana, no la dominicana, advertiría una práctica tan burda como corrupta en un departamento tan crucial como lo es la Dican? ¿Acaso no pensaron esos señores que se advertiría a simple vista su cambio de vida que implicaba el ingreso de dinero fácil y abundante? Dicen que la ambición obnuvila a quienes pierden la injundia que signifi - ca la realización de una carrera policial limpia, pulcra con el solo benefi cio del trabajo honrado para transmitir esos valores como herencia a sus hijos y descendientes.
La angurria ha convertido a esos ofi - ciales en “ratones que se comen el queso ajeno” sin reparar que lo que tanto comen podría convertirse en un tóxico.
Olvidaron la confi anza que puso sobre sus hombros la sociedad, y especialmente la institución a la que se suponía que habían dedicado sus vidas y en particular el mismo jefe de la Policía que los recomendó al presidente de la República quien asumió la responsabilidad de nombrarlos. No parece válida la afi rmación del general Castro Castillo de que como jefe de la Policía “no tiene ni amigos ni enemigos”. Esos agentes son los que han resultado sus peores enemigos.
Por más que argumente, es su responsabilidad el control ético de su institución.
El debe disponer de los controles que le permitan detener las irregularidades que cunden en esa institución como si se tratara de “verdolaga”.
Y si es cierto que el asunto estalló como resultado de informaciones ofrecidas al Procurador General de la Republican por el embajador de los Estados Unidos, entonces la crisis es peor.
El presidente de la República, Danilo Medina, tiene que actuar ejemplarizadoramente para salvar en lo que puede, la moralidad pública de su gobierno.
Porque el caso del robo de drogas en el DICAN no es una indisciplina cualquiera, sino la práctica corrupta en su más alta expresión de una institución en las que reposa la confi anza del Estado para perseguir a los delincuentes y que resulta repugnante para la sociedad dominicana.
Este barrage debe ser enfrentado con absoluta y defi nitiva autoridad y responsabilidad por el Presidente de la República... Es lo que esperamos de un hombre comprometido a realizar lo que “nunca se ha hecho”.
Por Silvio Herasme Peña ;-

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