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Carlos Valerio Fernández, ex-director de la DICAN |
Desde que la opinión pública del país se horrorizó cuando se supo de una
matanza de trafi cantes de drogas, hecho ocurrido en agosto del 2008 en
Paya, Baní, nada ha sido tan impresionante, abusivo y descarado como el
descubrimiento del robo de drogas confi scada por la Policía.
Ha resultado no solo chocante y aberrante este hecho, sino especialmente
preocupante dado que quienes han cometido el horrible delito han sido
las personas designadas para perseguirlo, lo que se supone que llevaban
sobre sus hombros sacar las drogas de las calles.
Con razón el semanario “Camino”, de la Iglesia Católica, ha dicho que
“pusieron los ratones a cuidar el queso”. Nada más gráfi co e
inexplicable por estas razones: ¿Acaso no son ofi ciales de larga data
en las academias policiales en donde se les entrenó precisamente para
perseguir el delito más odioso de los tiempos modernos?.
¿Acaso no son hombres escogidos por su historial en la institución de
Orden Público para resguardar a la sociedad de los maleantes de tráfi co
de estupefacientes?.
¿Acaso pensaban estos señores que ninguna autoridad los supervisaría y
que descubrirían una práctica tan deleznable? ¿Acaso no estaban
conscientes esos magros ofi ciales, con rango hasta de coroneles que
existe una ofi cina de Control de Drogas de los Estados Unidos que da
asistencia al país precisamente para el control del mercadeo de drogas?
¿Acaso ignoraban esos engreídos señores que la inteligencia
norteamericana, no la dominicana, advertiría una práctica tan burda como
corrupta en un departamento tan crucial como lo es la Dican? ¿Acaso no
pensaron esos señores que se advertiría a simple vista su cambio de vida
que implicaba el ingreso de dinero fácil y abundante? Dicen que la
ambición obnuvila a quienes pierden la injundia que signifi - ca la
realización de una carrera policial limpia, pulcra con el solo benefi
cio del trabajo honrado para transmitir esos valores como herencia a sus
hijos y descendientes.
La angurria ha convertido a esos ofi - ciales en “ratones que se comen
el queso ajeno” sin reparar que lo que tanto comen podría convertirse en
un tóxico.
Olvidaron la confi anza que puso sobre sus hombros la sociedad, y
especialmente la institución a la que se suponía que habían dedicado sus
vidas y en particular el mismo jefe de la Policía que los recomendó al
presidente de la República quien asumió la responsabilidad de
nombrarlos. No parece válida la afi rmación del general Castro Castillo
de que como jefe de la Policía “no tiene ni amigos ni enemigos”. Esos
agentes son los que han resultado sus peores enemigos.
Por más que argumente, es su responsabilidad el control ético de su institución.
El debe disponer de los controles que le permitan detener las
irregularidades que cunden en esa institución como si se tratara de
“verdolaga”.
Y si es cierto que el asunto estalló como resultado de informaciones
ofrecidas al Procurador General de la Republican por el embajador de los
Estados Unidos, entonces la crisis es peor.
El presidente de la República, Danilo Medina, tiene que actuar
ejemplarizadoramente para salvar en lo que puede, la moralidad pública
de su gobierno.
Porque el caso del robo de drogas en el DICAN no es una indisciplina
cualquiera, sino la práctica corrupta en su más alta expresión de una
institución en las que reposa la confi anza del Estado para perseguir a
los delincuentes y que resulta repugnante para la sociedad dominicana.
Este barrage debe ser enfrentado con absoluta y defi nitiva autoridad y
responsabilidad por el Presidente de la República... Es lo que esperamos
de un hombre comprometido a realizar lo que “nunca se ha hecho”.
Por Silvio Herasme Peña ;-
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