EL CONSEJO.- Los amigos de Luis
Abinader en la prensa le advirtieron con tiempo los riesgos de seguir como
subordinado de Hipólito Mejía, después de la experiencia del 2012, cuando pudo
presentar credenciales como candidato a la segunda posición. E incluso le
aconsejaron con la mejor buena fe que desarrollara su proyecto político como
algo propio y no como una extensión o dependencia de la maquinaria del grupo de
su excompañero de boleta. Nadie le dijo que rompiera con el expresidente, ni
que lo enfrentara, pues la reserva del PPH era importante, y tal vez decisiva,
en cualquier contingencia.
Era simplemente mostrar su perfil de político hecho
y derecho y borrar la imagen del muchacho al que le dieron oportunidad en una coyuntura
muy especial. Sería la emergencia perfecta ante una situación políticamente
desgraciada: la falta de entendimiento entre Mejía y Miguel Vargas, que era la
confrontación del momento. Sin embargo, Abinader con más ingenuidad que nobleza
consideró que un “padre” no le falla a su hijo, y mucho menos cuando hay más
obligación que deber…
LOS APUROS.- Ahora que esos amigos de la prensa ven a
Abinader con sus actuales apuros, se dicen entre sí: “pero sí se lo dijimos y
no hizo caso”. Incluso, piensan como algo irremediable que no tiene manera de
apearse de ese tigre sin que lo devore o deje tan mal parado que deba abandonar
el circo. Pues ese juego no puede ser eterno, como tampoco lo fue con Vargas.
Llegó un día en que hubo que decidirse. El exmandatario no es tonto para creer
que Tony Peña Guaba es incontrolable y que su jefe político, Abinader, no puede
llamarlo al orden. Que actúa de foró porque es hijo de José Francisco Peña Gómez
y no porque lucha de manera denodada para que sea Abinader y no Mejía quien
encabece la boleta del PRM. Entre gánsteres y en las películas antiguas esos trances
se resolvían de manera elegante. Uno decía al otro: “No ofenda mi inteligencia”.
Abinader está ofendiendo la inteligencia de Mejía, olvidando que pudo haber
perdido pelos, pero no las mañas. Y que además tiene un círculo de íntimos, que
actúa como tribunal de alzada, que ve fantasmas y sombras en cada esquina…
MARKETING.-
Los seguidores de Mejía y Abinader, pero más los de Abinader que los de Mejía,
creen que las discrepancias reales, comprobadas, pueden taparse con marketing.
El lunes se convocó una reunión de La Convergencia y se hizo saber por
anticipado que ambos asistirían, y el propósito era que se comprobara que entre
ellos no había diferencia ni problema, pues de haberlo, uno se abstendría, o
incluso los dos. El resultado, sin embargo, fue otro.
Fueron a la cita y estuvieron en el lugar a la hora acordada, pero no puede
decirse que juntos y mucho menos reburujados. Con decir que se publicaron fotos en
los periódicos en que aparece uno y no el otro, y la razón era que estaban
separados, o tan distantes, que el foco de la cámara no alcanzaba para cubrir a
ambos...
EL “OTRO”.- Además, un truño dice más
que mil palabras, y se suponía que era un ambiente distendido y que cada cual
debía ir con su mejor ánimo. La ocasión era propicia para hablar
de esperanza y ver las posibilidades de que la unidad de fuerzas diversas diera
al traste con el continuismo peledeísta. Sin embargo, las fotos y las fílmicas
dan a entender que esa reunión fue una misa de muerto. Aun cuando el problema
no era ni podía ser La Convergencia, de la que hasta ahora se sabe poco, y no
hace falta saber más. Las dificultades se originan en el PRM, o mejor dicho,
entre Abinader y Mejía. Hablan de que no se repetirá la experiencia del PRD,
pero todo da entender que ahora será peor. Tampoco hay árbitro y se presume que
ninguno recurrirá a la Junta Central Electoral o al Tribunal Superior
Electoral. Será cosa de ellos, y ya empiezan con el can que agravia y no resuelve.
Por ejemplo, ayer Abinader prendió la vela que faltaba en ese entierro. Dijo
que el PLD no lo quiere como candidato, y algo más, que prefiere “a otro”, y no
hay “otro” que no sea Mejía…
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