Es un antiguo estilo de algunos sectores del
país mantenerse lo más cercano al poder todo el tiempo, con el que se
acaba de ir y quiere volver, o con el que está y no quieren que se vaya.
Esos
fervorosos del poder no quieren ver una ciudadanía dinámica emergiendo
del atraso y conquistando niveles de desarrollo ciudadano para ponerse
al nivel de las llamadas sociedades desarrolladas. Prefieren que todo
siga estancado, que no se mueva, y que no deje de recibir ni seguir
disfrutando todos los meses el cheque que le gira el Estado. Con todo se
puede jugar, menos con eso, porque si le faltara ese estipendio el
mundo prácticamente se les acabaría.
Razonan entonces, con la
conciencia de su interés, que debe quedarse el que está o por lo menos
que vuelva el que estaba. A los de la oposición no les toca nada “nadita
de nada”.
Y ese no es un buen razonamiento cuando usted piensa, como debe pensar, en el presente y el futuro del país.
Ahora,
después del glamoroso discurso de Danilo Medina ante la FAO, la Oficina
de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, se ha
intensificado la idea de que se quede en el poder. Otros opinan que la
Constitución no debe ser violentada o modificada y piden, pues, el
regreso al poder del doctor Leonel Fernández.
No se preguntan algo
tan sencillo, como eso de “¿qué vendría a hacer Leonel que tras doce
años en el poder no haya hecho?. Esos vilordos ni siquiera se ocupan de
darle un chance a otros cinco compañeros que se creen con méritos, de
dirigir el gobierno nacional.
Piensan los vilordos que pensar en
uno de los emergentes es arriesgarse demasiado y que con el disfrute
del Estado “no se juega”. Espetan sin rubor: “O se queda el que está, o
vuelve el que estaba”. Así no habría la más mínima oportunidad para
nadie.
No razonan en la posibilidad de que “el loco” se remenee y diga glamorosa o indignamente: “Ni el uno ni el otro. Esto se acabó”.
No
les pasa por sus adormecidos sentidos la posibilidad de que “la
dialéctica” aconseje ni el regreso de Leonel ni la reelección de Danilo.
Llamarían locos a los que planteen dentro o fuera del partido pensar
siquiera que el PLD perdería unas elecciones. No le dan oportunidad al
antiguo criterio de que “todo el que juega gana o pierde”. Olvidan que
ese fue un principio que se estableció desde los primigenios momentos
de la humanidad.
No quiero mencionar a ninguna persona, ni
siquiera al proclamado reeleccionista Ventura Camejo, pero en el ánimo
de la población otros nombres bullen y son considerados militantes del
“continuismo peledeísta en las mieles del poder”.
Si el pueblo
vive hoy, sin dudas, un hermoso proceso democrático con el
reconocimiento de América en cuanto al respeto de los derechos humanos
disfrutando de Cortes Judiciales efectivas, no es menos cierto que en el
plano de lo político todavía nos faltan pasos vitales para consolidar
ese proceso vital. No desaparecen las ambiciones legítimas o
cuestionadas, porque esa es la naturaleza de las sociedades de este
tiempo en donde las tiranías y la demagogia no tienen cabida en el
Estado como fue la norma en un pasado relativamente reciente.
Es
necesario tener en cuenta esta “Era Virtuosa” que nos complace a todos,
pero la misma no durará el tiempo que queremos si la ambición y la
inmadurez provoca situaciones de alto riesgo, después de tanto
sufrimiento desde el asesinato del presidente Ramón Cáceres (1911), la
llamada Revolución del Doce (1912) y sus consecuencias de inestabilidad
que provocaron eventualmente una intervención militar norteamericana.
Luego
de la desocupación, de las elecciones que ganó Horacio Vásquez en el
1924, su desafortunada prolongación y luego la tiranía trujillista y el
lapso oscuro que sufrió el país, debemos estar conscientes de qué
dejamos atrás, de que esta sociedad vive, quiere y aspira una
oportunidad de progreso sin precedentes, y que en eso debemos ser
serios.
A quien se debe reelegir no es a Danilo Medina, quien ha
reiterado que no tiene tal aspiración, en cambio lo que sí debemos
reelegir es la forma del estilo de gobernar de Danilo, una reelección
eterna de ese estilo, en donde se respeta la propiedad del Estado, la
libertad de los más y luchar por el bienestar colectivo.
Hablar de
que Danilo siga no sólo es una falta de respeto al mismo presidente de
la República, sino a ese país que ha labrado con tanto esfuerzo el
momento actual. Así como los costarricenses recuerdan a su gran
presidente José Figueres Ferrer este país debe recordar a Danilo Medina
por cumplir la Constitución y no optar a beneficiarse personadamente de
la angurria que al final termina corroyendo todo lo bueno que el país
quiere y aspira.
Debemos instaurar el “danilismo no continuista” y ese sería el mejor reconocimiento a su ingente gobierno.
Esa debe ser la idea.
Por Silvio Herasme Peña;-
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