El presidente de la Cámara de Diputados, Abel Martínez, toma una
decisión aparentemente administrativa que se orienta a corregir en el
tiempo una distorsión de las labores legislativas. Se cambia el sentido
de la subvención que se otorgaba a los legisladores para temas de
asistencia social. Pero no elimina el mal. El virus subsiste.
El
llamado “barrilito”, como ha sido la “goma” en las Fuerzas Armadas, no
son más que abusos de poder encubiertos. Se asignan recursos en forma de
privilegios que tienden a oscurecer la administración de las finanzas
públicas.
Los niños muertos en el Hospital Robert Reid Cabral
pusieron de moda el tema de la asistencia médica. Ahora el barrilito
será para hospitales y entidades similares. No es función del Congreso
donar dinero a los legisladores para que hagan obras de caridad. Tampoco
es misión de los legisladores apuntalar por propia mano el
desequilibrio que se vive en la administración de la salud.
Los
legisladores están para tejer el ropaje legal que viste la Nación y
controlar a los otros dos poderes, pero en ninguna parte de la
Constitución se le atribuye hacer un presupuesto propio plagado de
ventajas como han estado cosiendo.
El Estado debe proveer a los
legisladores de sueldos decorosos, de facilidades técnicas para que
desempeñen sus labores de la mejor manera y no se vean compelidos a
aceptar sobornos provenientes de maletines o laptops.
Embarcarse
en esto de la transparencia es más que un decir. Sabemos que los
sobornadores no proceden de los barrios ni son pordioseros; algunos de
los reclamantes de la claridad en la administración están más cerca que
nadie de dar facilidades para los bolsillos famélicos de algunos
legisladores poco serios. Se pone en práctica la hipocresía.
El
presidente de la Cámara de Diputados da un paso hacia adelante en la
administración pulcra. Lo ideal es que gire el timón del todo eliminando
el barrilito y deje que el Poder Ejecutivo cumpla su rol.
Ahora
la pelota cae en el terreno del Senado. Los integrantes de la Cámara
Alta tienen mayores privilegios porque son menos; son recursos
económicos que deben soltar. El ejemplo de los diputados los pone en
fea situación. Tendrán los senadores que cancelar esos regalos que se
han dado. Deben de una vez por todas dejar de legislar para
privilegiarse.
El Congreso puede sanar la Salud Pública otorgando un presupuesto extraordinario.
Por Alfredo Freites;-
alfredofreitesc@gmail.com
alfredofreitesc@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario