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jueves, octubre 16, 2014

Congreso puede sanar la Salud Pública

El presidente de la Cámara de Diputados, Abel Martínez, toma una decisión aparentemente administrativa que se orienta a corregir en el tiempo una distorsión de las labores legislativas. Se cambia el sentido de la subvención que se otorgaba a los legisladores para temas de asistencia social. Pero no elimina el mal. El virus subsiste.
El llamado “barrilito”, como ha sido la “goma”  en las Fuerzas Armadas, no son más que abusos de poder encubiertos. Se asignan recursos en forma de privilegios que tienden a oscurecer la administración de las finanzas públicas.
Los niños muertos en el Hospital Robert Reid Cabral pusieron de moda el tema de la asistencia médica. Ahora el barrilito será para hospitales y entidades similares. No es función del Congreso donar dinero a los legisladores para que hagan obras de caridad. Tampoco es misión de los legisladores apuntalar por propia mano el desequilibrio que se vive en la administración de la salud.
Los legisladores están para tejer el ropaje legal que viste la Nación y controlar a los otros dos poderes, pero en ninguna parte de la Constitución se le atribuye hacer un presupuesto propio plagado de ventajas como han estado cosiendo.
El Estado debe proveer a los legisladores de sueldos decorosos, de facilidades técnicas para que desempeñen sus labores de la mejor manera y no se vean compelidos a aceptar sobornos provenientes de maletines o laptops.
Embarcarse en esto de la transparencia es más que un decir. Sabemos que los sobornadores no proceden de los barrios ni son pordioseros; algunos de  los reclamantes de la claridad en la administración  están más cerca que nadie de dar facilidades para los bolsillos famélicos de algunos legisladores poco serios. Se pone en práctica la hipocresía.
El presidente de la Cámara de Diputados da un paso hacia adelante en la administración pulcra. Lo ideal es que gire el timón del todo eliminando el barrilito y deje que el Poder Ejecutivo cumpla su rol.
Ahora la pelota cae en el terreno del Senado. Los integrantes  de la Cámara Alta tienen mayores privilegios porque son menos; son recursos económicos  que deben soltar. El ejemplo de los diputados los pone en fea situación. Tendrán  los senadores que cancelar   esos regalos que se han dado. Deben de una vez por todas dejar de legislar para privilegiarse.
El Congreso puede sanar la Salud Pública otorgando un presupuesto extraordinario. 
Por Alfredo Freites;-
alfredofreitesc@gmail.com 

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