Vinicio, el más chiquito de los hijos del
doctor Vincho Castillo, se pasa de fogoso, a veces hablando más de la
cuenta y siempre al borde de la prudencia que le recomienda su condición
de aliado político del gobierno y administrador de información
privilegiada.
Podría compararse a Vinicito con el clásico vaquero
del lejano oeste norteamericano: dispara antes de sacar el revólver
aunque el tiro le salga equivocado y alcance al amigo que no era para
que lo mate el enemigo que era.
No puede atribuirse su fogosidad a
“errores de juventud” porque hace rato pasa de los cuarenta; mucho
menos a inmadurez política o al desconocimiento de un medio que le es
hostil por naturaleza, porque Vinicito lleva ya muchos años en el
cuadrilátero de los pesos pesados junto a su padre Vincho y a sus dos
hermanos mayores, Juárez y Pelegrín.
Hay quienes dicen que es “el
vivo retrato” de su padre joven... Pero sólo quienes ignoran la vida
pública de Vincho no alcanzan a dimensionar las responsabilidades de
este hombre desde antes de cumplir los 20 años.
En los inicios de
la década de los 70, antes de asomar a la medianía de edad, pero ya
abogado famoso, Vincho estaba al frente de la Comisión de Recuperación
de Tierras del Estado en el marco del llamado Código Agrario de Balaguer
que modificó en parte el sistema latifundista tradicional del campo
dominicano.
Del cielo a la tierra...
La diferencia entre la fogosidad e inmadurez de Vinicito y las responsabilidades que le tocó asumir a su padre desde que era prácticamente un muchacho, son abismales.
La diferencia entre la fogosidad e inmadurez de Vinicito y las responsabilidades que le tocó asumir a su padre desde que era prácticamente un muchacho, son abismales.
El hijo no deja de ser un hombre correcto y muestra los
signos de valentía proverbiales en su padre, pero nada que ver entre el
talento y las condiciones profesionales de uno y otro.
Desde
muchacho, Vincho tuvo vida política muy activa, cuando Trujillo lo
nombró diputado junto a otros jóvenes distinguidos de entonces, luego
conspiró contra el régimen de facto que precedió a la Revolución del 65,
estuvo en la trinchera de la dignidad contra la ocupación
norteamericana y fue un batallador por el retorno de la democracia.
La
maledicencia pública lo ha perseguido siempre, pero la honorabilidad de
Vincho Castillo, su valor para sumarse a las mejores causas sociales y
su entrega al país son atributos sencillamente incuestionables en el
marco de la sensatez y el mejor juicio de la historia contemporánea.
Exceso de autonomía...
La familia Castillo y la Fuerza Nacional Progresista tal vez han sido en exceso tolerantes frente a los exabruptos y emotividades de su miembro más joven. Desde hace tiempo Vinicito viene dando muestras de inmadurez que en el mejor de los casos debió recibir por lo menos un llamado de atención de su padre y sus hermanos mayores.
La familia Castillo y la Fuerza Nacional Progresista tal vez han sido en exceso tolerantes frente a los exabruptos y emotividades de su miembro más joven. Desde hace tiempo Vinicito viene dando muestras de inmadurez que en el mejor de los casos debió recibir por lo menos un llamado de atención de su padre y sus hermanos mayores.
Su fogosidad y
protagonismo desmedido lo han colocado incluso en contradicción con la
política de su propio partido y con la prudencia y fino tacto que ha
exhibido siempre su padre en las cuestiones políticas más sensitivas.
Vinicito
acaba de cometer un error infantil al exponer públicamente uno de sus
clásicos exabruptos como posición partidaria y familiar sin medir
siquiera la repercusión política y los efectos que esa actitud inmadura
provocaría en todo su entorno.
De esta lo salvaron sus amigos
Miguel Mercedes y Radhamés Jiménez y sobre todo la magnanimidad de
Danilo que siente mucho respeto por su padre.
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