
EL 911.- No debió sorprender que el
primer día del 911 se produjeran tantas llamadas de fastidio. El
dominicano es novelero por naturaleza y quiso ver qué era y sí realmente
funcionaba. Se publicó ese dato como si se tratara de un oprobio, pero
igual la queja de que el servicio fue lento. Y todo el primer día. Debió
haber sido perfecto, pero dejó que desear. Sin embargo, esa actitud
desaprensiva no es única del dominicano. Leía ayer mismo de un sujeto de
La Florida que fue detenido y sometido a la justicia por dar mal uso al
sistema. Llamó al 911 de allá para protestar porque su mujer le había
botado una cerveza que se tomaba. Pensaría que eso fue abuso de género, y
antes de corregir la situación por los medios conocidos de violencia,
puso el caso en manos de las autoridades.
Si en Estados Unidos el 911
lleva tanto tiempo y ocurren estas gazmoñerías ¿qué puede esperarse en
República Dominicana? O se tiene paciencia o se hace lo que allá: se le
aplica la ley, de manera que dando el ejemplo se disuada futuras
acciones parecidas. Aunque nunca, como sugirió un experto, cancelar el
teléfono...
PACIENCIA.- Eso de tener paciencia y ser
comprensivo va con la democracia, o con lo que se llama Estado de
Derecho, pero que muchas autoridades no están dispuestas a asumir. La
Policía Nacional, por ejemplo, no tiene mucha paciencia y mucho menos es
comprensiva con situaciones que se dan a diario. Los últimos muertos
no, porque en ese caso hubo una razón mayor que no responde al discurrir
ordinario. Pero sí hay circunstancias en que con un poco de paciencia y
otro más de comprensión podría salvar trances que terminan en tragedia.
Si no con tiros, al menos con golpes. El agente, es lo que se entiende,
no debe perder la paciencia ante el delincuente, pues no puede
controlar nada quien lo primero que hace es perder su propio control. De
ahí que dijera y repita ahora que le falta academia al personal que se
manda a la calle, y que esa ausencia de comedimiento ocasiona los males
que se critican. Incluso, a veces, de manera aviesa, pues hay de todo en
este mundo. Hay sectores que no pierden oportunidad de clavarle un
hechizo a la institución...
EL JUEZ.- Lo interesante es
que el agente pierde la paciencia y no se deja ganar por la comprensión
ante el delincuente violento o reincidente, pero no sucede igual con el
juez. El magistrado ve que le llevan el mismo sujeto una y otra vez, y
una y otra vez toma el código y lo aplica de manera benigna, cuando
debiera perder la paciencia ante esa ofensa reiterada y ponerse en lugar
de la sociedad y comprender lo evidente y necesario. Que conviene
mantenerlo por largo tiempo en la cárcel, pues las detenciones
periódicas no son suficientemente aleccionadoras. Que con sus escrúpulos
a la hora de impartir justicia le está haciendo un grave daño a la
comunidad. Dicen quienes conocen las experiencias de otros países que
así se actúa en naciones con mayor desarrollo institucional y donde el
debido proceso de ley se cumple a cabalidad. Los intercambios de
disparos son hechos de cada día, casi rutinarios, pero cuando se conoce
el prontuario de las víctimas, se hace más que obvio el descuido de un
juez...
DESDÉN.- Lo peor del caso es que ese descuido
del juez se le carga al sistema de justicia o a los límites del Código
Procesal o a las lagunas del Código Penal. Esto es, se huye por la
izquierda y no se asume responsabilidades de orden social. Sin embargo,
no hay dudas cuando se va a las finales. La sociedad dominicana no puede
continuar por el actual derrotero, y entre las muchas fallas se cuenta
la cobardía de los encargados de remediar el mal. De nada vale que se
haga lo que está haciendo este gobierno, de invertir en las diferentes
instancias de la seguridad ciudadana, si ninguno de los actores quiere
jugársela a profundidad. Se gasta más dinero en policías, en fiscales,
en jueces, y la población no se siente satisfecha con el resultado, y no
podría estarlo, puesto que las calles son escenarios de horror. Que
cuando la nota mala no la da el delincuente, entonces es el policía, o
el fiscal o el juez. El más terrible de los Fuenteovejuna, concebido al
revés: Todos puestos de acuerdo para desdeñar la sociedad en su
conjunto...
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