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miércoles, junio 04, 2014

Todos contra la sociedad


Orlando Gil
orlandogil@claro.net.do/@orlandogildice
EL 911.- No debió sorprender que el primer día del 911 se produjeran tantas llamadas de fastidio. El dominicano es novelero por naturaleza y quiso ver qué era y sí realmente funcionaba. Se publicó ese dato como si se tratara de un oprobio, pero igual la queja de que el servicio fue lento. Y todo el primer día. Debió haber sido perfecto, pero dejó que desear. Sin embargo, esa actitud desaprensiva no es única del dominicano. Leía ayer mismo de un sujeto de La Florida que fue detenido y sometido a la justicia por dar mal uso al sistema. Llamó al 911 de allá para protestar porque su mujer le había botado una cerveza que se tomaba. Pensaría que eso fue abuso de género, y antes de corregir la situación por los medios conocidos de violencia, puso el caso en manos de las autoridades.
Si en Estados Unidos el 911 lleva tanto tiempo y ocurren estas gazmoñerías ¿qué puede esperarse en República Dominicana? O se tiene paciencia o se hace lo que allá: se le aplica la ley, de manera que dando el ejemplo se disuada futuras acciones parecidas. Aunque nunca, como sugirió un experto, cancelar el teléfono...
PACIENCIA.- Eso de tener paciencia y ser comprensivo va con la democracia, o con lo que se llama Estado de Derecho, pero que muchas autoridades no están dispuestas a asumir. La Policía Nacional, por ejemplo, no tiene mucha paciencia y mucho menos es comprensiva con situaciones que se dan a diario. Los últimos muertos no, porque en ese caso hubo una razón mayor que no responde al discurrir ordinario. Pero sí hay circunstancias en que con un poco de paciencia y otro más de comprensión podría salvar trances que terminan en tragedia. Si no con tiros, al menos con golpes. El agente, es lo que se entiende, no debe perder la paciencia ante el delincuente, pues no puede controlar nada quien lo primero que hace es perder su propio control. De ahí que dijera y repita ahora que le falta academia al personal que se manda a la calle, y que esa ausencia de comedimiento ocasiona los males que se critican. Incluso, a veces, de manera aviesa, pues hay de todo en este mundo. Hay  sectores que no pierden oportunidad de clavarle un hechizo a la institución...
EL JUEZ.-  Lo interesante es que el agente pierde la paciencia y no se deja ganar por la comprensión ante el delincuente violento o reincidente, pero no sucede igual  con el juez. El magistrado ve que le llevan el mismo sujeto una y otra vez, y una y otra vez toma el código y lo aplica de manera benigna, cuando debiera perder la paciencia ante esa ofensa reiterada y ponerse en lugar de la sociedad y comprender lo evidente y necesario. Que conviene mantenerlo por largo tiempo en la cárcel, pues las detenciones periódicas no son suficientemente aleccionadoras. Que con sus escrúpulos a la hora de impartir justicia le está haciendo un grave daño a la comunidad. Dicen quienes conocen las experiencias de otros países que así se actúa en naciones con mayor desarrollo institucional y donde el debido proceso de ley se cumple a cabalidad. Los intercambios de disparos son hechos de cada día, casi rutinarios, pero cuando se conoce el prontuario de las víctimas, se hace más que obvio el descuido de un juez...  
DESDÉN.-  Lo peor del caso es que ese descuido del juez se le carga al sistema de justicia o a los límites del Código Procesal o a las lagunas del Código Penal. Esto es, se huye por la izquierda y no se asume responsabilidades de orden social. Sin embargo, no hay dudas cuando se va a las finales. La sociedad dominicana no puede continuar por el actual derrotero, y entre las muchas fallas se cuenta la cobardía de los encargados de remediar el mal. De nada vale que se haga lo que está haciendo este gobierno, de invertir en las diferentes instancias de la seguridad ciudadana, si ninguno de los actores quiere jugársela a profundidad. Se gasta más dinero en policías, en fiscales, en jueces, y la población no se siente satisfecha con el resultado, y no podría estarlo, puesto que las calles son escenarios de horror. Que cuando la nota mala no la da el delincuente, entonces es el policía, o el fiscal o el juez. El más terrible de los Fuenteovejuna, concebido al revés:  Todos puestos de acuerdo para desdeñar la sociedad en su conjunto...

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