Por
MANUEL NUÑEZ
A comienzos de la Guerra Civil Española en 1936,
el general golpista Emilio Mola declaró que avanzaba hacia Madrid con
cuatro columnas de tropas. Una, por Toledo; otra, por la Sierra de
Guadarrama; la tercera, por la carretera de Extremadura y la cuarta, por
el camino de Sigüenza. Y dijo además, que una quinta columna se hallaba
dentro la ciudad trabajando clandestinamente para hacer posible la
victoria. Una columna oculta que se levantaría en la ciudad asaltada tan
pronto como cruzaran el famoso rio Manzanares. Algunos dicen que le
oyeron estas palabras en la radio de Sevilla al general Gonzalo Queipo
del Llano. Poco importa el precursor, lo cierto es que desde entonces,
se le ha llamado quinta columna a todos los grupos que, en una
confrontación de intereses o de naciones, mantienen lealtades con el
bando enemigo, fundadas en la religión, en la ideología, en el
resentimiento, en la cobardía. O, sencillamente, porque se trata de
mercenarios que traicionan a su país por dinero.
En la confrontación diplomática que mantiene el Estado dominicano
para evitar que se le traspasen las obligaciones del Estado haitiano
para documentar a los ciudadanos de ese país, estos grupos minoritarios,
han pedido a gritos la intervención internacional del CIDH. Han mandado
informes difamatorios a todos los organismos internacionales para
suscitar una condena o fraguar una intervención internacional. Nos han
imputado un genocidio civil. Se han organizado internamente para
desacatar la Sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional.
Por aplicar nuestras leyes, por defender las disposiciones emanadas
del más alto tribunal de Justicia, por querer tener el control de
nuestro territorio y salvaguardar los registros civiles de la
desnaturalización, se nos ha declarado una guerra sin cuartel. Nunca
antes se había proclamado tan abiertamente un conciliábulo de fuerzas,
apandilladas, para aplastar la soberanía. Esta batalla que ha desplegado
el grueso de su formidable maquinaria en las oficialías civiles, para
despedazar la frontera jurídica, con suplantaciones de identidades,
nombres falsos, declaraciones con padres falsos y han empleado todos los
recursos de imaginación turbulenta para fabricar todo tipo de fraudes y
falsificaciones.
No es faena fácil librar esta guerra diplomática, sin el apoyo de una
importante porción de la opinión pública, manipulada ahora por
periodistas y comentaristas de televisión, por la propaganda agresiva de
los jesuitas y de las ONG pro haitianas, convertidos en marionetas de
la estrategia internacional, que, sin rumbo político, entiende que el
problema del colapso de Haití, debe resolverse desnacionalizando a la
Republica Dominicana.
Una parte de la opinión pública dominicana se halla a merced de los
traidores, inteligencias envenenadas, comprometidas con el
desmantelamiento de una soberanía que consideran trasnochadas,
antigualla digna de desaparecer.
Un traidor es una persona que conspira contra la supervivencia de la
nación; que nos desacredita internacionalmente; que, abiertamente
desleal se convierte en instrumento de un Estado extranjero, y luego
abusa; calumnia; menosprecia; insulta; se aprovecha de los nobles
sentimientos de solidaridad del pueblo, ordeña nuestra compasión
cristiana hasta los límites de nuestra propia supervivencia.
Los mecanismos de la defensa
El Estado no ha ideado ninguna estrategia para salvar el país de los
perjuicios del enemigo interior. Y sin embargo, cuenta con dos
dispositivos legales para contrarrestar sus maquinaciones perversas.
1.La Ley No. 47-01, de Inscripción de Agentes Extranjeros.(G.O.
No. 8135 de fecha 19 de junio de 1957, de 13 de Junio de 1957) que
obliga a todas las personas que reciben alguna subvención o se hallen
asociadas a Gobiernos, a personalidades o instituciones extranjeras, a
inscribirse como agentes extranjeros, y a explicar cuál es el alcance,
los propósitos de los esas personas o grupos. Dicha Ley se halla
presente en todas las democracias organizadas del mundo. Las dictaduras y
los Gobiernos de fuerza suelen perseguir sañudamente, con métodos
expeditivos y crueles, a las personas que se dedican a esas faenas. Así
queda cabalmente expresado en el considerando que justifica esa ley:
“CONSIDERANDO: Que es de interés nacional la protección de la
defensa del país, la seguridad interna y las relaciones de la República
Dominicana con países amigos, mediante la revelación pública de parte de
personas que se dediquen a propaganda o a cualquier otra actividad en
provecho de gobiernos extranjeros, partidos políticos extranjeros u
otras personas o entidades extranjeras, de modo que el Gobierno y el
pueblo dominicano, puedan estar informados acerca de la identidad de las
personas que se dedican a esas actividades y puedan apreciar sus
declaraciones y acciones a la luz de sus asociaciones y actividades;”
1.Los movimientos que desarrollan estos grupos se hallan
reglamentados dentro de las prescripciones y normas que establece el
Código Penal dominicano
a) El artículo 76, les prohíbe cabalmente a todas
estas organizaciones pagadas con fondos extranjeros hostilizar a las
instituciones del Estado o contravenir las políticas del Gobierno. O,
peor aún: asociarse a los poderes extranjeros para transformarse en un
contrapoder ;
b) El artículo 85, prescribe penas severas para las
personas que hacen apelaciones a otros Estados u organismos
internacionales que expusieren al Estado dominicano o las personas del
país a represalias ;
c) Los artículos 87 y 106 respectivamente determinan
las sanciones establecidas por la Ley para aquellas personas que, se
asocien para desacatar, combatir a Constitución y las leyes, o, que
inciten, por los medios de propaganda , a la desobediencia a
disposiciones emanadas de uno de los tres poderes del Estado.
Los daños de la quinta columna
¿Cómo se manifiestan las operaciones de esta quinta columna?, ¿Cuáles
son sus argumentos? ¿Mediante qué argucias? ¿Con qué métodos seducen y
moldean a la opinión pública?
La mayoría de los dominicanos viven sumergidos en ideas irracionales.
Se les ha hecho creer que dejando que progrese la desnacionalización en
el territorio, en la cultura, en el empleo, en la educación y ahora en
los registros civiles, las cosas estarán mejor en el porvenir. Que las
cosas podrán resolver por sí solas, sin que los dominicanos se
comprometan a salvar el país. Es la llamada presencia del pensamiento
mágico. Un optimismo maniatado por la cobardía, por la
irresponsabilidad, por la abulia y la falta de carácter que les hace
renunciar a desempeñar un papel decoroso en la historia presente.
En una buena proporción, los dominicanos son víctimas de la
manipulación que ejerce a través de los medios televisivos y radiales.
Las personalidades manipuladoras, tratan de gobernar al país, a través
de la sociedad civil, sin que la población haya votado por ellos. He
aquí un prontuario de las bellaquerías que emplean estos manipuladores:
1.Libran una guerra verbal sin tregua de ningún tipo contra el
sentimiento nacional, contra el patriotismo del pueblo dominicano, a
esas murallas le contraponen las amenazas, la mentira, el terrorismo
intelectual. En todas las tribunas se oyen sus habladurías: “ ¡Qué
seremos condenados por la Comunidad internacional ! ”, “ ¡Qué seremos un
Estado paria, por obedecer a una soberanía trasnochada !”.
2.En un ejercicio de cinismo y de traición, estos mercenarios de la
maquinación internacional pretenden hacerse pasar como defensores de los
intereses del pueblo dominicano. Mientras ensalzan al padre de la
patria; promueven la anulación de su obra. Mientras glorifican y fingen
defender los empleos y el bienestar del pueblo, apoyan la destrucción de
sus mecanismos de supervivencia; mientras se presentan como los
apóstoles de la seguridad social y de la salud de los dominicanos,
promueven la desintegración de su sistema de salud, el aniquilamiento de
su porvenir, traspasándole obligaciones al Estado dominicano con el
país más insalubre del continente.
3.¿En nombre de qué principios superiores a nuestra propia existencia
se han establecido estos ideales?¿Quién ha determinado que los
dominicanos somos responsables por los descendientes de la población
haitiana, que, de manera promiscua, sin que medien consideraciones de
ningún tipo, han cruzado nuestras fronteras?
4.En las apreciaciones de estos manipuladores, los dominicanos
siempre somos culpables de todo lo ocurre. Los haitianos no son
responsables ni de su penetración de manera ilegal en el territorio
dominicano, ni de corromper a los centinelas de la frontera ni de las
enfermedades que nos traen ni de los empleos que destruyen ni del
crecimiento de la inseguridad y de la delincuencia producidos por la
extinción de los yacimientos de empleos ni siquiera son responsables de
llevar documentos falsos. Esta visión anti dominicana se funda en el
principio de palos si bogas, y palos, si no bogas.
5.el objetivo del enemigo interior es suspender la Constitución de la
República para complacer las ambiciones haitianas; preparan paneles y
debates trucados, sin los más mínimos escrúpulos de equidad, para
aplastar las opiniones adversas; emplean intermediarios para hacer sus
campañas (diarios digitales, programas de asociados, tontos útiles a sus
propósitos etc.); han sembrado la cizaña, mediante sus agentes
encubiertos que han penetrado la burocracia del Gobierno. Nunca
responden con claridad. Sus observaciones son vagas. No comunican sus
proyectos. Ni sus necesidades ni sus opiniones. Esconden sus intenciones
Confían, ardientemente, en que los dirigentes políticos, para,
volverse aceptables ante los EE. UU y los poderes de la tierra, van a
traicionar al país. Se han dejado seducir por la idea de que un pequeño
grupo de burócratas, que, se cree más listo que los demás, destruirá
para complacer al CIDH la Sentencia 168/13,con el embeleco de un Plan de
Naturalización Especial. La soberanía nacional no pertenece ni a un
Gobierno ni un partido ni a un Presidente ni a un mesías, disfrazado de
sociólogo. La soberanía pertenece al pueblo dominicano, que la delega
transitoriamente, mediante el sufragio en un gobierno, que debe
obedecer, primariamente, a la Constitución de la Republica, al pueblo
que lo eligió y no al intervencionismo extranjero.
Los dominicanos no somos responsables ni culpables del desastre
haitiano. No tenemos obligaciones extra nacionales ni extra
territoriales con los haitianos. Por más dialéctica que empleen, no nos
pueden traspasar las obligaciones que tiene el Estado haitiano de
documentar a su población, y de responsabilizarse donde quiera que estén
de los descendientes de sus nacionales.
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EL AUTOR es historiógrafo, profesor universitario y poeta. Reside en Santo Domingo. |
En Santa Elena, en el más perdido confín del mundo, lejos de Europa y
de África, Napoleón, le confesó a Les Cases, los errores que lo
llevaron a terrible derrota de Waterloo. Perdió la guerra, porque nunca
creyó que pudiera ganarla. Era una guerra desigual contra un enemigo
varias veces superior. En las turbulencias de los acontecimientos, no
supo qué estaba pasando, ni dónde iba ni dónde estaba, y tras un
paréntesis de nieblas, se encontró con las circunstancias totalmente
adversas.
La deslealtad a la Constitución de los autores del Golpe de Estado de
1963, provocó el alzamiento del héroe Manolo Tavares Justo el 21 de
noviembre de ese año. Dos años después se produjo la guerra de abril de
1965, para restaurar la Constitución de 1963. Entre los dominicanos se
mantiene vivo un patriotismo constitucional, que orienta a gobernantes y
gobernados. Son muchos los que anda
n por el mundo buscando gestas y
grandes causas a las cuales rendirles su existencia, soñando con la
nombradía o con un destino grandilocuente, pero nadie podrá labrarse la
gloria y el prestigio, combatiendo la Constitución y los ideales del
fundador de la República.
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