Francesca |
Parece que la mayoría se ha olvidado de algo: la reacción que tengamos
ante ciertas situaciones pone en evidencia cómo somos en realidad. Es
triste y vergonzoso ver cómo jóvenes, e incluso adultos, se contagian
fácilmente por la burla colectiva. Hemos visto cómo, en los últimos
días, la expresión “Ánimo, ánimo, ánimo”, que proviene de una canción de
bachata de una niña de 13 años, se ha convertido en el tema favorito de
mucha gente que opina, se ríe, escribe comentarios y parodias en las
redes sociales, con total ligereza y sin pensar en lo que supone querer
humillar a una persona y lo que esas acciones revelan sobre nosotros
mismos.
En lugar de analizar los posibles daños psicológicos que los
ataques pueden causar en una menor, vamos a analizar al agresor. Cuando
nos encontramos ante situaciones de este tipo, son oportunidades
excelentes para descubrir el carácter de nosotros mismos y de quienes
nos rodean.
Esas personas que se burlan y se ríen son candidatas perfectas para ponerlas en la lista de personas capaces de, en cualquier momento, hacer leña del árbol caído. Son personas con posible tendencia a dar la espalda, pues son tan influenciables que se dejan llevar por lo que hace y dice la mayoría. No piensan en la finalidad de los actos, sino que buscan caer en gracia con el grupo y actúan con la masa que no profundiza en
motivos, daños, consecuencias y en lo que revelan de sí
mismos con sus agresiones. La humillación es un acto que busca denigrar y
avergonzar, públicamente, la dignidad de una persona. Pero más
retorcido es hacerlo hacia un niño, niña o adolescente, ya que están en
la etapa de formación personal, y ser blanco de este tipo de conductas
puede herir profundamente su personalidad. Resulta alarmante ver a
presentadores de televisión, locutores de radio y figuras públicas
sumarse a una burla, sin la más mínima responsabilidad, no siendo
conscientes de los valores que transmiten a la sociedad. El respeto a la
dignidad de otro, independientemente de si se está de acuerdo o no, es
un deber y un derecho que nos corresponde. Disfrutar, torturar o hacer
fiesta queriendo poner en vergu¨enza a una persona no solo es una
ordinariez, también pone en duda la templanza de nuestras actitudes y
principios. No olvidemos que con la reacción de cada uno de nosotros
ante situaciones de bullying colectivo (integrándonos alegremente o no)
no solo develamos nuestro verdadero fondo y carácter, sino también cuán
influenciables somos.
www.lyndarodriguez.com
Esas personas que se burlan y se ríen son candidatas perfectas para ponerlas en la lista de personas capaces de, en cualquier momento, hacer leña del árbol caído. Son personas con posible tendencia a dar la espalda, pues son tan influenciables que se dejan llevar por lo que hace y dice la mayoría. No piensan en la finalidad de los actos, sino que buscan caer en gracia con el grupo y actúan con la masa que no profundiza en
Lynda Rodríguez |
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