El país, en términos de salud,
saldrá muy lesionado del vendaval del coronavirus. Y tras ese trauma
viene otro: el de cómo ayudar a subsistir con alimentos y dinero, a los
más empobrecidos y a los que perderán sus empleos.
De pronto, el gobierno debe recanalizar las toneladas de alimentos, naturales e industrializados, que se destinaban al consumo de los hoteles y resorts turísticos, a un programa de suplencias para la población más necesitada.
Este país no puede darse el lujo de que, en un escenario de cuarentena total, la gente se vea obligada a salir a las calles en desesperada búsqueda de alimentos.
Mientras le damos el frente a la urgencia de controlar la expansión del coronavirus, hay que tener diseñado y listo para ejecución un plan de contingencia bajo el cual asignaría una suma de 10,000 pesos, mínimo, a los que han perdido sus ingresos por el desempleo, como ha sugerido el candidato presidencial Luis Abinader, en sintonía con propuestas en la misma dirección de otros relevantes líderes políticos.
Cerca de tres millones de ciudadanos podrían caer dentro de esta categoría, en el escenario más crítico posible, pero el plan de contingencia que se asuma debe ser viable y sostenible.
Se necesitaría de un mecanismo basado en depósitos para retiros electrónicos, ya que no sería prudente promover el flujo de miles de personas a los bancos a buscar su dinero mientras graviten sobre el país las amenazas de más contagio del Covid-19.
Los bancos comerciales y otras entidades financieras han flexibilizado significativamente sus políticas de cobros y tasas para dar un respiro de casi tres meses a sus clientes, sin drenarles las reservas o ahorros que tienen para soportar la emergencia.
La comida y el dinero para respaldar a los desposeídos en una situación de limitados abastecimientos puede ser la gran obra de protección social que cabría imponerse en un estado de excepción, ya crispado y ensombrecido por los miedos al coronavirus y a sus sobrecogedoras y terribles secuelas.
Tomado del editorial de
de la fecha ;-
De pronto, el gobierno debe recanalizar las toneladas de alimentos, naturales e industrializados, que se destinaban al consumo de los hoteles y resorts turísticos, a un programa de suplencias para la población más necesitada.
Este país no puede darse el lujo de que, en un escenario de cuarentena total, la gente se vea obligada a salir a las calles en desesperada búsqueda de alimentos.
Mientras le damos el frente a la urgencia de controlar la expansión del coronavirus, hay que tener diseñado y listo para ejecución un plan de contingencia bajo el cual asignaría una suma de 10,000 pesos, mínimo, a los que han perdido sus ingresos por el desempleo, como ha sugerido el candidato presidencial Luis Abinader, en sintonía con propuestas en la misma dirección de otros relevantes líderes políticos.
Cerca de tres millones de ciudadanos podrían caer dentro de esta categoría, en el escenario más crítico posible, pero el plan de contingencia que se asuma debe ser viable y sostenible.
Se necesitaría de un mecanismo basado en depósitos para retiros electrónicos, ya que no sería prudente promover el flujo de miles de personas a los bancos a buscar su dinero mientras graviten sobre el país las amenazas de más contagio del Covid-19.
Los bancos comerciales y otras entidades financieras han flexibilizado significativamente sus políticas de cobros y tasas para dar un respiro de casi tres meses a sus clientes, sin drenarles las reservas o ahorros que tienen para soportar la emergencia.
La comida y el dinero para respaldar a los desposeídos en una situación de limitados abastecimientos puede ser la gran obra de protección social que cabría imponerse en un estado de excepción, ya crispado y ensombrecido por los miedos al coronavirus y a sus sobrecogedoras y terribles secuelas.
Tomado del editorial de
de la fecha ;-
No hay comentarios:
Publicar un comentario