Santo Domingo;- El Partido de la Liberación Dominicana nació para superar los males
históricos que por años había padecido nuestra sociedad, así como para
conjurar los “vicios de la pequeña burguesía” que históricamente
corroían las instituciones políticas. Individualismo, arribismo,
grupismo, divisionismo, carencia de principios, de ideología y de
visión, se convirtieron en los males que queríamos superar.
Por lo que
se creó una organización que fuera la negación histórica de esas
prácticas. Así, se formó un partido organizado con visión, métodos,
disciplina, ideología, principios, mística e identidad propia. A su vez
se pensaba que esos propósitos eran cónsonos con un partido de izquierda
que propugnaba por la igualdad, la justicia social y la superación del
subdesarrollo.
Medio convertido en fin
Pero con el fin de la guerra fría vino la crisis de las ideologías y de
las utopías, y se comenzaron a imponer los valores del pragmatismo y del
individualismo en muchos partidos progresistas. A partir de ese momento
el PLD nunca volvería a ser el mismo. Así, se impuso la idea de que si
se quería el poder, se tenían que “flexibilizar” los controles de
ingreso, las normas, los métodos de trabajo, la ideología y los
principios en los que descansaba la organización, para de esa manera
hacernos más atractivos a segmentos de la población a los que no les
llegábamos. Entonces, se eliminó la educación, se “flexibilizó” la
disciplina y se echaron a un lado la mística, la ideología, los valores y
los principios. La propia figura del profesor Juan Bosch se fue
marginando hasta finalmente tirarlo al olvido.
Este proceso degenerativo se basó en la idea de que como el fin
justificaba los medios, si queríamos transformar el país, que era
nuestro fin, teníamos que ganar elecciones y llegar al poder, que eran
nuestros medios. Pero lo que terminó pasando fue que los medios, es
decir, ganar elecciones y llegar al poder, se convirtieron en el fin, y
el objetivo original de transformación se fue perdiendo en el
pragmatismo, la apetencia de poder y los intereses corporativos e
individuales.
La idea anterior produjo cambios radicales que negaban la esencia
progresista y de liberación nacional en la que se fundamentaba toda la
existencia del PLD. Entonces, sin educación, sin disciplina y sin
principios, y con el único fin de ganar elecciones y llegar al poder, se
produjeron complejas mutaciones que hicieron del PLD un partido
diferente. A partir de aquí, los “clientes” sustituyeron a los
militantes y los inversionistas políticos a los dirigentes formados, lo
que traía el predominio del clientelismo y el rentismo en el partido que
fundara Bosch. En ese punto, el PLD se convirtió en un “partido
franquicia” donde imperaba la transacción y la inversión mercantilista
entre los diferentes “concesionarios” de la organización. Entonces, se
dispararon los costos económicos de las candidaturas haciéndolas
inalcanzables a la gran mayoría de los dirigentes, por lo que para no
quedarse atrás, muchos compañeros que eran políticos legítimos
decidieron hacer fortuna en el Estado mediante la acumulación originaria
para así poder competir en igualdad de condiciones con los recién
llegados empresarios. Fue así como, funcionarios y empresarios se fueron
convirtiendo en los nuevos líderes del PLD, con lo cual se le dio una
estocada mortal a la democracia y al sentido de justa participación.
A pesar de esa evidente crisis partidaria estábamos haciendo buenos
gobiernos, gracias principalmente, a que los presidentes de turno
lidereaban una correcta visión del desarrollo y a que todavía quedaban
dirigentes con ímpetus de cambio y de decencia que no se rendían ante el
pragmatismo y el dinero.
Nuevos amos de la democracia
Pero apareció un nuevo marco legal que convirtió en ley lo que ya era
una práctica cotidiana en el PLD. La nueva ley de partidos, al permitir
que cualquier ciudadano pueda ser candidato sin militancia previa, les
quitó a los partidos el control de sus democracias internas. El hecho
crítico consiste en que la democracia no opera en abstracto, alguien la
controla, y sólo cuatro fuerzas tienen los recursos para manipular el
sistema a partir del nuevo marco jurídico: 1) quien controla los
recursos del Estado, 2) los empresarios, 3) el bajo mundo, y 4) las
potencias extranjeras.
Apartir de lo débil que quedaron los partidos con la nueva ley, todos
los puestos de elección incluyendo el presidente y los congresistas
serán elegidos bajo la influencia determinante de una o de combinaciones
de estas fuerzas que son las que tienen el dinero para impulsar
candidatos. Lo anterior genera un panorama aterrador, pues ninguna de
estas fuerzas tiene como meta la transformación política o social, pues
lo único que los mueve son sus intereses particulares que muchas veces
operan en la ilegalidad y la corrupción.
“Empresarización” del PLD
Así, la nueva ley de partidos oficializó el predominio de la práctica
empresarial en el PLD. Las primarias abiertas, le daban el poder
partidario al que tiene la ventaja económica en detrimento de cuadros
preparados que no han acumulado grandes fortunas. Entonces, sin ningún
filtro y sin obstáculo legal, la práctica empresarial, que ya había
permeado el Comité Político y el Comité Central, llegó a la categoría de
candidatura presidencial, congresual y municipal, lo que a su vez
oficializaba un “quiebre histórico” con los valores, principios y
tradiciones del partido que había soñado Bosch.
Pero lo grave de la situación actual es que este quiebre histórico,
en vez de tomar la ruta hacia la regeneración y las reformas
progresistas, tomó el camino del retroceso, la contrarreforma y la
negación histórica; otorgándole el control de la organización a fuerzas
rentistas sin formación, sin visión y sin sentido de la historia; y
dejando indefensos y a merced del dinero y del poder a los sectores más
sanos que representan los valores y principios que nos dieron origen.
Luego de dominar el escenario político y transformar el país durante
dos décadas, el PLD claudicó en sus principios, perdió su esencia y su
trayectoria histórica. El hecho crítico consistió en que con el ascenso
al poder, especialmente en los últimos gobiernos, las decisiones
partidarias y de Estado se concentraron exclusivamente en el presidente y
en los funcionarios más influyentes, muchos de los cuales no son ni
políticos ni peledeístas legítimos; con lo cual se marginó a su
dirección y a sus bases, lo que a su vez convertía al PLD en una simple
“franquicia” controlada por el presupuesto del Estado.
A partir de aquí, se rompió el sentido del mérito, y los dirigentes y
militantes se convirtieron en una especie de “mendigos” que tenían que
rogar a los funcionarios lo que les pertenecía por su historia y por sus
sacrificios partidarios. Esto a su vez abrió las puertas a todo tipo de
personeros oportunistas, que sin esfuerzo ni preparación alguna,
lograban ascender a puestos públicos, a cargos de dirección del partido o
a candidaturas, con el único mérito de ser alabarderos o cercanos de
los que controlan el Estado, o por ser recaudadores o financistas de
campaña. Ninguna de las prácticas y métodos vistos a lo largo de este
trabajo tienen nada que ver con el proyecto de partido y de nación que
habíamos soñado. Por una fracción de lo expuesto aquí abandonó Bosch al
PRD. Por lo que con honda pena sólo me queda decir, que el PLD que me
formó y al que por 40 años me entregué ha dejado de existir, quedando
sólo unas siglas huecas perdidas en un laberinto de divisiones y de
oscuridad del que no se sale jamás.
Por Gedeón Santos ;-
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