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Desde tiempos remotos se ha intentado diferenciar al gobernante
normal del excepcional. Para ello, se han utilizado expresiones como:
“gran líder”, “figura histórica”, “personalidad”, “gran timonel”, etc., y
en menor grado se le ha llamado Estadista*. Tanto las ciencias
políticas como la sociología han concentrado sus esfuerzos al estudio
del líder, por lo que no hay trabajos consistentes que hagan una
diferencia cualitativa entre líder, gobernante y Estadista.
Sin embargo,
la cantidad de gobernantes que producen las democracias
constitucionales de hoy obligan a que se establezca una diferencia entre
nuestros presidentes para que dicha diferenciación sirva de guía a
electores, partidos políticos, sociedad civil y a la población en
general a la hora de tomar decisiones que puedan afectar al país.
Los Estadistas son gobernantes extraordinarios que sólo surgen en
tiempos de profundas crisis o en épocas de transición que por lo general
implican transformaciones radicales o virajes históricos ya sea para
proteger a una sociedad o para hacerla avanzar. Es decir, son aquellos
líderes cuya sensibilidad los hace comprender antes, con más lucidez y
más profundidad una nueva situación histórica: intuyen los problemas
rápidamente y actúan en consecuencia. En cambio, el gobernante ordinario
actúa en tiempos de calma cuando la sociedad sólo necesita conservar la
cohesión y la marcha normal del país, por lo que su actuación no
requiere de condiciones personales extraordinarias ni la aplicación de
medidas radicales que estremezcan los cimientos de la sociedad.
Siguiendo la tipología de los liderazgos, podemos identificar dos
tipos de Estadistas: el iniciador-revolucionario, que se caracteriza por
promover profundos cambios, fijar nuevos objetivos y metas, diseñar
estrategias, plantear y programar nuevas tareas y ser capaz de convertir
todo esto en realidad; y el procursor (protector-realizador) que se
caracteriza por tomar iniciativas que ofrezcan seguridad a su nación
especialmente frente a peligros exteriores. La meta del procursor es
conservar una determinada forma de vida, una cultura, así como valores y
convicciones profundamente arraigados. El Estadista procursor se
diferencia del iniciador-revolucionario porque sólo hace cambios para
evitar que la crisis sea peor o para impedir que se produzcan males
mayores. Es decir, el procursor no es un abanderado de lo nuevo por
convicción, sino por coyuntura, pues promueve cambios sólo para superar
las adversidades que confronta su sociedad.
La naturaleza del Estadista depende en gran medida de las
características del país que le ha tocado gobernar, esto es: nivel de
desarrollo, tradiciones, cultura, recursos, etc. Es evidente que existen
determinadas cualidades que distinguen frecuentemente al líder como
capacidad de oratoria, inteligencia, fuerza de voluntad, superioridad de
conocimiento, profundidad de convicciones, solidez ideológica,
confianza en sí mismo, capacidad de concentración, y en algunos casos
bondad y desinterés; sin embargo, es muy difícil prever el surgimiento
de un Estadista a partir de estas características. ¿Quién hubiese sido
capaz de predecir en base a estos rasgos el surgimiento de Estadistas de
la talla de Franklin Delano Roosevelt, Winston Churchill, Lenín,
Napoleón, Bolívar o Bill Clinton? Ninguno de ellos respondía a estos
requisitos hasta el momento de su aparición. Cada uno desarrolló en su
terreno y contexto las cualidades que le confirieron unos rasgos
singulares.
Se puede decir, que el Estadista no es sólo el fruto de capacidades o
dotes excepcionales, o de su talento creador y emprendedor, sino
también de una inmensa laboriosidad, de amplias indagaciones y de una
gran perseverancia y tenacidad en el logro de los objetivos planteados.
Por lo tanto, el Estadista no es un mesías, sino un hombre de carne y
hueso con la sensibilidad y la preparación adecuada, que la historia
encontró en el momento preciso y en el lugar indicado.
El Estadista, normalmente, tiene una personalidad orientada hacia el
poder y hacia la adaptabilidad del cambio. Su ideología, visión del
mundo y creencias, adquiridas durante el curso de su desarrollo
personal, casi siempre están en correspondencia con las características
de la crisis que le ha tocado enfrentar. Por lo general, el Estadista es
el gobernante eficaz por excelencia, puesto que sus motivaciones,
incentivos y habilidades se adecuan mejor que cualquier otro a los
requerimientos del papel presidencial. El Estadista es un fiel
intérprete del interés nacional. Con frecuencia toma decisiones de alta
calidad, pues casi siempre elige políticas u opciones que minimizan
costos, riesgos y recursos y libran a las naciones de cometer errores
que se traduzcan en descalabros y sacrificios inútiles. Los Estadistas
fijan el momento de la acción decisiva basándose en un sereno análisis
científico aportado por los mejores “cerebros”, pero también son capaces
de aprender de sus errores y de las experiencias del pasado.
Por lo general, los Estadistas son grandes políticos, que se
diferencian de los ordinarios, porque logran sintetizar en una sola
persona las cualidades clásicas del político exitoso, esto es:
pragmatismo, sagacidad, olfato, instinto, imagen, equilibrio, prudencia,
habilidad para el consenso y, especialmente, sentido de la oportunidad y
la conveniencia. Esto los convierte en profesionales de la realidad,
pues es allí donde ejercen su papel y no en otro escenario imaginario.
Todas estas cualidades les son imprescindibles para lograr la cohesión
de su partido, el equilibrio del Estado y la unidad de la nación;
combinación sin la cual, resulta cuesta arriba sortear una profunda
crisis o una necesaria transición.
Un Estadista puede nacer en cualquier nación no importa su tamaño,
nivel de desarrollo, población o posición geográfica. Si en una sociedad
se presenta la necesidad histórica de transformaciones profundas o ésta
se enfrenta a una crisis que pongan en peligro la existencia misma de
la nación, entonces surgirá un Estadista con la energía y la capacidad
para protegerla o para hacerla avanzar. Su nacimiento puede tardar
décadas y pueden pasar años para que sus ideas den los frutos esperados,
pero tarde o temprano ese líder excepcional aparecerá. Así, lo ha
demostrado la historia.
Los Estadistas son portadores de las aspiraciones de fuerzas sociales
y políticas cuyos intereses demandan de transformaciones que impliquen
cambios en la composición del poder, pues por lo general estas clases y
grupos sociales son los más afectados por la profundidad de la crisis y
por las decisiones de quienes controlan el Estado. Aunque son
representantes de fuerza específicas, en algunos casos los Estadistas
pueden lograr el consenso casi generalizado de su nación, especialmente
cuando las consecuencias de la crisis afecta a la mayoría del pueblo, el
que aspira a una salida sostenible y rápida al problema planteado.
Por lo tanto, no hay dudas que la condición de Estadista es
situacional, pues depende de las características del movimiento social y
del contexto específico en que éste actúa, lo cual quiere decir, “que
la marcha de la sociedad no depende de sus ideas o de sus aspiraciones,
sino de las fuerzas sociales y materiales que interactúan en el proceso
histórico. El Estadista lo que hace es imprimirle al proceso su sello
personal. Puede acelerar los procesos, facilitar sus objetivos, puede
incluso contribuir a ahorrar sacrificios innecesarios, pero no puede
detener la marcha de la historia. Naturalmente, que el desarrollo de un
país no sólo se haya condicionado por las necesidades sociales, sino
también por la capacidad, el talento y las cualidades personales de sus
dirigentes.”
El Estadista ha de ser un comunicador más que excepcional, pues
superar una crisis profunda obliga por lo general, a tomar medidas que
implican grandes sacrificios para la población, lo cual demanda de una
especial capacidad de persuasión que oriente las percepciones, actitudes
y conductas de la gente (que en las democracias modernas son votantes)
hacia una clara comprensión de la magnitud de la crisis y de la
necesidad de superarla. Esto implica lograr que la sociedad acepte
privaciones y sacrificios que en momentos de normalidad no aceptaría, lo
que sólo se logra a través de la magia y la capacidad de un gran
comunicador, mediante el uso de las más depuradas técnicas, recursos y
equipos disponibles por la ciencia en ese momento histórico.
La profundidad de los cambios que promueven, la fuerza de sus
argumentos y los resultados de sus actuaciones convierten a los
Estadistas en modelos históricos a seguir. Su vida y obra casi siempre
son objeto de estudios, análisis e imitaciones. Por lo general, los
logros de los Estadistas trascienden y perduran en el tiempo, pues como
sus acciones son originales e innovadoras, siempre se proyectan al
futuro. Además las crisis profundas y los líderes que las solucionan no
aparecen con frecuencia en una sociedad, por lo que los cambios
promovidos por ellos tardan en ser superados. Continuará...
*Escribimos la palabra Estadista con mayúscula al comenzar para
diferenciarla de la palabra estadista y sus dos acepciones: persona que
se ocupa de la dirección del estado y persona que se dedica a la
estadística*.
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