El ministro de Justicia trata de esclarecer la tormenta política que ha
provocado la publicación de unas conversaciones entre él y los fiscales
de la operación.
Mientras unos lo abanderan como un "héroe nacional", otros lo
consideran "un oportunista". A pesar de ser una de las figuras más
populares de Brasil, el actual ministro de Justicia, Sergio Moro,
siempre ha generado opiniones contradictorias. Y ahora más que nunca.
Este
miércoles, el exjuez, de 47 años, que nació en Maringá, en el estado de
Paraná (en el sur de Brasil), ha dado explicaciones ante el Senado en
un intento de esclarecer la tormenta política que han provocado las filtraciones
de unas conversaciones entre él y los fiscales de la Operación
anticorrupción Lava Jato, la mayor de la historia del país, y que en
2015 le hizo saltar a la fama.
En los 30 minutos que ha
tenido para presentar su versión de los hechos ante la Comisión de
Constitución y Justicia del Senado, el ministro dijo que existe "un grupo criminal estructurado" que tiene como objetivo "invalidar condenas por corrupción y lavado de dinero" y "obstaculizar investigaciones" que todavía están en marcha y que pueden "afectar a personas poderosas".
Moro defende sua atuação como juiz e fala em grupo criminoso para invalidar Lava Jato https://t.co/BWCcqGIVp1 pic.twitter.com/zsPSKX60TU— Senado Federal (@SenadoFederal) 19 de junio de 2019
El ministro criticó en varias ocasiones el "sensacionalismo" creado por las filtraciones de los mensajes- de los que dijo que no podía reconocer su autenticidad
-, y aseguró que The Intercept Brasil, medio que los publicó, "violó
una de las reglas básicas del periodismo" al no consultarle sobre el
asunto.
Moro, que inició la sesión hablando sobre la Operación
Lava Jato, admitió que conversó con los fiscales sobre los procesos del
caso. "No es inusual que un juez converse con un abogado, un fiscal o un
policía", afirmó el ministro, quien reiteró que "se trata de
algo normal en la tradición jurídica de Brasil y de otros países".
La
audiencia de Moro se produce después de que The Intercept Brasil - uno
de sus fundadores es Glenn Greenwald, el periodista que en 2013 publicó
las revelaciones de Edward Snowden - publicó un nuevo reportaje, en el que alega que los fiscales de Lava Jato fingieron investigar al expresidente brasileño Fernando Enrique Cardoso para parecer imparciales y evitar que les criticaran por dar prioridad a los casos de los políticos del Partido de los Trabajadores (PT).
La Operación Lava Jato
El caso Lava Jato fue lanzado en 2014 y destapó un entramado de sobornos multimillonarios,
dentro y fuera de Brasil, a cambio de adjudicaciones de contratos de
obras públicas a través de la petrolera estatal Petrobras. Desde su
oficina de Curitiba, en el estado de Paraná, Moro mandó a prisión a
constructores, políticos y empresarios por crímenes de corrupción,
lavado de dinero y organización criminal. Su rostro se estampó
en camisetas y carteles que protagonizaron las protestas contra la
corrupción. El juez era representado como un "superhéroe" de la Justicia.
El también profesor y escritor ya había trabajado anteriormente en el
caso Banestado, considerado por la prensa como "un curso avanzado" de
la Operación Lava Jato, y donde casi un centenar de personas fueron
condenadas por lavado de dinero. Asimismo, el actual ministro se entrenó
en 2012 siendo auxiliar de la ministra del Supremo Tribunal Federal
(STF), Rosa Weber, en la investigación del escándalo de compra de votos
denominado Mensalão, que golpeó al PT.
Pero no fue hasta abril de 2018, en el marco de Lava Jato, cuando su nombre se catapultó definitivamente al encarcelar a Luiz Inácio Lula da Silva, histórico líder del PT y expresidente del Gobierno.
Sin embargo, el pasado 9 de junio un nuevo escándalo
se cernió sobre el país cuando The Intercept Brasil difundió las
conversaciones que ponen en duda, entre otras cosas, la imparcialidad
del exjuez en la condena de Lula.
La oposición pide su cabeza, pero el presidente del Gobierno, Jair Bolsonaro, le ha mostrado su apoyo, aunque, en un intento de cubrirse las espaldas, ha asegurado
que "no existe confianza 100 %" en su titular de Justicia. "Mi padre me
decía: Confía al 100% solo en mí y en tu madre", comentó el mandatario.
Licenciado
en derecho y con su formación reforzada a través de un programa de
estudios sobre lavado de dinero en la Escuela de Derecho de Harvard,
Moro ya ha dejado claro que no piensa dimitir.
¿Cruzada contra el PT?
Los mensajes publicados por The
Intercept Brasil muestran que los fiscales —liderados por el procurador
del Ministerio Público Federal, Deltan Dallagnol— discutieron formas
de evitar, antes de las elecciones presidenciales, entrevistas a Lula
desde prisión ante el temor de que provocase una "vuelta del PT" al
poder.
Lula lideró
todas las encuestas de opinión y era el gran favorito para ganar los
comicios de 2018, pero el Tribunal Superior Electoral (TSE) vetó su
candidatura, lo que propició la victoria de Bolsonaro,
quien después eligió a Moro como ministro de Justicia, y recientemente
anunció que en 2020 lo nombrará ministro del Supremo Tribunal Federal
(STF).
"Jamás entraría en política. Soy un hombre de Justicia, y
sin querer criticarla, no soy un hombre de política", aseguró el actual
ministro de Justicia hace tan solo dos años durante una entrevista al
periódico O Estado.
Aunque todavía goza de una gran popularidad,
los mensajes filtrados y los movimientos políticos de Moro, que tiene
dos hijos con Rosangela Wolff, una abogada muy activa en Instagram, han
puesto en tela de juicio sus verdaderas motivaciones. Son muchos los
brasileños deseosos de averiguar si "el héroe anticorrupción", el juez
"imparcial" y "apolítico", el "guardián de la ley y el orden" que
sacudió los cimientos de Brasil, actuó o no por intereses personales.
Por Marta Miera
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