Mientras más disímiles son las versiones que se
difunden sobre el atentado a David Ortiz, más dudas se originan en la
población acerca de la verdadera realidad del suceso, que solo se
esclarecería cuando se sepa el porqué de la tentativa y los hilos
invisibles que movieron la trama criminal.
A casi una semana de ese atentado, la sociedad espera que las
investigaciones que se realizan sean profundas y profesionales, de
fehaciente precisión, como lo amerita un caso de esta naturaleza, no
solamente por la espectacularidad de un ataque artero y sorpresivo en
una terraza abierta de un bar, sino por el calibre de la figura objeto
del atentado.
Al ser David Ortiz un personaje famoso, muy querido por la fanaticada
del equipo de los Medias Rojas de Boston, Estados Unidos, por demás con
ciudadanía norteamericana, las expectativas se centran en la
dilucidación de las causas que originaron este acto criminal y en quién o
quiénes maquinaron el plan siniestro.
Ortiz está con vida, milagrosamente, pero la difusión de tantas
versiones sorprendentes sobre el entorno de sus amistades, las
murmuraciones sobre su vida privada y sobre presuntos autores del
ataque, más los testimonios incoherentes de varios imputados como
sospechosos participantes directos en una conjura, arrojan más brumas
que luces sobre el suceso.
En la concatenación de los hechos y el papel de los hasta ahora
arrestados parecen faltar piezas claves que permitan aproximarse a la
verdad. El proceso investigativo se encuentra, así, empedrado por estos
testimonios y versiones contradictorias, y la misión de la Policía y la
Procuraduría es la de hallar la verdad, ante todo, pase lo que pase.
Una de las cosas que al público le parece inconcebible es que se
hayan coaligado individuos presos en una cárcel con otros delincuentes
de la misma calaña, pero libres en las calles dominicanas, para cometer
un crimen por el cual cobraron supuestamente 400,000 pesos sin haber
tenido éxito en la misión, usando una pistola que se encasquilló al
segundo tiro.
Para la contratación de un número tan alto de sicarios, tomando en
cuenta el calibre y fama del blanco del ataque, David Ortiz, la simple
lógica indica que los instigadores de la trama apostaron a su éxito,
avanzando supuestamente 400,000 pesos que todavía la opinión publica no
sabe si han sido recuperados, ni quién los pago.
La investigación tiene que ser impecable, porque no solo es un deber
de las autoridades responder a las inquietudes de los ciudadanos de este
país y para no permitir que decaiga la confianza en esas instituciones,
sino la de satisfacer las expectativas que tienen los millones de
estadounidenses que ven en David Ortiz a un héroe deportivo y desean
saber por qué quisieron matarlo y quién lo ordenó.
Tomado del editorial de
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