La situación que viene atravesando el país desde hace un largo tiempo
debido a los constantes aprestos y maniobras llevadas a cabo por
sectores interesados en materializar una eventual modificación
constitucional, sin lugar a dudas que han creado un escenario político
muy turbulento y sombrío pero sobre todo agobiante.
No es sorpresa
para nadie que a medida que se acortan los plazos, este acontecimiento
ha ido acrecentándose, y a su vez, tomando fuerza en el debate nacional
debido a que se aproximan los plazos fatales que disponen tanto la Ley
de Partidos 33-18 como la de Régimen Electoral 15-19.
Este escenario tan angustioso y prolongado que se ha ido agudizando
con el paso de los días, y que también, ha ido creando cierto nivel de
desesperación e inestabilidad en el pueblo, al igual que en la comunidad
dominicana exterior, donde ya se han levantado rechazando cualquier
tipo de acción que atente contra la Carta Magna y la democracia. Y en
honor a la verdad es entendible, ya que toda sociedad aspira a vivir en
un Estado donde se garanticen sus derechos, se cumplan las leyes e
impere el respeto a la Constitución.
En este delicado cuadro que
se presenta en la actualidad en nuestro país, lo más preocupante son los
daños que esta circunstancia pudiera causar a la nación, ya que
materializarse, lesionaría de forma drástica lo que tanto nos ha costado
por siglos ir construyendo. Una modificación a la Constitución sería
una espada que dividiría ipso facto en dos a la sociedad, y que por
ende, se llevaría entre las patas de los caballos a la democracia, al
sistema de partidos, la inversión extranjera directa, el comercio
internacional, la seguridad jurídica y por demás afectaría severamente
la imagen del país y crearía su aislamiento en el plano internacional,
como resultado de la ruptura del orden constitucional.
Lo
traumático y doloroso del caso es lo que le cuesta al pueblo a simple
vista asimilar el comportamiento de actores políticos que en su afán de
lograr su objetivo han hecho de la obstinación una regla de oro, y sin
guardar el más mínimo respeto, parámetro, ni mucho menos las formas;
tratan a toda costa imponer contra la voluntad del pueblo una reforma a
la carta sustantiva, con el único y exclusivo propósito de favorecer al
mandatario de turno a prolongarse en el ejercicio del poder más allá del
2020; sin importar el precio que se tenga que pagar para lograr dicha
encomienda.
Tratar mediante el uso del poder imponer una acción,
la cual el pueblo ha rechazado en más de un 70% al igual que los actores
de la vida nacional, sería un desafío y un desatino, y a su vez, una
obstinación contra una sociedad que se ha levantado de manera firme y
decidida pidiendo a grito que se respete la Constitución.
La
esencia de la vida no está en lo que se posee; ni mucho menos en el
poder, más bien se encuentra en los valores que tengamos y en cumplir la
palabra empeñada de forma humilde pues es lo que hace referencia de lo
que somos, tal y como reza el texto bíblico de Proverbios 28:14 “Cuán
bienaventurado es el hombre que siempre teme, pero el que endurece su
corazón caerá en el infortunio” prevenir es curar, y con ello se logra
salud, que es exactamente a lo que aspira y pide a una sola voz el
pueblo dominicano, el poder seguir viviendo en un Estado democrático de
derecho donde el hacer de la obstinación rey sin importar el costo a
pagar, sea una tarea superada y del pasado, que jamás afecte o ponga en
juego la Constitución, la paz social y la convivencia plena.
Por: Iván Canals ;-
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