El poder es una droga que afecta la conducta de algunos políticos. En
algunos casos deja ver la verdadera personalidad. La prepotencia,
altanería y arrogancia suelen encubrirse con una hipócrita apariencia de
humildad y viven mintiendo para ocultar lo que son. No hay que
citar nombres.
Esa arrogancia les impide verse en el espejo de la historia. Aquí
tenemos ejemplos de sobra, pero es prudente citar al PRD que es libro al
alcance de la memoria.
Hipólito Mejía en su afán de reelegirse dividió el PRD y no solo
perdió el poder sino que condujo su partido, que era el primero en
el favor popular, a ser hoy una bisagra reeleccionista.
El mismo PRD fue escenario donde la tozudez y el odio pudieron más
que la razón y el sentido político. El presidente Salvador Jorge Blanco
obstruyo el flujo de su partido al impedir que el candidato que contaba
con las simpatías internas compitiera con su respaldo.
La desagradable historia aun nos escuece. Jorge Blanco traicionó a
Jacobo Majluta favoreciendo a Joaquín Balaguer. Salió del poder para el
exilio y luego a la cárcel. La mayor parte de sus aliados lo dejaron
solo y los enemigos del PRD lo vituperaron manchando su ejercicio
presidencial.
Los errores de Jorge Blanco sacaron al PRD del poder por muchos años.
El intento de reelección de Hipólito condujo a la división del partido
y su posterior atomización. Ese es el espejo que tiene por delante el
PLD. La ambición de Danilo Medina puede llevar el país a la
ingobernabilidad. Imponer la modificación Constitucional fragmentara su
partido y correría a una derrota cuyas consecuencias son previsibles.
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