La República Dominicana no está obligada a firmar el Pacto Mundial
para la Migración Segura, Ordenada y Regular que, por demás, se ha
ofertado como una opción “no vinculante” a los países miembros de las
Naciones Unidas (ONU).
Lo de “no vinculante” es un señuelo, un “engañabobos”, porque, en
realidad, las 23 recomendaciones u objetivos del Pacto implican
francamente compromisos que los estados no podrían ignorar, porque
constituyen su marco principal, su blindaje.
Esos 23 compromisos u objetivos se asumen como núcleo y esencia del
llamado “plan integral” para el abordaje de los problemas migratorios, y
el Estado que no los cumpla a cabalidad estaría cometiendo una especie
de pecado de lesa humanidad.
Por eso en todo el cuerpo del Pacto se remacha en la palabra
garantía, lo que quiere decir que al asumir los susodichos 23
compromisos, los estados tienen que garantizar efectivamente su
cumplimiento, lo que equivale a imponer una autoridad supranacional
sobre nuestras propias leyes y la misma Constitución.
Se insiste en que ningún Estado, por sí solo, puede manejar y
enfrentar un problema migratorio, por lo que el Pacto abre las puertas a
la llamada cooperación bilateral o regional. Vale decir, en palabras
llanas, la intervención de otras naciones en el cumplimiento de
cualquiera de los 23 objetivos en el país que hubiese ignorado algunos
de ellos.
Lo que el Gobierno dominicano puede hacer es señalar que, en vista de
que cuenta con sus propias leyes y procedimientos migratorios, se
siente competente para enfrentar las violaciones y, al mismo tiempo,
garantizar los derechos humanos de los inmigrantes indocumentados,
siempre y cuando las razones por las cuales emigran sean razonables y
atendibles.
De ese modo, puede hacer reservas para no adherirse al Pacto, con el
mismo espíritu de respeto a su propia soberanía con que otras naciones
han desistido de firmarlo, porque entienden que colide con sus leyes
nacionales y porque en lugar de conseguir una “segura, regular y
ordenada” migración, lo que provocará son avalanchas o estampidas
masivas de inmigrantes en todo el mundo.
No estamos obligados, por tanto, a firmar un cheque en blanco para
hipotecar o subordinar nuestra soberanía a un marco de 23 objetivos y
compromisos que desbordan nuestra propia capacidad de cumplirlos, si
quisiéramos o pudiéramos, al pie de la letra.
Tomado del editorial de
de la fecha ;-
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