Siete horas antes del golpe de Estado del 25 de
septiembre de 1963, el fenecido profesor y presidente de la República en
ese entonces, Juan Bosch, minimizó los rumores que en ese sentido
circularon durante todo el día 24 en la ciudad capital.
Al
salir del salón de actos del Club de Oficiales de las Fuerzas Armadas,
ubicado en el Centro de los Héroes, donde participaba en la recepción
que se le ofrecía al almirante William Ferrall, jefe del Comando Sur de
Estados Unidos con asiento en Panamá, Bosch se detuvo frente al ascensor
y mirándome fijamente a los ojos me dijo visiblemente molesto: “Este
país está lleno de rumores” y entró inmediatamente al ascensor seguido
del coronel Julio Amado Calderón, jefe del Cuerpo de Ayudantes
Militares.
El general Víctor Viñas Román y el comodoro Julio Alberto
Rib Santamaría, jefe de la Marina de Guerra, lo despidieron y retornaron
a la recepción.
La reacción de Bosch fue ante la pregunta que le hice sobre los
rumores de golpe de Estado para derrocarlo. Una semana antes del golpe,
un periodista norteamericano le preguntó a Bosch en México “cuál paso
había dado su gobierno para impedir un golpe de Estado de los militares y
el clero, y Bosch le respondió: “Yo he sido elegido para gobernar de
acuerno con unos principios que estuve predicando diariamente, durante
toda la campaña electoral, y no voy a mantenerme en el poder de ninguna
manera, si tengo que abandonar esos principios. Cuando no pueda
seguirlos manteniendo, considero que el poder ya no sería un instrumento
para servir a mi pueblo.”.
Y así ocurrió. El 25 de septiembre Bosch no quiso violar esos
principios ante demandas de los militares y fue hecho preso en el
Palacio Nacional y derrocado del poder.
Durante la conversación con Ferrall, quien llegó al país a las 11:30
de la mañana del día 23, por la Fuerza Aérea Dominicana, dos días antes
del golpe y se marchó al mediodía del 25 de septiembre, siete horas
después del golpe, Juan Bosch estaba alegre y no mostraba preocupación.
Conversó también con el embajador norteamericano en esa ocasión, John
B. Martin, con el señor Antonio Guzmán, ministro de Agricultura, y
quien 15 años después sería Presidente de la República por el Partido
Revolucionario Dominicano (PRD), y quien se suicidó en el Palacio
Nacional, días antes de cumplir su mandato.
Yo me encontraba en esa recepción para cubrir el acto social para el diario El Caribe, tenía 20 años de edad.
Si mal no recuerdo, Ciriaco Landolfi, fallecido recientemente a la
edad de 91 años, era el otro periodista que se encontraba en el salón,
cubriendo también el acto por el Listín Diario pero se marchó antes del
profesor Bosch que salió de la recepción.
Cuando llegué a la redacción de El Caribe, les dije al doctor Rafael
Molina Morillo, director, y a Francisco Comarazamy, jefe de redacción,
ambos fallecidos, que algo malo estaba pasando, porque en la recepción
había pocos altos oficiales de las Fuerzas Armadas, principalmente de la
Fuerza Aérea Dominicana, en un acto de tanta importancia dedicado al
hombre fuerte del comando Sur de la Armada Norteamericana.
Redactando el acto social, me llamó el doctor Molina Morillo y me
entregó un cable fechado en Washington escrito por el periodista Hal
Hendrix, en donde señalaba que la democracia dominicana peligraba y que
posiblemente no llegue a fin de año.
Me ordenó llamar a Bosch a su residencia para leerle el texto y que
le preguntara a Comarazamy, amigo personal de Bosch, el número de
teléfono de la residencia.
Por Victor A. Marmol ;-
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