La ansiedad por la velocidad caracteriza hoy, como ya lo he planteado
en otras reflexiones, a los de la nueva generación y a muchos de los
que siguen el ritmo de la vida moderna. Vemos a mucha gente andar muy
rápido, buscando su estabilidad personal antes de contribuir al
desarrollo de su país, de su comunidad o de su entorno social y
familiar.
La formidable expansión de la Internet, la informática, la base de
datos, los teléfonos celulares, los satélites de telecomunicaciones, la
televisión digital, la realidad virtual y las tecnologías de la
multimedia, son fenómenos que han contribuido a darle a la vida moderna
el carácter expeditivo, urgente, rápido e instantáneo que caracteriza
sus dinámicas más comunes.
Todo esto ha transformado el sentido de la vida, las estrategias y modos
de las guerras, el manejo de las finanzas, de las actividades
empresariales, del comercio, la administración, la enseñanza, la
medicina, y hasta el sentido del ocio y el valor de la cultura.
Hoy en día, en muy poco tiempo, una persona puede acceder, sin
realizar muchos esfuerzos, a la información que necesita, aunque esto no
significa, en absoluto, que por ello elevará sus niveles de
inteligencia, su sabiduría, su nivel de preparación y su madurez como
profesional. Todo estará al alcance de su mano si es capaz de dominar
los caprichos de una máquina o los trucos y algoritmos de un programa
digital.
El notable filósofo y matemático español Javier Echeverría considera
que las nuevas tecnologías de la información y de las telecomunicaciones
están generando una profunda regresión, sobre todo, en lo que respecta a
la estructuración del poder y a la distribución de la riqueza.
En su ensayo “Democracia y sociedad de la información” (1) Echeverría
señala que si bien en determinados ámbitos sociales este tipo de
desarrollo tecnológico reporta evidentes progresos, en otros sectores
están dando lugar a un importante retroceso que devuelve a las
sociedades, tanto a las avanzadas como a las del Tercer Mundo, a
estadíos anteriores del desarrollo económico y social.
Esto quiere decir que, a la larga, los conceptos de “un buen trabajo,
altos salarios, felicidad plena, fama y reconocimiento a toda costa” se
convierten en boomerangs que se revierten contra los propios actores
que los consiguen debido a que el mismo desarrollo de la tecnología
tiende a desactualizar en muy poco tiempo determinado grado de
desarrollo convirtiéndolo en obsoleto y, por tanto, sacando de
competitividad al supuesto técnico que sólo aprendió a forjarse bajos
los principios de aquel tipo de tecnología.
Uno de los graves problemas de la Era Digital es la tendencia al
facilismo. La Internet, mal usada, puede conducir a debilitar la innata
capacidad humana para pensar y debatir las ideas. Y sin debate de ideas
no hay solución a los grandes problemas de la humanidad.
Por Miguel Franjul ;-
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