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viernes, septiembre 29, 2017

Salvajismo brutal

No alcanzo a comprender cómo la sociedad dominicana ha llegado a envilecerse, a deshumanizarse, a desarraigarse de principios y valores cristianos para ensañarse con un difunto, así sea que haya fallecido en medio de la peor ignominia después de cometer un asesinato múltiple contra su propia familia...
... Por la naturaleza de un ejercicio periodístico que se encamina al medio siglo, creí haberlo visto todo en materia de crímenes, castigos, venganzas y acechanzas en la aplicación retributiva que sugiere la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente.
Y como soy un reportero memorioso formado en la etapa más cruenta del periodismo contemporáneo-- discurrido entre 1966 al 1978--, puedo decir con mucha certeza que nunca antes había visto una acción tan degradante, macabra e incivil como la perpetrada ayer en el cementerio municipal de Sabana Grande de Boyá.
Comenzando por el suceso que lo provocó todo: un hombre alcoholado después de pasarse todo el lunes bebiendo aguardiente, asesinó a dos sobrinos paternos y a la esposa de uno de ellos, y antes de suicidarse baleó gravemente a su propio hermano y a una niña de nueve años bajo el argumento de que había sido engañado con una supuesta herencia dejada por su madre, fallecida semanas antes.
La tragedia conmovió al pequeño pueblo de Boyá, formado después de un asentamiento haitiano en los albores del siglo XIX y hoy municipio de la provincia de Monte Plata, pero que conserva vestigios de la cultura de sus pobladores originales con la práctica del gagá y otras expresiones mágico-religiosas de la cultura afro-antillana.
... Estaban al acecho
Todo el mundo enterró a sus muertos como pudo, por vías distintas, claro está, pero en el mismo camposanto porque es el único del lugar: un cementerio municipal que ni siquiera tiene vigilancia nocturna. Después de los ritos fúnebres, la comunidad se fue a dormir en paz... O, por lo menos, eso creyeron sus pobladores...
Aún no acababa de oscurecer cuando al homicida múltiple y suicida, que se llamaba José Alberto Santana, lo desenterraron de su tumba-- dicen que desconocidos que todo el mundo conoce--, lo picaron a machetazos, lo decapitaron, apartaron la cabeza y le dieron fuego al resto del cuerpo... La cabeza se la llevaron nadie sabe adónde y todavía se ignora qué hicieron con ella.
Se trata de un crimen tipificado como tal en nuestro Código Penal y que se castiga con privación de libertad, además de que se hace pasible de que familiares-- ¿de la víctima?--, exijan compensación civil por la profanación, secuestro y desaparición del cadáver. Todo depende del empeño que pongan las autoridades para aplicar correctivos.
... No se conoce otro caso
Que se sepa, en la historia dominicana no existe registro de profanación tan macabra en venganza con un muerto que pagó su acción criminal disponiendo de su propia vida. Que en medio de una tragedia como esa un familiar de una de las víctimas tome la justicia en sus manos y mate al homicida, es entendible-- aunque nunca justificable--, en una sociedad con tanta propensión a la violencia.
Pero es diferente cuando se trata de una profanación de cadáver para vengarse de un difunto de la forma tan cruel como se ha hecho esto, no por el muerto, que no siente ni padece, sino por el mensaje que se envía a la sociedad con una acción anticristiana que no tenía antecedentes, por lo menos del que se tenga registro.
En Sabana Grande de Boyá las opiniones están divididas sobre un hecho macabro condenado hasta por la Iglesia en el día de ayer. La Policía anunció que sigue investigando para recuperar el cadáver... O lo que pueda quedar de él.
Por César Medina ;-
lobarnechea1@hotmail.com

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